Especial
02/10/2023 | 11:07
Redacción Cadena 3
Carlos Marcó
No hay posibilidad alguna de realizar una lectura que aspire a cierta objetividad de los últimos 40 años de la vida política de los argentinos.
Cada uno de los habitantes de este suelo tiene su propia impresión sobre estas cuatro décadas.
Han sido años de muchas desazones y el 40 % de pobreza es un dato irrevocable de cuánto se ha hecho mal en un país que genera alimentos para 400 millones de personas.
Pero el ejercicio de realizar una selección de los acontecimientos más importantes también deja lugar para la esperanza.
Los ilusionantes primeros años de la democracia, donde todo estaba por ser hecho y los sueños no tenían límites, se han chocado con amargos episodios que representan nuestras más profundas decepciones.
Los desaciertos se acumulan uno detrás de otro, engarzados en décadas de pobreza, inseguridad y educación en crisis.
Sin embargo, queda margen para la ilusión cuando se repasan aquellos primeros años de democracia y reverdecen las esperanzas de una Argentina que dé cabida a todos, sin vanas desuniones ideológicas ni mezquindades.
En ese sentido, los discursos de Raúl Alfonsín son verdaderamente inspiradores, nos demuestran nuestras potencialidades y nos enfrentan a los sueños nacionales. Con todos sus yerros, aquel presidente sobresale en la historia.
Muchas de sus opiniones no han perdido vigencia y nos muestran que el camino de “hacer bien las cosas” está siempre dentro de nuestras posibilidades.
El histórico discurso durante su asunción es un faro:
“Si alguien distraído, al costado del camino cuando los ve marchar, nos pregunta: ¿Hacia dónde marchan, por qué luchan? Tenemos que contestarles con las palabras del preámbulo. Que marchamos, que luchamos para constituir la unión nacional, afianzar la Justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que deseen habitar el suelo argentino”.
Es verdad que estamos lejos de aquellas ideas republicanas. Es verdad que los errores pesan. Es verdad que la mayoría de las ilusiones de aquellos principios no se concretaron.
Pero las sociedades tienen las capacidades de revertir sus propias historias, de reconvertirse. Y esos ideales de los comienzos de esta democracia son buenos espejos donde mirarse y proyectarse.
En 1985, Argentina fue el primer país del mundo que juzgó y condenó a sus dictadores.
En 1987, sancionó la ley de divorcio. En 2010, entró en vigencia la ley de matrimonio igualitario. Y en 2012, la de identidad de género.
Esos hitos de nuestro avance como democracia permiten mantener las ilusiones hacia la construcción de un país mejor para todos.
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