Lijo une el agua y el aceite: Cristina y Milei

En los últimos días, he reflexionado sobre el estado actual de la política argentina y, en particular, sobre la figura de Javier Milei y su relación con principios fundamentales del liberalismo. En una conversación reciente, se mencionó que el liberalismo se basa en la libertad de expresión y la independencia del poder judicial. Estas son piedras angulares de nuestro sistema republicano democrático, y es preocupante observar cómo se están erosionando.

Milei ha sido objeto de críticas por su actitud hacia los periodistas. Ha agredido y agraviado a aquellos que han ejercido su derecho a criticarlo. Este comportamiento no solo es un ataque a la libertad de expresión, sino que también pone en tela de juicio su compromiso con los principios que dice defender. Aunque no puedo generalizar, es evidente que hay periodistas con una trayectoria reconocida que han sido blanco de sus ataques, como Joaquín Morales Solá y Hugo Alconada Mon.

Por otro lado, la independencia del poder judicial también está en juego. Esta semana, el candidato a miembro de la Corte, Ariel Lijo, se presentará en una audiencia pública. Lijo, un juez federal con un historial de desprestigio, ha sido propuesto por Milei a instancias de Ricardo Lorenzetti, un integrante de la Corte que ha perdido poder en las internas judiciales. Esto plantea la pregunta: ¿realmente cree el presidente que Lijo le facilitará el camino cuando necesite un fallo favorable? Esta situación parece desafiar el principio de independencia judicial que tanto se necesita en una democracia.

Además, hay quienes sugieren que Lijo continuará actuando bajo intereses económicos y facciones, en lugar de mantenerse al margen del poder político. La posibilidad de que Milei logre el apoyo del Senado para la aprobación de Lijo es incierta, pero su estrategia parece apuntar a un acuerdo con figuras como Cristina Kirchner y parte del radicalismo, liderado por Martín Lusteau. Este tipo de alianzas, que a primera vista parecen insospechadas, revelan una dinámica política compleja y preocupante.

Es natural preguntarse cómo reaccionarán los votantes de Milei ante este acercamiento a Kirchner. Hasta ahora, sus seguidores han demostrado ser incondicionales, rechazando cualquier crítica hacia él. Este fenómeno no es nuevo; lo hemos visto en otros líderes políticos que buscan establecer una narrativa clara entre el bien y el mal. Sin embargo, la realidad rara vez es tan sencilla, y la incomodidad que genera cualquier matiz puede ser significativa.

En conclusión, la situación actual pone de manifiesto la fragilidad de los principios liberales en nuestra política. La independencia del poder judicial y la libertad de expresión son más que conceptos abstractos; son esenciales para el funcionamiento de nuestra democracia. La pregunta que queda en el aire es si, al final, los votantes de Milei estarán dispuestos a aceptar las contradicciones de su liderazgo o si, por el contrario, comenzarán a cuestionar la dirección que está tomando su gobierno.