100 historias de Córdoba
05/07/2021 | 15:50 |
Marcos Calligaris
No es la entrada del metro. Es la cripta soterrada de la ciudad de Córdoba. Quienes caminan por la intersección de avenida Colón y Rivera Indarte, probablemente tienen que esquivar su ingreso.
No era así antes de 1989, hasta que un grupo de obreros que realizaban un zanjeo para el tendido subterráneo de cables telefónicos la redescubrieron. A partir de ese momento gran parte de la comunidad se enteró absorto que allí abajo había funcionado la cripta que formaba parte del Noviciado Jesuítico fundado en 1608.
Allí arribaban los novicios de la orden que no tenían más espacio en la sede de la Manzana Jesuítica. Fue el padre de la Orden ignaciana quien desde Roma sugirió construir una casa con más habitaciones para los jóvenes menores de 16 años. Tras postergarse por cuestiones económicas, años más tarde los hermanos Ignacio y Francisco Mujica, al ingresar a la Orden donaron su propiedad en el año 1700 para ubicar el Noviciado. La casa fue transformada y reacondicionada como sede del noviciado de los padres Jesuitas, quienes la ocuparon entre 1700 y 1713.
Las obras de adaptación de la casa de los Mujica fueron realizadas por el jesuita arquitecto Johann Krauss (1659-1714), quien para convertirla en noviciado y levantar una iglesia de grandes proporciones dedicada a San Ignacio de Loyola, comenzó a construir la Cripta. Sin embargo, desde Roma, se ordenó detener la construcción y reconsiderar el traslado de los novicios a la manzana jesuítica.
La iglesia finalmente no pudo ser, y el cambio de planes derivó en el uso de la Cripta como casa de ejercicios espirituales para varones. El nuevo destino de la propiedad fue oficialmente declarado en 1726, aunque dos años antes se tapió la puerta que baja a la capilla. Luego la deteriorada construcción fue entregada a los padres Betlemitas, quienes vendieron la propiedad de los Mujica en parcelas. La Cripta fue a parar a manos de don José Agustín Ferreira, quien junto con sus sucesores le dio diversos usos.
La Cripta ya había reaparecido con anterioridad. Fue en 1928, cuando el intendente Emilio Olmos decidió ensanchar la calle Colón. Entonces las bóvedas de la antigua cripta aparecieron en la superficie de las veredas, pero fueron demolidas y rellenadas con escombro en nombre del progreso.
Tras su caprichosa aparición en 1989, hoy la Cripta Jesuítica es utilizada como espacio para muestras artísticas, conferencias y representaciones teatrales. Un cuento con final feliz.
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