Vergüenza nacional

“Vacunatorio VIP”, fiesta en Olivos y la hipocresía del poder al desnudo

19/03/2025 | 11:41

Dos escándalos que marcaron la cuarentena. Desmanejos y privilegios, las causas de una herida que aún hoy lacera a la sociedad argentina.

Redacción Cadena 3

A cinco años del inicio de la pandemia de COVID-19, los ecos de dos episodios que sacudieron la credibilidad del gobierno de Alberto Fernández durante la cuarentena estricta en Argentina siguen resonando: el "vacunatorio VIP" y la fiesta en la Quinta de Olivos.

Estos escándalos, ocurridos mientras el país enfrentaba restricciones draconianas y un sistema de salud al borde del colapso, expusieron una desconexión brutal entre el discurso oficial de solidaridad y las prácticas de privilegio de quienes ostentaban el poder.

La vacunación como privilegio político

En febrero de 2021, cuando las vacunas contra el COVID-19 eran un bien escaso y preciado, el escándalo del "vacunatorio VIP" estalló como una bomba política.

El periodista Horacio Verbitsky reveló en una entrevista radial que había recibido la vacuna Sputnik V en el Ministerio de Salud, gracias a su amistad con el entonces ministro Ginés González García.

Lo que parecía un comentario casual destapó una red de favoritismo: decenas de funcionarios, amigos del poder y figuras públicas habían sido inmunizados en secreto, saltándose el protocolo que priorizaba a personal de salud y adultos mayores.

La lista de beneficiados, que incluyó nombres como el senador Jorge Taiana, el diputado Eduardo Valdés y hasta el empresario Florencio Aldrey, indignó a una sociedad que aguardaba turnos con ansiedad y veía morir a sus seres queridos sin acceso a la vacuna.

El gobierno intentó minimizar el daño: Fernández despidió a González García y lo reemplazó por Carla Vizzotti, pero el gesto no alcanzó para contener la furia popular ni para borrar la percepción de una "casta" privilegiada.

El propio Fernández, que había recibido su dosis en público el 21 de enero de 2021 como un gesto simbólico, quedó bajo sospecha.

Las posteriores investigaciones judiciales revelaron que el 11 de febrero de ese año, tres personas del Hospital Posadas —incluida la enfermera que lo vacunó— ingresaron a la Quinta de Olivos por más de tres horas, alimentando teorías de un vacunatorio paralelo en la residencia presidencial.

Aunque la Justicia desvinculó a los vacunados de la causa penal, el daño político fue irreparable: la aprobación del gobierno, que había alcanzado un 57% al inicio de la pandemia, cayó en picada.

Fiesta en Olivos: burla a un país confinado

Si el “vacunatorio VIP” fue una puñalada a la confianza pública, la fiesta en Olivos fue la estocada final a la autoridad moral de Alberto Fernández.

El 14 de julio de 2020, en plena fase estricta del aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO), la entonces esposa de Fernández, Fabiola Yáñez, celebró su cumpleaños en la Quinta de Olivos con una decena de invitados.

La filtración de una foto en agosto de 2021 —donde se veía a Fernández, Yáñez y amigos sin barbijos ni distanciamiento— desató un escándalo que contrastó cruelmente con las restricciones impuestas al resto de la población.

Mientras los argentinos no podían despedir a sus muertos, trabajar o salir de sus casas sin permiso, el presidente participaba en un festejo que violaba su propio Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU).

"A los idiotas que violen la cuarentena les va a caer todo el peso de la ley", había advertido Fernández meses antes, una frase que volvió como un búmeran.

En las calles, el silencio impuesto por el confinamiento se rompió con cacerolazos de protesta.

Y en los barrios humildes, donde el encierro agravaba la pobreza, la bronca se transformó en resignación: "Ellos hacían fiestas mientras nosotros contábamos los pesos para comer".

Justificaciones poco convincentes.

Fernández alegó que no había "reparado" en la ilegalidad del evento y que ese día "más de 100 personas" habían ingresado a Olivos por cuestiones laborales, diluyendo la gravedad del festejo.

Dijo entonces: “Fue un error de mi querida Fabiola”.

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(Tiempo después terminó denunciado por acciones violentas, en una causa judicial que todavía está en curso).

Fernández ofreció donar 1,6 millones de pesos al Instituto Malbrán para cerrar la causa judicial, un resarcimiento que muchos interpretaron como un intento de comprar impunidad.

La oposición, encabezada por Juntos por el Cambio, pidió juicio político, aunque el sólido control peronista en el Senado frustró la iniciativa.

Una doble moral expuesta

Ambos episodios, ocurridos en momentos críticos de la pandemia, pintan un retrato descarnado de la gestión de Fernández: un líder que predicaba unidad y sacrificio mientras sus allegados disfrutaban de privilegios vedados al resto.

El “vacunatorio VIP” reveló un sistema de favoritismo que traicionó a los más vulnerables; la fiesta en Olivos, una insensibilidad que rozó la burla.

"Fue la gota que colmó el vaso", afirmó Mariel Fornoni, de Management & Fit, en referencia al cumpleaños, al señalar cómo tocó "la fibra sensible de quienes no pudieron despedir a sus seres queridos".

El impacto político fue devastador. Las elecciones legislativas de 2021 reflejaron el hartazgo: el Frente de Todos perdió la mayoría en el Senado y sufrió un duro revés en distritos clave.

La imagen de Fernández, que se había destacado en los primeros meses de la pandemia por su manejo inicial, se desplomó al 34 por ciento, según encuestas de la época.

La prensa internacional, como el Financial Times, no dudó en destacar la paradoja: un presidente que imponía "una de las cuarentenas más estrictas del mundo" mientras violaba sus propias reglas.

Un legado de desconfianza

A la distancia, el “vacunatorio VIP” y la fiesta en Olivos no solo marcaron el ocaso político de Alberto Fernández, hoy alejado del poder, sino que profundizaron la grieta entre la ciudadanía y una clase dirigente percibida como intocable.

En un país donde la inflación y la pobreza ya eran flagelos antes de la pandemia, estos escándalos reforzaron la idea de que las normas no rigen para todos por igual. "Nos encerraron, nos pidieron sacrificios y ellos hacían lo que querían", resume Sofía, una estudiante que perdió a su abuela sin poder despedirla.

El daño trasciende lo judicial —ambas causas se cerraron con sobreseimientos y resarcimientos— y se instala en lo simbólico: la pandemia dejó cicatrices, pero los privilegios del poder dejaron heridas abiertas.

Mientras Argentina sigue lidiando con sus crisis recurrentes, la memoria de esos días de doble discurso permanece como un recordatorio amargo de que, en tiempos de emergencia, la solidaridad fue un lujo que no todos pudieron permitirse. 

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