La economía hace crujir el frente de cada vez menos

Sólo queda como un lejano recuerdo que el Frente de Todos se asentó, al menos en lo formal, en un trípode con tres nombres propios: Cristina Fernández, Alberto Fernández y Sergio Massa.

Sólo recordemos que Alberto llegó a la Presidencia no por vocación ni empuje propio sino porque fue Cristina la que lo entronizó.

Esta sociedad tuvo, además, a Massa como un socio importante para mostrar una alianza, aunque Cristina no lo quisiera. Después de todo, era Massa el que un par de años antes prometía que iba a meter presos a los kirchneristas.

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Esto es un ejercicio de memoria. Porque hoy la realidad nos muestra un Frente de Todos que implosionó.

Alberto ya fue. Nadie, ni siquiera entre los que lo bancaron de entrada, apuesta a que puede tomar alguna medida, cualquiera sea, que tenga efecto sobre el barco escorado. Porque no fue, no es y no será el capitán de este barco de papel mojado.

Apenas si lo acompaña la esperanza de que el tiempo pase. Para la sociedad, quedará en la categoría de los presidentes para el olvido.

Es tal el grado de desazón que Emilio Pérsico, del Movimiento Evita, pero a la vez funcionario de Desarrollo Social, dijo que la gestión de Alberto Férnández, que él integra, llevó a la Argentina a un estado “pre-peronista" porque sólo el 20 por ciento de los trabajadores está registrado.

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Hoy, Cristina y Massa se mantienen en sus espacios de poder. Cristina, con La Cámpora, y su intento de lograr territorialidad básicamente en Buenos Aires, para refugiarse ante un resultado que, como van las cosas, no puede ser otra cosa que adverso.

Y Massa, que cosecha elogios en el exterior y algún que otro crédito, pero no logra domar dos factores clave de la economía: las reservas y la inflación (6,2 por ciento en setiembre, según en Indec, un 83 por ciento en los últimos doce meses y 66,1 en lo que va de este año).

¿Qué pasaría si la relación entre Cristina y Massa sufre algún cortocircuito?

Hay algunos en ciernes.

Empecemos con el último, el precio de los alimentos. Cristina quiere una medida de congelamiento, pero esa idea chocó contra el equipo de Massa. Una de sus manos derecha, el secretario de Industria y Desarrollo Productivo, José Ignacio de Mendiguren: “El congelamiento o control de precios, o el nombre que le quieran poner, no es la solución al problema de la inflación”. No hay magia, lo apuntaló el propio Massa.

Antes, los camporistas le cuestionaron a Massa el dólar soja: “Las cerealeras nos pusieron de rodillas”, le cuestionó Máximo Kirchner.

Y aun antes, la idea de un bono para los sectores más necesitados que exige Cristina y que costaría más de 70 mil millones de pesos del dólar soja.

El cristinismo enfrenta una paradoja: si se mete más a fondo con las cuestiones económicas y Massa les hace caso, quedarán sin ninguna posibilidad de tratar de esquivarle a la responsabilidad –que la tienen, claro que sí– del fracaso.

Acorralarlo a Massa es para ellos muy peligroso. Porque les gusten o no las medidas que toma, es la última posibilidad que tienen. Sólo una posibilidad, apenas una posibilidad. Pero, claro, peor sería no tener nada más que una estrepitosa derrota anunciada un año antes.