Abrapalabra
02/01/2024 | 16:25
Redacción Cadena 3
Julio Perotti
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Cuando las purgas militares ya no son noticia. Por Julio Perotti
A través de los decretos 120 y 119, el presidente Javier Milei designó al brigadier general Xavier Julián Isaac como nuevo jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas y al general de brigada Carlos Presti como jefe del Ejército.
También mediante los decretos 124 y 121 designó al contraalmirante Carlos Allievi como jefe de la Armada, y del nrigadier mayor Fernando Luis Mengo como titular de la Fuerza Aérea Argentina.
Hasta allí nada fuera de lo normal. O sea, un cambio en la conducción de cada una de las fuerzas armadas, algo habitual en un cambio de gobierno.
Lo llamativo es que la llegada al frente del Ejército del general Presti, implicó la salida de 22 generales de mayor antigüedad que él. Esa cantidad convierte a esta renovación en la más grande desde la restauración de la democracia en 1983.
Supera, incluso, la realizada por Néstor Kirchner en 2005, cuando el general Roberto Bendini asumió el mando del Ejército, llevando al retiro a 19 generales.
En estos cambios siempre pesan los intereses dentro del propio gobierno, hay juegos de poder que determinan un ascenso o una partida.
Pero hoy ya no tiene el valor estratégico de cuando las Fuerzas Armadas eran un poder en constante tensión con el poder civil.
De hecho, desde la década de 1930, las Fuerzas Armadas argentinas intervinieron en la política nacional en demasiadas ocasiones, derrocando gobiernos civiles e instaurando dictaduras militares.
Estas dictaduras se caracterizaron por represión política, atroces violaciones de los derechos humanos y censura de la libertad de expresión.
En particular, la de 1976-1983 con su saldo de sangre y desapariciones, lo que la convirtió en la dictadura militar más sangrienta de la historia argentina.
La derrota de las Fuerzas Armadas en la guerra de Malvinas en 1982 marcó un punto de inflexión en la relación entre el poder político y el poder militar porque permitió la restauración de la democracia.
Luego hubo, por cierto, situaciones de tensión, como las que se vivieron en las rebeliones carapintada en los gobiernos democráticos de Raúl Alfonsín y de Carlos Menem.
Hoy la generación que las conduce ya nada tiene que ver con aquel pasado. De hecho, el general Presti, hoy jefe del Ejército, tiene 57 años. O sea, tenía apenas 10 en la dictadura.
O por caso sus colegas Allievi, de la Armada, 58 años,
Mengo, de la Fuerza Aérea, 55 años.
La buena noticia es que, definitivamente, los cambios en la sociedad argentina contribuyeron a reducir la influencia del poder militar en la política.
La democratización consolidó el poder civil y promovió una cultura de los derechos humanos que es incompatible con el autoritarismo militar.
PD. Para quien quiera revisitar la historia, es imprescindible leer lso dos tomos excelentes de “Poder militar y sociedad política en la Argentina”, del politólogo Alain Rouquié.
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