Del recinto a la calle, jornadas de alto impacto

Semana clave para el gobierno.

Primero, casi listo el acuerdo por la ley ómnibus con un sector de la oposición en Diputados al que bautizaron “dialoguista” (PRO, UCR, Hacemos Coalición Federal) en contraposición con los kirchneristas y la izquierda, que tienen una posición irreductible.

Sólo tres ejemplos:

Se eliminó YPF del listado de empresas a privatizar.

Se limitó las retenciones a las economías regionales a cero.

Y se comprometió a cumplir con el ajuste trimestral a los jubilados hasta marzo, respetando la fórmula actual mientras que a partir de abril, se inicia una actualización automática por inflación mensual a partir del último dato de inflación disponible del INDEC.

Si no hay desacuerdos de último minuto, los cambios acordados ya están plasmados en un proyecto corregido que sólo requiere dictamen para llevarlo al recinto.

CGT, a la calle

Segundo, el paro que la CGT promueve para este miércoles.

Como ya hemos dicho en varias oportunidades, es la misma CGT que durmió la siesta durante el gobierno kirchnerista de Alberto Fernández.

Ahora, uno de sus caciques, Héctor Daer, amenazó a los diputados: “Los dialoguistas no van a poder caminar por la calle si van y entregan el Banco Central”. Porque el Banco Central no es un tema de los trabajadores, es el que generó la posibilidad de desarrollo de todo el país, del interior”.

Dos detalles: uno, que quienes no pueden andar por la calle si no es rodeados por patotas son muchos sindicalistas. Muchachos de guardaespaldas y autos blindados.

El otro punto es observar que el Banco Central es la autoridad financiera. ¿No será el Banco Nación que efectivamente es la banca federal por antonomasia?

Como fuere, vamos a ver qué capacidad de respuesta espontánea tienen estos gremialistas, que callaron cuando la inflación comenzó a comerse los ingresos y la pobreza escalaba casi al 50 por ciento,, y que ahora quieren ir a la calle en sociedad con el kirchnerismo que causó estos estragos.

Mientras tanto, habrá que acostumbrarse a escuchar vaticinios de la caída del actual gobierno a falsos profetas, como el publicista amigo de Alberto Fernández, Enrique Albistur, que le prestaba el departamento al homeless que luego se convirtió en presidente y que hoy vive en España.