La rueda de la fortuna

En otros tiempos, las encuestas preelectorales ofrecían un indicio bastante claro hacia dónde se inclinaba el electorado.

Con un buen muestreo, los expertos podían armar rutas más o menos seguras para los candidatos, de manera de acercarlos lo más posible al triunfo o, cuando menos, descontar puntos respecto de quienes iban adelante.

Pero venimos comprobando que esto no ocurre. Ni aquí ni en muchos lugares del mundo.

Las sociedades experimentan movimientos subterráneos que no logran ser percibidos por los sismógrafos de opinión pública.

Todo parece gelatinoso, o sea imposible de asir. Los números de los sondeos parecen escaparse entre los dedos.

En las primarias y en la primera vuelta hubo algunos que se acercaron a la realidad, pero no fue determinante.

Cómo será que en las elecciones del 22 de octubre pasado, en la primera vuelta, no hubo bocas de urnas, de esas que solían ser usadas para intentar instalar una sensación de triunfo.

Digamos que nadie vio venir el triunfo de Javier Milei en las primarias ni la remontada de Sergio Massa en la primera vuelta.

Ahora hay una danza de números que marcan, en general, una diferencia corta entre ambos candidatos.

Faltan 11 días. Hay una intensificación de las campañas, la limpia y la sucia.

En una sociedad tan volátil en su decisión política, ¿cuál pesará más? ¿La de las promesas formales, la de los buenos y malos gestos hecho a la luz pública? ¿O la que muestran los trolls en las redes con algún supuesto lado B de los candidatos?

La rueda de la fortuna está girando. Falta demasiado aun para que se detenga.