Mal de ausencias

No hay forma en que un gobierno reemplace la ausencia pública de su principal figura. Salvo que esa figura haya optado por el autoexilio interno o por una vacaciones anticipadas con el uso de bienes del Estado, como la residencia, los choferes, etc.

Es muy preocupante que la única acción del presidente Alberto Fernández haya sido hablar con una comerciante de Río Cuarto, y no dar la cara ante todos los argentinos, angustiados, jaqueados, con miedo…

Vamos a ver qué hace en dos visitas que tiene previstas esta semana: Neuquén y La Pampa.

Tampoco está visible la vicepresidenta Cristina Fernández.

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Fanática de Twitter, la última vez que usó la red social fue el 9 de agosto.

Aun adentro del peronismo, algunos seguramente pensarán, como José Sacristán, en el monólogo final de la famosa película Solos en la madrugada: “Somos huérfanos gracias a Dios y estamos maravillosamente desamparados ante el mundo”.

Al final, sólo se puede confirmar que al frente del gobierno está Sergio Massa, por estas horas en Estados Unidos buscando recursos para remontar algo la crisis de reservas y, de paso, llegar más o menos acomodado a las elecciones del 22 de octubre. Porque Massa, no hace falta recordarlo, es el candidato.

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La caída electoral del gobierno es marcada. Alberto Fernández obtuvo 12.946.037 votos el 10 de diciembre de 2019. Massa bajó a la mitad: algo más de seis millones.

Eso parece preocuparlos. Y eso es, de alguna manera, lo que la vocera presidencial, Gabriela Cerruti, intenta recuperar acusando a Javier Milei de estar detrás de estos momentos de delitos de delincuentes y de zozobra de la mayoría silenciosa.

En busca de explicaciones a los problemas de pillaje y robos que se viven en distintas parte del país, el ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández, denunció la existencia de "grupos incentivados", que admitió no poder identificar.

Lo mismo se escuchó de autoridades cordobesas y bonaerenses, que reconocen que no pueden encontrar la punta del ovillo, es decir dónde nace la incitación a la violencia.

Porque la inseguridad hace rato que está entre nosotros. Y el pillaje cometido por pibes lo venimos viendo en las calles de Córdoba.

Pero Cerruti fue la que llevó todo al extremo de politizar la situación al cuestionar a "seguidores o empleados de Javier Milei" y a grupos de Patricia Bullrich por la difusión de "imágenes falsas" en las redes.

Algo que, con buen tino, al menos esta vez, Aníbal Fernández se negó a convalidar.

Lo mejor, que sería divertido si no estuviésemos en un momento tan difícil, fue que Cerruti pidió: “Hay que ser un poco más responsables todos”.

Podrá argumentar Cerruti que lo hizo en sus redes personales. Ella es la portavoz presidencial en su oficina de la Casa Rosada o en el baño.

Claramente fue una irresponsabilidad de Cerruti.

Porque los funcionarios y empleados públicos están obligados a denunciar los delitos perseguibles de oficio que conozcan en el ejercicio de sus funciones.

No sabemos si ya la habrá citado algún fiscal o si alguien se llegó a Tribunales para denunciarla, como si hicieron contra el piquetero Raúl Castells por haber incitado a cometer saqueos.

Cerruti debería a esta altura recordar al genial Abraham Lincoln.

Más vale permanecer callado y que sospechen tu necedad, que hablar y quitarles toda duda de ello.