Abrapalabra
22/02/2024 | 17:16
Redacción Cadena 3
Julio Perotti
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El recuerdo de los osos que se llevaron puesto un sueño libertario*
Cuando los osos destruyeron una utopía libertaria
Cuenta la historia (real) que, allá por 2004, se juntaron doscientos anarcocapitalistas, que reivindican la propiedad privada, el Estado mínimo y la libertad a ultranza del individuo.
Decidieron entonces poner en marcha el “Free Town Project”, o Proyecto Pueblo Libre.
¿Ubicación? Eligieron Grafton, un pequeño poblado de New Hampshire en el noreste de los Estados Unidos.
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¿Cuál era la idea? Vivir allí sin impuestos, sin planeamiento urbano, sin recolección de residuos. Libertad total.
¿Cómo nació todo?
Estos libertarios, que se habían conocido en foros de Internet, decidieron que Grafton, por su condición de poblado tranquilo entre los bosques de Nueva Inglaterra, era ideal para su experimento: máxima libertad y mínima intervención pública como perfecto estado de vida, resume Pedro Torrijos en un excelente resumen de esta historia que Matthew Hongoltz-Hetling plasmó en el libro "A Libertarian Walks Into A Bear" (Un liberal se encuentra a un oso).
Entonces, los libertarios se instalaron en Grafton y rápidamente, metieron mano en el presupuesto y lo redujeron en un 30 por ciento.
¿Cómo? Adiós a servicios públicos que decidieron que eran ociosos: mantenimiento de rutas y calles, planificación urbana o recolección de residuos.
Pero pronto aparecieron los problemas.
Las rutas empezaron a tener baches que nadie reparaba, incendios que nadie apagaba y hasta ocurrió el primer asesinato en la historia del pueblo, desatado por una disputa vecinal.
Y lo más grave ocurrió cuando llegaron los osos, ancestrales dueños del bosque de la zona.
Osos negros, que en general no atacan a los humanos, comenzaron a entrar por los patios y terrenos de los vecinos.
¿Por qué? Porque al eliminar la planificación urbana, los habitantes habían ocupado terrenos que antes eran el hábitat de los osos.
Hubo un problema peor, muchísimo peor: la basura que nadie recogía y se acumulaba en los patios porque no se guardaba, como se había indicado, en tachos a prueba de osos.
Claro, la responsabilidad individual quedaba un poco de lado para muchos, que vivían en Crafton sólo porque no tenían que pagar impuestos.
Esta irresponsabilidad ofrecía comida libre para los osos, más rica y de más fácil acceso que la que podían obtener en los bosques. Por ejemplo, estaba Doughnut Lady (la señora de las donas), que les daba de comer roscas.
Dicen que por eso comenzaron a llegar más y más osos, que habían alterado su forma de vida silvestre: dormían menos, hibernaban menos y estaban cada vez más agitados y agresivos. Una suerte de osos mutantes drogadictos (pero sin cocaína), dice Torrijos.
Por si fuera poco, los osos recibían mensajes contradictorios: mientras algunos los espantaban con pirotecnia y hasta tiros, otros les daban más y mejor comida.
Con la situación fuera de control, los anarcocapitalistas acudieron por ayuda al Servicio de Caza y Pesca de New Hampshire.
¿Qué le respondieron? "Muchachos, este es el estado del ''Live Free or Die''. Arréglense".
Diez años después, el 2014, estos libertarios decidieron que el proyecto estaba poco menos que fracasado.
Muchos se fueron y otros se quedaron, pero entre todos decidieron que el presupuesto municipal aumentase hasta 1.5 millones de dólares: un 50 por ciento más que el que había antes de que llegaran.
Saquen ustedes sus conclusiones.
* La versión original de esta columna fue publicada el 16 de agosto de 2023 bajo el título "Cuando los osos destruyeron una utopía libertaria".
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