El triste final de un hombre solo

Abrapalabra

Alberto Fernández, el triste final de un hombre solo

07/09/2023 | 17:50

  

Redacción Cadena 3

Julio Perotti

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Alberto Fernández, el triste final de un hombre solo

El título también podría ser: el solitario final de un hombre triste.

No es un mero juego de palabras.

Cualquiera de ambos conceptos define hoy este tramo de 94 días que le quedan a Alberto Fernández para entregar la Presidencia de la Nación.

Desde hace ya mucho tiempo –los dos tercios de su gestión, podríamos decir– todo fue gris, chocó una y otra vez contra la realidad.

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La pandemia, en la que pretendió erigirse como estadista, nos devolvió al final la imagen de un presidente que mientras levantaba el dedo para amenazar con sanciones al que violara la veda, celebraba un cumpleaños, favorecía un enorme negocio con las vacunas e ignoraba que había vacunatorios vip para los amigos del poder, entre otras delicadezas.

La invasión rusa a Ucrania nos encontró con el pie cambiado: el invasor, Vladimir Putin, había sido invitado para que Rusia usara a la Argentina como plataforma para entrar en América latina.

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La economía fue un caballo indomable. Inflación, caída en las reservas y muchos pesares más. Ay, pero Macri; la pandemia; la invasión a Ucrania; la sequía, fueron argumentos que no lograban explicar por qué la gran mayoría los países tenían inflación baja y la Argentina no.

Todo en un contexto político en el que Alberto Fernández estuvo jaqueado por quien lo puso allí, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Ella y La Cámpora se encargaron sistemáticamente de minar cualquier mínima posibilidad de que pudiese liderar el gobierno.

Perdieron las elecciones de medio turno em 2021 y Cristina mandó a los kirchneristas a renunciar del gabinete. Al final, todos se quedaron. La autoridad presidencial sufrió un enorme raspón.

Cristina le marcaba el paso. Hay funcionarios que no funcionan, le dijo y lo obligó a sacar del gobierno a algunos de sus amigos.

Nunca Alberto Fernández fue capaz de resistir esos embates y tratar de construir una base política propia.

Así como no cometió un matricidio político, tampoco los demás –como los gobernadores– se le acercaron.

Evidentemente, Cristina provoca temor a todos, incluido a Alberto, claro, al que le achacan no haber hecho nada para que cesaran los problemas judiciales de la señora.

Así como le bajaron un ministro de Economía, Martín Guzmán, Alberto Fernández no tuvo alternativa y, por ende, no puso ni las manos para que Sergio Massa llegara al Palacio de Hacienda.

La historia argentina nos revela unos cuantos enfrentamientos entre un presidente y el ministro de Economía. Carlos Menem con Domingo Cavallo, por ejemplo.

Pero no hay a la vista casos de sumisión del Presidente al ministro que, además, puso el pecho y se quedó con la candidatura presidencial.

Massa definitivamente se corta solo. Lo demostró con las medidas que anunció semanas atrás. Por más que Alberto Fernández haya publicado el Twitter que fue él quien pidió a sus ministros que adoptaran medidas para paliar la situación.

Nadie le creyó al tuit. Todos sabían que Massa actuaba con libertad absoluta.

Así como nunca construyó poder político, Alberto Fernández tampoco logró estructurar un equipo de gobierno que fuera capaz de sacar aguas de las piedras. Nada.

Ahora, en su ocaso, Alberto Fernández marcha hacia una gira internacional a la que atribuyen cualidades de despedida. Ni que fuera The Rolling Stones o, más de cabotaje, Los Chalchaleros.

La agenda le permitirá sumar muchas millas, y gastar muchos miles de dólares de esos que la Argentina carece.

Después de la India, vienen Chile, Cuba; la Gran Manzana, Nueva York, para un último discurso ante la Asamblea General de la ONU, y finalmente el país fetiche del camporismo, China.

De arranque va ir a hablar al Grupo de los 20, que sesiona en la India, en nombre un alineamiento político que seguramente va a cambiar a partir del 10 de diciembre.

Porque en relaciones internacionales estuvo demasiado cerca de los dictados cristinistas. Excluyamos a Lula, porque Brasil es un socio imprescindible de la Argentina, pero pongamos en esa grilla a Venezuela, Rusia e Irán.

No vemos que ni siquiera Sergio Massa, menos aún Javier Milei o Patricia Bullrich, quieran estar cerca de ellos. Más bien todos, por amor o por necesidad, miran hacia los Estados Unidos y Europa.

La política exterior es cosa seria para cualquier país. Marca su presente y su futuro. Por eso, no cualquiera está habilitado para ser el canciller. No es para chambones, dirían en la cancha de bochas del pueblo.

Demasiados políticos se preocupan por cuántas páginas le dedicarán los libros de historia. Para los hombres tristes y solos suelen quedar apenas algunas anotaciones al margen.

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