Abrapalabra
14/08/2024 | 17:03
Redacción Cadena 3
Julio Perotti
Audios
De Loan Peña a Fabiola Yañez: el valor de la prudencia
Desde el 13 de junio pasado, hemos estado siguiendo las noticias sobre la infructuosa búsqueda de un niño, Loan Peña, desaparecido en Corrientes.
Desde el 8 de agosto, hemos hecho lo mismo con las denuncias de Fabiola Yañez contra el expresidente Alberto Fernández.
¿Hay alguna línea conductora que una las dos situaciones, consumidas en los medios como series de plataforma?
Primero, todos comentan datos con casi ninguna información sobre lo que pudo suceder. De contrastar dos fuentes, nada.
Danza de nombres que, con la desaparición de Loan, se nos han vuelto familiares: la abuela Catalina, la mamá María, el papá José, la tía Laudelina, la prima Camila. Y así hasta formar un árbol genealógico completo del pequeño pueblo de 9 de Julio.
Además, claro, de María Victoria Caillava y Carlos Pérez, presentados como los villanos de esta trama.
Todo se torna tan ficcional que se pierde de vista que hay un niño desaparecido desde hace 62 días.
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En segundo lugar, nosotros, los periodistas —y lo hago en primera persona del plural para no esquivar el bulto— tejemos especulación tras especulación, violando incluso elementales principios del derecho, como el de la presunción de inocencia hasta que se pruebe la culpabilidad.
Hay tanto apuro por mostrarse informados que se termina distorsionando la realidad.
La abundancia de versiones y contenido ligero crea la ilusión de que la realidad es más superficial y menos compleja de lo que realmente es.
Terminamos ofreciendo una visión sesgada del mundo, alejada de su complejidad.
Las imágenes, como las de Fabiola Yañez, juegan aquí un papel fundamental en nuestros sesgos cognitivos.
¿Qué son los sesgos cognitivos?
Los sesgos cognitivos son patrones de pensamiento que desvían nuestro juicio de la lógica o la racionalidad.
Estos sesgos pueden influir en nuestras decisiones y percepciones de manera significativa.
Algunos ejemplos comunes incluyen el sesgo de confirmación, donde buscamos información que confirme nuestras creencias.
Ver las fotos de una mujer golpeada nos remite inmediatamente a pensar que su pareja fue el agresor.
Así, las imágenes se convierten en fundamentales. Las personas tienden a recordar mejor las imágenes que la información escrita o hablada.
Esto se debe a que las imágenes son más fáciles de procesar y almacenar en la memoria.
Si las imágenes son vívidas y emocionales, pueden hacer que ciertos eventos o ideas parezcan más comunes o probables de lo que realmente son.
Y si a esto le sumamos la reiteración de información —sin importar si es falsa o engañosa, o si no está debidamente verificada— la gente tiende a creerla.
Las versiones, al ser repetidas constantemente, pueden reforzar este efecto y hacer que el público las perciba como más verdaderas.
Si no las cree, puede tomarlas como una ficción, que se agota poco después de que los periodistas reemplazamos ese tema por otro. Y las ficciones, ya sabemos, tienden a banalizar realidades que son complejas y, peor aún, muy dolorosas.
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