El estruendo de la crisis supera al ruido de la campaña

Ocurre en esta campaña electoral un hecho muy poco frecuente. Yo no tengo de memoria de una campaña electoral como esta, desde el ‘83 a la fecha, en la que los temas de la agenda pública superen el ruido, a veces ensordecedor, que tenemos durante las campañas electorales en Argentina.

Durante la veda electoral del viernes posterior al cierre de campaña, en general los argentinos sentimos una especie de alivio, de tranquilidad, porque dejamos de ser bombardeado por publicidades, discursos e histerias que se manifiestan en las proclamas políticas.

En este caso, en el tránsito que va de la campaña electoral que terminó en las PASO que fue bastante desvaída, y esta campaña electoral propiamente dicha hacia las elecciones del 14 de noviembre, encontramos por primera vez en forma muy explícita que los temas de la agenda pública (la inflación, la inseguridad, la desatención del Gobierno a la violencia en el sur argentino) tienen que ver con la cuestión de la vivencia personal de cada uno, pero están a su vez integrados a la vivencia colectiva, y muy por encima de las propuestas de los candidatos.

En algún caso bastante evidente, las propuestas de la sociedad y las promesas electorales corren en paralelo, muy lejos entre sí. Están separadas las promesas de campaña de esa agenda pública que vivimos cada día.

En lo económico, padecemos una situación que se va agravando día por día. No hace falta que lo explique, porque la inflación no para, porque las medidas y las recetas que se aplican en contra la inflación son fallidas e insuficientes.

Lo sabemos desde antes que se apliquen, por ejemplo, el control de precios. Sabemos que no es un remedio que pueda ser muy duradero. Puede durar 30 días, 60 días, pero ya conocemos el final de esa película porque la hemos visto muchas veces.

Vemos también cómo en momentos de crisis política como la que atraviesa el Gobierno se acentúan los rasgos. Cuando una persona o un grupo de personas tienen un problema serio y no logra enfrentarlo, los rasgos de la personalidad tienden a acentuarse. Por lo tanto, las contradicciones del Gobierno tienden a ser más visibles, como son cada vez más visibles las grietas internas.

Lo notamos en los discursos que escuchamos. No hace falta ser un especialista en política para darse cuenta de que la Cámpora dice una cosa, que Alberto Fernández dice otra, que Juan Manzur está desaparecido en acción, que Sergio Massa asegura algo que no tiene nada que ver con lo que dice Fernández, ni con lo que dice La Cámpora.

Hay además un clima que tratan de inocularle a la sociedad y que tiene que ver con responsabilizar a la oposición, en este caso por el cataclismo que vendrá, como si fuera o fuese inexorable que en la Argentina va a ocurrir una desgracia económica.

Ayer empezaron a hablar de un posible “golpe blando” de la oposición. Otro día si quieren, vengo y hablo una hora en contra de Juntos por el Cambio y de todas las fracciones opositoras que existen.

No entiendo cómo o por qué alguien, o una agrupación política, es responsable de ganar una elección. Tampoco es responsable de perderla. Ganar o perder una elección forma parte del sistema democrático en su fundamento más esencial. Que alguien gane la elección no lo convierte en golpista. Que alguien pierda la elección no lo convierte en un ser desgraciado, porque ya hemos visto al cabo de dos años, las cosas cambian. Los que tenían el cuarenta y pico, casi cincuenta por ciento de los votos van a tener muchos menos votos que antes. Y los que perdieron las elecciones y fueron desalojados fuertemente del poder ahora pueden volver a ganarlas. Las cosas cambian, como la realidad cambia, y en este caso tiende a complicarse.

Entonces de en lugar de buscar las soluciones, y esto no es sólo responsabilidad del Gobierno, lo que se está haciendo ahora es ver a quién le echamos la culpa por los problemas que hay, en lugar de encargarnos de los problemas que tenemos para ver si acertamos alguna vez con alguna solución.