FILBA
25/10/2021 | 07:00 | Lydia Davis es una de las escritoras estadounidenses más originales de la actualidad y aseguró en el festival internacional de literatura Filba cómo impactó Buenos Aires, ciudad donde vivió de joven, en su escritura.
La estadounidense Lydia Davis, una de las cuentistas más relevantes de la escena contemporánea, aseguró en el festival internacional de literatura Filba que Buenos Aires, ciudad donde vivió unos pocos meses, hace más de 50 años, "fue una inspiración" para su escritura.
"Buenos Aires inspiró historias sobre tres etapas de mi escritura: la más convencional, la 'un poco' convencional pero alejándose de Hemingway y después una escritura un poco más breve y experimental. Así que fue una inspiración", aseveró Davis durante una charla de zoom que mantuvo con su colega argentina Betina González.
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Nacida en Massachusetts el 15 de julio de 1947, esta novelista, ensayista y traductora es una de las escritoras estadounidenses más originales de la actualidad. Ganadora del prestigioso premio Man Booker International, desde 2005 es miembro de la Academia Americana de Artes y Ciencias.
Davis publicó una única novela, "Ni puedo ni quiero", que en Argentina editó Eterna Cadencia, traducida por Inés Garland, además de varias colecciones de cuentos y de ensayos. Su antología personal "Ciento cincuenta cuentos cortos" fue publicada en español por el sello Almadía y también se consigue en el país. "Ensayos 1" es una importante compilación de su incursión en el género, traducida al castellano y publicada aquí por Eterna Cadencia; mientras que Seix Barral es responsable de una valiosa traducción de "Cuentos completos", pequeños artefactos de un realismo enrarecido que hunde sus huellas en el absurdo para pronunciarse sobre la vida doméstica o las trampas del lenguaje.
La escritora de 74 años vivió en Buenos Aires hace muchos años, por un periodo muy corto de tiempo, entre junio y agosto del año en que terminó la secundaria. Sus padres, escritores como ella hoy, estaban en Argentina -su padre dando clases en La Plata- y viajó a reunirse con ellos.
"La mayor parte del día la pasaba sola, así que me anoté en una pequeña guardería. No sé cómo hacíamos con el idioma, pero ahí estaba yo, ayudando a niños pequeños y caminando por la ciudad", sostiene la autora en "Ensayos 1", libro que recupera los relatos de esa experiencia.
En la entrevista con Betina González, Davis reparó en el exotismo que le significó Buenos Aires a los 17, 18 años: "había vivido en Europa pero no había carros con tickets de lotería o pollos rostizándose al espiedo en las vidrieras y al mismo tiempo montones de conciertos de música clásica".
Ese es precisamente el tópico de uno de los ensayos, un cuento que reescribió muchas veces.
"A los 19, poco después de esa visita, escribí un cuento tradicional al estilo Hemingway, con citas de personas que hablaban en español. Después escribí sobre la cocinera y la mucama que venían con el alquiler del departamento. Nosotros no vivíamos así y con las notas de mi madre inventé otra historia y usé un incidente con una aspiradora para otra más. Cada una, una etapa diferente de mi escritura", recordó.
La autora es reconocida por tener una escritura muy poco convencional y destacó la importancia de la lectura en su infancia: "Era una gran lectora cuando era chica. A los 11, 12 años leí una novela de John Dos Passos, el primer texto que valoré como una lectura adulta, por la escritura en sí misma. No me acuerdo cuál era, pero sí estar leyéndola en el colectivo camino a la escuela y de sentir placer de cómo estaba escrita".
Esa huella gozosa marca el vínculo con la escritura hasta estos días. "Directamente no escribo si no estoy sorprendida, entusiasmada o complacida por alguna idea o sensación", indicó en la entrevista, aún cuando esa idea o ese sentir no remitan a cuestiones agradables. Una de ellas, presente en sus ensayos, la resistencia a encajar en un mercado mainstream.
Cómo trabaja el absurdo fue otro punto de análisis: "No se puede fabricar el sentido del humor -sostuvo-. Además es muy difícil ser gracioso en el texto, aunque supongo que no perdemos nada con intentar, pero, y pienso en esto muchas veces, no sé si lo heredamos o no, tengo amigos con un gran sentido del humor que tienen padres sin humor alguno. Se tratará entonces de dejar que el humor surja".
Y "es interesante lo que ocurre con el humor -advirtió- Cuando mencionamos a Flaubert o a Proust hay muchísimo humor en ellos, pero no es lo que enfatizamos, hablamos del suicidio trágico de Emma Bovary o de la largas discusiones sobre la memoria, no decimos lo graciosos que son".
"Estoy leyendo algunas cartas que Lucía Berlín intercambiaba con el poeta Kenward Elmslie y el humor también está presente aunque trate temas muy tristes y oscuros: ser madre soltera alcohólica que accede a empleos poco inspiradores -señaló la traductora de autores como Flaubert y Proust-. Pero Berlín encuentra el humor y se ríe de sí misma. He conocido gente que, como ella, encuentra el humor en experiencias devastadoras".
Luego hay alguna autora como Jane Bowles, "que es distinta, muy estilizada y elegante, como hecha en seda y que finge no saber que está estar siendo graciosa -señaló Davis-. Mientras que Berlín es una amiga que llora y que se ríe mientras te está contando una historia. Y sabe que está siendo graciosa. Es muy interesante analizar cómo funciona el humor", se despidió de la charla.
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