Juegos de poder

Una empresa tiene tres socios, una mujer y dos hombres. El gerenciamiento está en manos de uno de los hombres.

No le va bien. Anda a los tumbos. Cambia de gerente dos veces seguidas y nada.

Un día, urgido por la necesidad y condicionado por la mujer, entrega la gerencia al otro socio.

Este llega con colaboradores nuevos, un montón de ideas e, incluso, acceso a créditos y fondos que antes no disponían.

Más aún, se saca fotos con la socia, mostrando ella su mejor sonrisa, con lo cual aíslan aún más al tercero en discordia.

Promete lo que nunca su bloque hizo: la búsqueda de consensos para tratar medidas.

O sea, poner al Parlamento en el centro de la agenda política.

¿Cómo es que el socio que asume ahora el control no puso antes todos estos recursos a favor de la sociedad y se evitaba, así, que cayeran las acciones y la imagen de la sociedad? ¿Por qué lo hizo?

Hipótesis posibles:

1. Porque no quería que al otro le vaya bien (sucede que le fue demasiado mal).

2. Por ambiciones personales. Dejar que el otro caiga y posicionarse como el nuevo líder general.

3. Por connivencia con la mujer, que odia a ambos.

4. Las tres razones anteriores y más.

Mientras tanto, Sergio Massa –el personaje principal ahora de este cuento– arma el equipo y prepara viajes a Estados Unidos, Europa y Qatar para buscar plata o inversiones.

Fronteras adentro, hace guiños al campo para buscar alternativas a ese galimatías que había armado el Banco Central para que le campo liquidara divisas.

En las últimas horas, aprovechó para posicionarse. Se mostró junto con Cristina Fernández, además de recibir el beneplácito del bloque parlamentario que responde a la señora y que, jamás, tuvo exteriorizaciones de simpatías hacia el otro socio, el Presidente, el que quedó en el sillón simbólico.

Demasiado clima festivo para tamaña crisis.

Sólo queda esperar hasta este miércoles por la tarde para que jure y haga públicas sus medidas.

Allí despejaremos algunas incógnitas. Habrá otras, como dijimos, que quedarán ocultas, aunque no para siempre.

Tal vez los movimientos políticos que se produzcan cuando anuncie que es inevitable ajustarse el cinturón, nos despejará algunas incógnitas.