Cinco grandes lecciones a cinco años de la pandemia de Covid 19

El 11 de marzo de 2020, el mundo cambió para siempre.

Ese día, el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), declaró que la enfermedad por el coronavirus 2019, conocida como COVID-19, había alcanzado el estatus de pandemia.

Lo que comenzó como un brote en Wuhan, China, se convirtió en una crisis global que puso a prueba la resiliencia de la humanidad. Cinco años después, en este 10 de marzo de 2025, qué lecciones nos dejó este capítulo histórico y, en particular, cómo Argentina enfrentó y aprendió de esta tormenta.

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La pandemia expuso las fortalezas y fragilidades de los sistemas de salud a nivel mundial. Aprendimos que la preparación es clave: países con infraestructura sanitaria robusta y respuestas rápidas lograron mitigar el impacto, mientras que otros, incluidos muchos en América latina, quedaron a merced de la improvisación.

En Argentina, el sistema de salud, ya debilitado por años de desinversión, enfrentó un desafío titánico.

Los médicos y enfermeros se convirtieron en héroes anónimos, trabajando turnos extenuantes con recursos limitados. La imagen de hospitales colapsados y la lucha por conseguir respiradores quedarán grabadas en la memoria colectiva.

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Otro aprendizaje global fue la importancia de la solidaridad. La carrera por las vacunas demostró que, aunque la ciencia puede avanzar a pasos agigantados —con vacunas desarrolladas en tiempo récord—, la distribución equitativa sigue siendo un ideal lejano.

En Argentina, jugó la política. El arribo de las primeras vacunas Sputnik V, seguido por acuerdos con Pfizer, AstraZeneca y Sinopharm, marcó un punto de inflexión, pero también evidenció las desigualdades geopolíticas. Mientras las naciones ricas acumulaban dosis, nosotros dependíamos de la voluntad internacional y de la capacidad logística local.

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La pandemia también nos enseñó sobre el valor de la información y el peligro de la desinformación.

En Argentina, las conferencias diarias del gobierno al inicio de la crisis buscaban mantener a la población informada, pero pronto se mezclaron con narrativas políticas. Las redes sociales se inundaron de teorías conspirativas y remedios falsos, desde el dióxido de cloro hasta supuestos "tratamientos milagrosos". Aprendimos, a un costo elevado, que la confianza en la ciencia y en las instituciones es frágil y debe cultivarse constantemente.

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En el ámbito social, la cuarentena estricta impuesta en Argentina —una de las más largas del mundo— dejó lecciones ambivalentes.

Por un lado, permitió ganar tiempo para preparar hospitales y evitar un colapso inmediato.

Por otro, devastó la economía informal, que sostiene a millones de argentinos. Los niños y adolescentes pagaron un precio altísimo con la interrupción de la educación presencial, agravando las brechas de desigualdad.

La frase "quedate en casa" resonó como un privilegio para quienes tenían un hogar seguro y un ingreso estable, mientras que para otros fue una condena a la precariedad.

En Argentina, la creatividad afloró en medio de la adversidad: desde los aplausos a los trabajadores de la salud hasta los emprendimientos que surgieron para sobrevivir al encierro.

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Sin embargo, también enfrentamos el dolor de las despedidas a distancia, los velorios por videollamada y el duelo colectivo por más de 130.000 vidas perdidas, según las cifras oficiales hasta 2023.

Conclusión

Mirando hacia atrás, la pandemia nos legó una certeza: la humanidad es interdependiente. Ningún país, ni siquiera el más poderoso, puede aislarse de un desafío global. Aunque ahora estemos fuera de la OMS por decisión del presidente Javier Milei.

A cinco años del anuncio de Tedros, el mundo no es el mismo. Argentina tampoco. La pandemia fue un espejo que reflejó nuestras falencias y nuestras virtudes.

Nos dejó más solos, distanciados y desconectados: cambios que persisten.

La pregunta ahora es si sabremos usar estas lecciones para construir un futuro más justo y preparado, o si, como tantas veces en nuestra historia, dejaremos que el tiempo borre la memoria de lo que fuimos capaces de superar.