La absurda puja por una foto inocua

Un desafío para la audiencia: con la mano en el corazón que nos digan si la foto de un político junto a un ídolo deportivo o artístico cambió su voto o, cuando menos, su visión hacia ese dirigente.

Sin ánimo de adivinar o prejuzgar, es muy probable, altamente probable, que la respuesta mayoritaria sea que no.

¿Deportes y política están irremediablemente destinados a cruzarse? Porque no confundamos el deporte como política de Estado con el uso que pretende hacer de él la política, no la gran política, sino la partidaria, la que busca convertir un resultado deportivo en propaganda.

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En ese contexto, no se entiende para nada el tironeo porque la Selección fuera o no a la Casa Rosada para salir al balcón y si debía o no estar acompañada en ese balcón por Alberto Fernández.

Una salvedad: hubiese estado muy bien que el Presidente recibiera al equipo y le diera la bienvenida en nombre de los argentinos.

Pero de allí a pretender que por una foto en la que esté el mejor del mundo, el deportista más popular hoy de varias generaciones de argentinos, le va a ir mejor en las encuestas resulta difícil de asumir.

La madurez y la inteligencia de los argentinos les permite diferenciar claramente lo que fue un triunfo deportivo y su impacto en la vida cotidiana.

Finalmente, la Selección definió que el festejo será en el Obelisco.

La multitud que vaya como la que ya estuvo allí el domingo, o los que fueron al Monumento a la Bandera de Rosario o al Patio Olmos de Córdoba, o a los cientos de lugares en cada ciudad o pueblito, va a celebrar de nuevo, a saltar y a llorar.

Pero sus problemas cotidianos seguirán existiendo y quizá por mucho tiempo.

La instalación oficial de un cierto clima triunfalista ya tuvo algunos capítulos ayer, después de que Gonzalo Montiel estrelló la red con su penal y aseguró la Copa del Mundo.

Entonces, el intercambio en Twitter incluyó a Alberto Fernández con Lula y con Evo Morales entre otros. Todos saludaban en nombre de la Patria Grande.

Pero lo más sorprendente fue la expresión de Cristina que cuando saludó a Messi, al equipo y al cuerpo técnico, pero puso el foco en saludar a Messi y le atribuyó haberse ganado el corazón de los argentinos con el “maradoniano”, según su expresión “andá pa’allá bobo”, que el 10 dedicó al holandés Wout Weghorst.

El corazón de los argentinos lo conquistó con tesón, esfuerzo, buen juego, y no con una frase por simpática que nos parezca.

Es un fiel reflejo del kirchnerismo, tratar de costado aquello de lo que no se puede apropiar del todo.

Porque si alguien está fuera de la manipulación política es Lionel Messi.

Una de las poquísimas veces que habló de política fue hace dos años, en diciembre del 2020, en una entrevista televisiva con el periodista catalán Jordi Évole.

¿Qué dijo el capitán?

“No me gusta hablar de política. Veo, escucho, me gusta aprender, sobre todo de mis amigos. La política se convirtió en algo raro para la gente. Más que partidos políticos, parecen equipos de fútbol. La gente se pelea por ellos y ya no mira qué puede sacar de bueno del otro. Pero yo quiero lo mejor para mi país, que la gente que menos tiene pueda tener cosas. Pero yo no tengo ninguna definición política en particular. Sólo quiero que saquen al país adelante, sin robar ni hacer cosas raras”.

Si les interesa lo que piensa Messi, que los gobernantes lean y releean esa.