Lo que pide, lo devuelve. La alfalfa es la reina de las forrajeras.

Relación suelo alfalfa

Un ida y vuelta productivo y ambiental

19/11/2024 | 10:06

Gonzalo Berhongaray, investigador y docente, abordó la estrecha conexión entre el suelo y la alfalfa, una forrajera de altísimo potencial productivo que, a la vez, tiene un impacto significativo sobre la calidad del suelo.

Redacción Cadena 3

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Gonzalo Berhongaray

Gonzalo Berhongaray, investigador y docente, aborda en una reciente entrevista con El Campo Hoy la estrecha conexión entre el suelo y la alfalfa, una planta forrajera de altísimo potencial productivo que, a la vez, tiene un impacto significativo sobre la calidad del suelo. Este "ida y vuelta" entre la alfalfa y su entorno edáfico es crucial para maximizar su productividad, calidad y sostenibilidad a largo plazo.

El suelo ideal para la alfalfa

En el marco de la última edición de ExpoAlfa realizada en Esperanza, el especialista explicó que la alfalfa es una especie que demanda suelos de alta fertilidad. 

Para lograr un rendimiento óptimo, es fundamental contar con un terreno que posea características específicas, como altos niveles de fósforo, calcio y un pH equilibrado. 

Según los mapas de suelo de la provincia de Santa Fe, las áreas con suelos clase uno y dos son las más aptas para su cultivo, ya que proporcionan las condiciones ideales para esta planta. "La alfalfa necesita los mejores suelos, como el maíz", compara Berhongaray, destacando la importancia de un suelo con una estructura adecuada, rica en nutrientes, para soportar la alta demanda de esta planta.

Un aspecto clave es que la alfalfa no necesita fertilización nitrogenada, ya que tiene la capacidad de fijar nitrógeno del aire mediante una simbiosis con bacterias. Sin embargo, para que este proceso de fijación sea eficiente, es imprescindible un suelo con niveles adecuados de calcio y un pH balanceado, elementos que facilitan la captación de otros nutrientes. 

Sin un buen proceso de fabricación biológica, vamos a tener poco nitrógeno y la planta no va a crecer correctamente

 advierte Berhongaray.

Condiciones físicas y ambientales

Además de la calidad química del suelo, la alfalfa requiere un entorno físico favorable. La planta prospera en suelos aireados, profundos y bien drenados, ya que su sistema radicular necesita espacio para desarrollarse adecuadamente. La compactación del suelo, especialmente por el pisoteo, es un factor negativo que puede limitar el crecimiento de la alfalfa y su capacidad para captar agua y nutrientes.

El agua es otro factor crucial. Aunque la alfalfa es originaria de regiones áridas de Irán, no tolera excesos hídricos. Berhongaray relata un estudio realizado por su equipo, que midió el impacto de las napas freáticas cercanas a la superficie sobre la producción de alfalfa. Si la napa freática se encuentra a menos de tres metros y medio de profundidad, la planta empieza a sufrir y su persistencia disminuye.

La alfalfa necesita suelos profundos y napas profundas. Si la napa se acerca demasiado, la planta pierde productividad y no sobrevive tanto tiempo

 asegura.

La alfalfa como restauradora de suelos

A pesar de los altos requerimientos que plantea la alfalfa para el suelo, la planta puede ser un excelente retorno en términos productivos y ambientales. Con una correcta gestión, puede mejorar la calidad del suelo al aportar materia orgánica y carbono, contribuyendo al ciclo hidrológico y favoreciendo el almacenamiento de nutrientes. Además, la alfalfa tiene un impacto positivo en la emisión de gases de efecto invernadero, ya que los animales que consumen su forraje emiten menos metano.

Sin embargo, como señala Berhongaray, un manejo inadecuado puede transformar a la alfalfa en una planta extractiva que degrade el suelo. Si no se repone adecuadamente la materia orgánica y los nutrientes, el cultivo puede resultar más perjudicial que beneficioso. 

Una pastura mal manejada puede causar más daño que un cultivo

 advierte el investigador. Esto subraya la importancia de prácticas agrícolas responsables que aseguren un equilibrio entre la extracción de nutrientes y su reposición, un desafío clave para mantener la sostenibilidad de los suelos.

Un equilibrio delicado

La alfalfa es una planta con un inmenso potencial productivo, pero su éxito depende de un manejo adecuado tanto de los insumos como de las características físicas y químicas del suelo. Si bien puede mejorar la calidad del suelo y contribuir al bienestar ambiental, sus altos requerimientos exigen un equilibrio cuidadoso entre la extracción y la reposición de nutrientes. En este contexto, la relación entre el suelo y la alfalfa es un "ida y vuelta" que, bien gestionado, puede resultar en un ciclo virtuoso de productividad, salud del suelo y sostenibilidad ambiental.

La clave, según Berhongaray, está en el manejo responsable y en comprender que, si bien la alfalfa puede ser una herramienta poderosa para la agricultura, su cultivo debe basarse en principios de conservación y regeneración de los recursos naturales.

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