Abrapalabra
24/08/2022 | 17:47 |
Redacción Cadena 3
Julio Perotti
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Radiografía del peronismo al que quiere abrazar Cristina
En defensa de Cristina Fernández, el kirchnerismo quiere armar un 17 de octubre que emule aquel de 1945, en el que multitudes confluyeron hacia la Plaza de Mayo para exigir la liberación de Juan Domingo Perón.
Hay algunas poco sutiles diferencias con aquella jornada que se considera el día del nacimiento del peronismo.
Una primera discordancia, la más importante, es que Perón fue detenido por los propios militares para frenar su avance político.
Hoy, Cristina pretende acumular fuerzas para evitar un fallo judicial.
La segunda es que entonces el peronismo era Perón.
Hoy ya no tiene un liderazgo unificado. O sea, no hay un Perón. Nadie ocupa su lugar.
Apenas si con Carlos Menem se alinearon muchos sectores del movimiento, entre ellos la renovación peronista que, con Antonio Cafiero a la cabeza, había enfrentado al caudillo riojano, quien los derrotó.
(Entre los renovadores, estaba quien es hoy uno de los empresarios más amigos de Sergio Massa, el mendocino José Luis Manzano).
Con Menem fuera del poder, todo volvió a un cauce con muchos brazos.
Néstor Kirchner no logró nunca unificar a todos los dirigentes, aun cuando muchos se acercaron por intereses del momento.
De Cristina siempre se dijo que nada había más alejado para ella que el peronismo, al que consideraba “pejotismo”, un término despectivo.
Si se repasa las acciones políticas de la vicepresidenta, se notará un constante movimiento de expulsión de referentes tradicionales para recostarse sobre La Cámpora, un invento con reminiscencias simbólicas de los 70.
¿Qué tenemos ahora en el peronismo?
El Frente de Todos, en el gobierno, la triple alianza de Cristina, Alberto Fernández y Sergio Massa. Problemas de gestión. Bajo nivel de popularidad.
La Cámpora que de temprano se metió no a defender sino a cuestionar a su propio gobierno.
Los gobernadores, veteranos de muchas batallas en las que se mide el éxito en función de los recursos que se le rasca al poder central.
Caudillos que, en cuanto asoman los problemas, alambran su territorio y se refugian allí. Habían prometido armar una fuerza albertista, pero dejaron al Presidente con las ganas. Hoy viraron casi todos a apoyar a Cristina.
El sindicalismo peronista, que se sigue considerando un brazo del movimiento justicialista, pero la mayoría de sus dirigentes ya nada tienen que ver con aquellos gremialistas de overol. Hoy son empresarios ricos que, en demasiados casos, no pueden justificar sus riquezas. Viven de los aportes del Estado a sus obras sociales y, por eso, hacen siempre un juego de pinzas sobre el poder político.
El peronismo republicano, una juntada heterogénea de dirigentes que apuestan a la transversalidad para, dicen, salir de la crisis como se sale de los laberintos: por arriba.
Aquí juega, por ejemplo, el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, con un peronismo que, cuando estaba en vida José Manuel de la Sota, buscaba algún acercamiento al kirchnerismo. La muerte de De la Sota cortó todo vínculo. Schiaretti sólo se relaciona de manera institucional con el gobierno.
Más aún, es tentado como la pata peronista de Juntos por el Cambio.
En definitiva, un peronismo que, desde su condición de movimientista, es capaz de abrazar desde la izquierda a la derecha.
Pero aquel peronismo que era la representación de las clases trabajadoras ya no tiene carnadura en la realidad.
Alejandro Grimson en el libro “Qué es el peronismo”, lo resumía así:
“Es un movimiento, es un partido, es un sentimiento. Es de derecha y de izquierda. Es pragmático e ideológico. Es revolucionario y conservador”.
¿Sigue rigiendo la máxima de Juan Perón, cuando dijo: “Peronistas somos todos”?
¿A cuál de todos estos peronismos apela Cristina para buscar una tabla de salvación?
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