Tensiones sociales
19/03/2025 | 11:36
Redacción Cadena 3
El aislamiento social, preventivo y obligatorio decretado en Argentina en marzo de 2020 para frenar la pandemia de Covid-19 trajo consigo no solo restricciones, sino también una serie de situaciones insólitas que reflejaron la tensión entre las medidas sanitarias y la vida cotidiana.
Desde camioneros encerrados en sus propios vehículos hasta vecinos enfrentados por ruidos y animales sueltos en las calles, estos episodios pintaron un panorama tan absurdo como conmovedor de aquellos días excepcionales.
Presos en sus cabinas
Uno de los casos más llamativos fue el de los camioneros, declarados trabajadores esenciales por su rol en el transporte de alimentos y bienes básicos, pero tratados en muchas provincias como potenciales amenazas.
En lugares como La Rioja, San Luis y el municipio de Azul, en Buenos Aires, se implementó una medida extrema: sellar las puertas de los camiones con fajas o precintos para impedir que los choferes bajaran durante el trayecto.
Esta práctica, denunciada como anticonstitucional por la Federación Argentina de Entidades Empresarias del Autotransporte de Cargas (Fadeeac), obligaba a los conductores a permanecer encerrados, a veces escoltados por policía y sin acceso a baños o comida caliente.
"Nos fajaban las puertas como si fuéramos delincuentes", relató un camionero a medios locales y destacó que romper el precinto podía derivar en multas o causas penales.
Las esperas en los controles interprovinciales, que podían extenderse hasta 15 horas, y la exigencia de hisopados con validez de pocos días complicaron aún más su labor, mientras la sociedad dependía de ellos para evitar el desabastecimiento.
Las peleas vecinales
En los barrios, el encierro también dio lugar a situaciones insólitas. Con las calles vacías y el silencio como norma, cualquier ruido se convirtió en motivo de conflicto.
En abril de 2020, en un edificio de Palermo, Buenos Aires, una discusión entre vecinos por el sonido de una aspiradora terminó con una denuncia policial y la intervención de la justicia.
"Era insoportable, parecía que estaba aspirando el departamento entero a las 8 de la mañana", se quejó el denunciante, mientras la acusada argumentó que "limpiar era lo único que la mantenía cuerda".
En otro caso, en Rosario, un hombre fue filmado arrojando agua desde su balcón a un vecino que tocaba la guitarra en el patio, un incidente que se viralizó y desató debates sobre la tolerancia en tiempos de cuarentena.
Solidaridad inesperada
La ausencia de gente en las calles también dejó espacio para lo insólito en el reino animal. En Mar del Plata, un grupo de lobos marinos aprovechó la quietud para pasearse por el centro comercial, mientras que en Luján, un puma fue avistado merodeando un barrio residencial, generando asombro y temor entre los habitantes.
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Pero no todo fue caos: en algunos pueblos, la solidaridad tomó formas curiosas. En Rufino, Santa Fe, vecinos organizaron "picadas comunitarias" para camioneros varados, dejando bandejas de fiambres y bebidas en las rutas, aunque muchos choferes no podían bajar a recogerlas por las restricciones.
El ingenio también tuvo su momento. En Córdoba, un joven disfrazado de arbusto fue detenido por la policía mientras intentaba salir de su casa sin ser visto, argumentando que "necesitaba tomar aire".
En tanto, en Mendoza, un grupo de amigos simuló un cortejo fúnebre con un ataúd vacío para justificar una reunión clandestina, pero el plan se desmoronó cuando las autoridades descubrieron que el "difunto" estaba vivo y tomando cerveza.
Estas ocurrencias, aunque risueñas, reflejaron el hartazgo de una población sometida a reglas estrictas y cambiantes.
Estas situaciones, que oscilaron entre lo tragicómico y lo absurdo, dejaron en evidencia las contradicciones del aislamiento.
Mientras los camioneros enfrentaban trabas burocráticas y tratos indignos, los ciudadanos buscaban formas de sobrellevar la reclusión, a veces con humor, a veces con desesperación.
Cinco años después, estas historias permanecen como un testimonio de una época en la que la normalidad se suspendió y lo insólito se volvió, por momentos, cotidiano.
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