Caso Báez Sosa: la verdad, más allá de los deseos y la indignación

Pocas causas judiciales de los últimos años concitaron tanta atención social como el juicio contra ocho rugbiers por el asesinato de Fernando Báez Sosa durante la madrugada del 18 de enero de 2020 en la ciudad de Villa Gessell.

Más allá de lo que está determinado en el expediente, millones de personas tienen acceso, ¬a través de los medios y las redes sociales, a videos captados por los mismos agresores y de testigos, y a mensajes de celulares. Y escuchan decenas de testimonios, desde los que estuvieron cerca de la escena del crimen hasta los comentaristas permanentes de la realidad.

Los especialistas consideran que debe ser uno de los crímenes con más registro fílmico de la historia argentina.

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Pero también uno de los hechos en el que los acusados guardaron un pacto de silencio que, hasta ahora, apenas si se esboza que se haya roto con la escueta declaración de uno de los imputados al decir que él no estaba en la escena del crimen.

La trama, en definitiva, se expone a partir de los mensajes de los móviles de los implicados, que son difundidos una y otra vez.

Es probable que la mayoría de los argentinos esperen que del juicio salga una sanción ejemplificadora porque los ataques en manada, por desgracia, se están repitiendo demasiado a menudo.

Por ende, también hay un coincidente reclamo de que “caiga todo el peso de la ley” sobre los agresores.

Ahora bien, para muchos ese peso de la ley no acepta otra cosa que una condena a cadena perpetua. Y eso no necesariamente puede ocurrir. ¿Acaso todos habrán tenido la misma responsabilidad?

Todavía no se ha escuchado a la defensa de los implicados. Pero aun así, es probable que lo que digan al final no sea tenido en cuenta en la consideración social, por el peso de esa idea generalizada de la culpabilidad plena y sin ningún tipo de atenuante.

Los jueces están obligados a juzgar a partir de los hechos y los argumentos, más allá del clamor popular, que puede pedir sanciones extremas. Ley, Constitución y estado de Derecho se anteponen.

Aunque a veces no nos guste porque el resultado no esté alineado con nuestras expectativas, hay que respetarlo. Aunque los de arriba, los que gobiernan, no nos den el mejor ejemplo.