Un carrilero por derecha

Se supone que debe saber que todos los que están en la vereda de enfrente jamás se cruzarían a la suya.

Por eso, parece que ya no hace esfuerzo alguno para aunque sea mirar a la izquierda desde el centro. Más bien se corre a la derecha y le pega como puede a lo que llama progresismo ya con tono despectivo.

Debe tener datos de que allí hay, aun sin que la gente se autoperciba así, muchos votantes que directamente consideran cualquier intento de moderación como inacción frente a una Argentina desbordada por todas partes.

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Estamos hablando de Mauricio Macri. Que dice que no se piensa candidato, pero que tampoco debe descartar serlo. En particular si esa centro-derecha o derecha es el espacio que hay que ocupar.

En los últimos días, tanto en la presentación de su libro como en un panel en Miami dejó algunas frases que permiten ubicarlo en ese andarivel.

Por ejemplo, dijo que políticos progresistas de América Latina "trabajan en red y cooptan los organismos de derechos humanos".

Y fue tajante al decir que "desde el da 1” de un nuevo gobierno “hay que correr toda la militancia, porque sino después no podés gobernar".

Más todavía: "Hay que ejercer el poder sin prurito".

Esto parece una autocrítica a lo que fue su gestión, cuando la moderación pareció demasiado poco para medidas fuertes que debían tomarse.

Pero al mismo tiempo cabe preguntarse si medidas tan duras son compartidas por el resto de los socios de Juntos por el Cambio, donde coexisten radicales que se precian de progresistas.

Macri se plantea cuál es la diferencia que los otros hacen ver. Y esto pasa no caer en el “buenismo” porque “el buenismo no paga".

Evidentemente, ya eligió un andarivel para evitar, como él mismo lo dice, que lo corran “con el discurso progre" porque el populismo "es muy contagioso".