Abrapalabra
03/12/2024 | 17:53
Redacción Cadena 3
Julio Perotti
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Diciembre, Milei y los hijos del 2001
La crisis de 2001, que hizo eclosión en diciembre de ese año, tuvo profundas consecuencias políticas, económicas y sociales que, aunque por allí parecemos olvidarnos, todavía resuenan en la Argentina.
Esta serie de desgraciados eventos marcó un punto de inflexión en la historia del país, provocando cambios significativos en su estructura social y política.
La crisis culminó con la renuncia del presidente Fernando de la Rúa el 20 de diciembre de 2001, tras protestas masivas y violentas que exigían su salida.
La inestabilidad política se intensificó y resultó en la sucesión de cinco presidentes en un corto período.
Este descontento generalizado llevó a una pérdida de legitimidad en las instituciones políticas y a un aumento en la desconfianza hacia los partidos tradicionales.
Esto facilitó el surgimiento de nuevas formas de organización social y política, como asambleas barriales.
La crisis también impulsó una reconfiguración del sistema político argentino, con un enfoque renovado en las políticas sociales bajo el gobierno de Eduardo Duhalde y posteriormente Néstor Kirchner.
Consecuencias económicas
Desde el punto de vista económico, la crisis fue devastadora.
La implementación del "corralito" —una restricción a los retiros bancarios— exacerbó la situación y llevó a una caída drástica del consumo y un terrible aumento del desempleo que alcanzó niveles récord, al superar el 20%.
Obviamente, la pobreza se disparó al afectar a más del 50% de la población para 2002, una cifra que aún hoy persiste y, por si fuera poco, se ve incrementada.
Socialmente, la crisis tuvo efectos devastadores.
La pobreza infantil se incrementó significativamente.
En 2001, alrededor del 54% de los niños vivían en condiciones de pobreza.
La precarización laboral aumentó y la cobertura social disminuyó drásticamente; por ejemplo, la proporción de personas con acceso a jubilaciones cayó del 71% al 56% entre 1992 y 2002.
El estallido social también reveló nuevas dinámicas en las protestas: los protagonistas no eran solo sindicatos tradicionales, sino grupos informales y desocupados que exigían derechos sociales y económicos.
Además, Argentina declaró el mayor default soberano de la historia, con una deuda externa que alcanzaba los 144 mil millones de dólares.
Las políticas económicas neoliberales implementadas durante la década de 1990 fueron ampliamente criticadas y se consideraron responsables del colapso económico.
Esto puede parecer contradictorio a esta nueva realidad libertaria que vivimos. Pero es parte del péndulo argentino,
En resumen, las consecuencias de la crisis de 2001 fueron profundas y multifacéticas, afectando todos los aspectos de la vida argentina.
Desde un cambio radical en el paisaje político hasta una aguda crisis económica y un aumento alarmante en los niveles de pobreza e inequidad social, el legado de esta crisis sigue presente en las discusiones sobre políticas públicas y justicia social en Argentina.
Pasaron los gobiernos de Duhalde (interino), los tres de los Kirchner, uno de Néstor y dos de Cristina. El de Néstor, recordemos, con un 22 por ciento de los después de que Carlos Menem, que había ganado la primera vuelta, se bajó del balotaje.
Después de Cristina, Mauricio Macri con su tibieza, admitida por él mismo, a punto tal que perdió su reelección en manos de Alberto Fernández, candidato de Cristina…
Una gestión incalificable, por desastrosa, con Sergio Massa de ministro de Economía y candidato presidencial. Aún así, sacó el 44 por ciento de los votos.
Pero al frente llegó un hijo del 2001. Javier Milei, que vino desde atrás en su armado político, y se quedó con casi el 57 por ciento de los votos, la Presidencia y una imagen que ni la peor de las crisis logró derrumbar.
¿Por qué decimos que Milei es hijo de la crisis del 2001?
Su discurso se centra en la crítica a "la casta política". En la concepción social, esa esa la casta que llevó al país al pozo del 2001 y que, luego, no fue capaz de levantarlo. Aquel “Que se vayan todos”, que sonaba en las calles desde la época de De la Rúa, logró dos décadas después corporizarse en Javier Milei.
Milei sostiene que los indicadores sociales actuales son peores que los de 2001, lo que refuerza su narrativa de que el país necesita un cambio drástico.
El apoyo que Milei ha encontrado entre los jóvenes también es significativo.
Muchos votantes menores de 25 años no vivieron directamente la crisis del 2001, pero crecieron en un contexto de inflación y falta de oportunidades.
Esto creó una desconexión generacional entre ellos y sus padres, quienes pueden tener una visión más crítica hacia las políticas neoliberales que Milei defiende.
Este fenómeno se refleja en cómo Milei ha logrado conectar con estos jóvenes al presentarse como una alternativa viable frente a lo que perciben, mucho más críticamente que sus padres, como un sistema fallido.
En resumen, el ascenso político de Milei en un contexto post-crisis, y su discurso y propuestas reflejan las frustraciones acumuladas desde entonces.
Hijo de la Argentina que cayó al pozo en 2001 y que todavía busca salir.
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