El dilema de Milei: gobernar o ser un actor político mundial

Me encuentro reflexionando sobre la evolución cambiante del famoso Pacto de Mayo y la Ley Bases. Parece que estamos peor que cuando empezamos. El ministro Guillermo Francos ha añadido un nuevo capítulo a esta interminable novela, sugiriendo que si no es el 25 de Mayo en Córdoba, puede ser el 20 de Junio en Rosario. ¿O quizás el 9 de Julio en Tucumán? ¿O incluso el 17 de Agosto en Yapeyú?

A mi parecer, este asunto está perdiendo seriedad. Un pacto no es lo que se presenta ahora como tal; en la historia política argentina tiene otro significado y valor. Sin embargo, había un encuentro, un acto, una expresión de consenso político que se estaba retrasando.

En paralelo a esto, la Ley Bases está empantanada con negociaciones interminables que parecen no llevar a ninguna parte o simplemente reducir lo acordado previamente para su votación. Los dos obstáculos principales son el RIGI (Régimen de Inversiones para Grandes Inversiones) y el Impuesto a las Ganancias para los Trabajadores de la Patagonia.

Por un lado están los empresarios presionando fuertemente contra el RIGI porque quieren seguir siendo protegidos por el Estado e impedir inversiones extranjeras. Por otro lado están los gobernadores reticentes a pagar el costo político del impuesto a las ganancias porque aunque les beneficie al ser coparticipado, los trabajadores de sus provincias se resisten.

En medio de todo esto, tenemos a Milei en España, presentándose en un acto partidario interno de la política española. Este acto es un indicador de lo que aspira a ser Milei: una gran celebridad mundial en materia política. Pero para ser reconocido y valorado globalmente, tiene que gestionar y gobernar.

La pregunta es si quiere esta Ley Bases o si prefiere que salga mal para poder culpar a la oposición de impedirle gobernar. Esto podría permitirle sumar adherentes y poner del otro lado a sus adversarios, pero gobernar es otra cosa.

Milei está en el momento crucial de demostrar si quiere las herramientas para hacer transformaciones. Gobernar por decreto en Argentina es un telegrama a la justicia para que al final te termine invalidando la medida. Por lo tanto, es muy importante que las leyes sean leyes, no decretos. Y eso debería saberlo el presidente.