Violencia urbana
17/08/2023 | 07:00
Redacción Cadena 3
Juan Federico
A Matías Gonzalo Cabanillas el fiscal Juan Pablo Klinger lo acusa de la peor traición: de haber engañado a un antiguo compañero de celda para llevarlo a una emboscada donde lo asesinaron de manera brutal.
En la noche del 14 de noviembre pasado, Carlos Silvestre Dángelo (41) fue ejecutado en un descampado oscuro de la zona de Los Boulevares, al norte de la ciudad de Córdoba.
Dángelo hacía poco tiempo que había regresado a la libertad. El 18 de octubre de 2022 salió de la cárcel tras purgar una condena de cuatro años luego de ser sorprendido con una pistola calibre 45.
Aquella captura que se produjo en 2018 había sido, sin que él se lo propusiera, su salvación. Es que en la calle tenía una promesa de muerte.
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En la investigación judicial se sostiene que Sergio Alberto Guevara, conocido como "el Chancho" en barrio Autódromo, donde construyó su propio imperio sobre la base de un boliche nocturno, sospechaba que Dángelo era el amante de su mujer. Y sin demasiadas vueltas, había decidido matarlo.
Pero la Policía lo atrapó con aquella pistola justo antes de que llegaran los sicarios de Guevara y Dángelo marchó a la cárcel.
Apenas regresó a la libertad, cuatro años después, supo que "el Chancho" no se había olvidado de aquella venganza. Un grupo de personas armadas fue a buscarlo a la casa de un hijo, pero no lo encontraron.
El hombre vivió aquellas primeras semanas fuera de la cárcel moviéndose de un lado a otro y evitando, sobre todo, la zona noroeste de la ciudad, el pago chico de "el Chancho", un hombre de la noche (en el sentido más peyorativo) y con vínculos con "La Fiel", la poderosa barra de Talleres.
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Pero al final, se confió. El lunes 14 de noviembre pasado, un viejo compañero de celda, Matías Gonzalo Cabanillas le pidió encontrarse para ir a mostrarle un lugar para hacer un robo, según se presume hasta ahora en la investigación.
En la reconstrucción de lo sucedido se indica que se juntaron junto a otras personas en el Parque Sarmiento, frente a un reconocido bar. Charlaron unos minutos y bajo la excusa de ir a ver el lugar donde supuestamente iban a robar, se dividieron en dos autos. Dángelo había llegado con un hijastro y un sobrino. Cabanillas, con al menos otras dos personas.
Los vehículos enfilaron hacia la zona de Los Boulevares. Al internarse en un camino de tierra, volvieron a frenar y Dángelo se mudó de auto. Dejó su teléfono y a sus familiares en el Volkswagen Fox y se sentó en la parte trasera del Citröen C4 en el que iban Cabanillas y los otros dos. A los jovencitos les dijeron que esperaran allí.
Minutos después, el teléfono que había dejado Dángelo sonó: "Vengan a buscarlo, lo dejamos tirado a dos cuadras". Cuando el sobrino y el hijastro llegaron, en un callejón de tierra de bulevar Los Polacos, él ya agonizaba.
Con un escopetazo, prácticamente le habían partido la pierna izquierda. A esa altura, ya estaba desangrado. Las heridas en su cabeza delataban, además, la veloz tortura a culatazos que había sufrido.
Todo había sido una emboscada, sostiene el fiscal Klinger: bajo la excusa de mostrarle el lugar para robar, lo llevaron a ese callejón oscuro, donde apareció otro auto y otras personas. Se cree que "el Chancho" era una de ellas. Lo bajaron y comenzaron a golpearlo con saña. Hasta que le dispararon con una escopeta calibre 12. Luego, lo dejaron abandonado y se fueron.
En otro descampado, quemaron el Citroën C4.
Los sabuesos de Homicidios no tardaron en llegar al "Chancho". Esa madrugada, él se terminó por entregar.
Junto a Guevara, los investigadores fueron reclutando más detenidos: su hijo Emiliano Guevara González, además de Facundo Zurko y Mauricio Omar Silva.
Siempre de acuerdo a esta hipótesis, faltaban al menos otros dos sospechosos, que desde entonces quedaron como prófugos: Cabanillas y Gonzalo Rodríguez.
Para los pesquisas de la división Homicidios la captura de Cabanillas se convirtió en una obsesión, ya que se lo considera en el organigrama del caso como un eslabón fundamental en toda esta historia.
El hombre oriundo de villa El Nailon, con varios antecedentes penales, tiene un vínculo familiar con "el Chancho". Durante meses, su paradero se convirtió en un verdadero enigma. En un principio, los policías allanaron su casa y fueron a las de sus familiares más próximos, pero no lograron ningún rastro sobre él. Pero nunca dejaron de buscarlo.
Bajo un estricto hermetismo, intentaron que él o su círculo más íntimo se confiara. Desplegaron una discreta vigilancia sobre su entorno y comprobaron que Cabanillas nunca se acercaba a su familia en la ciudad de Córdoba.
Fue así que empezaron a ampliar el perímetro de su búsqueda. Hasta que en el último tiempo se logró un entrecruzamiento esencial para sospechar que se estaba refugiando en Cosquín.
Hasta allí se dirigió una comitiva especial de Homicidios. Los policías, de civil, comenzaron a husmear y a preguntar de manera discreta. Hasta que en las últimas horas descubrieron que estaba viviendo en una tapera de barrio La Mandinga, un sector "complicado" de esa ciudad. El prófugo se había mimetizado entre un conjunto de obreros. Fue precisamente en una construcción donde este martes lo atraparon.
Cuando terminaron de identificarlo, 274 días después del crimen de Dángelo, no dejó de sorprender el notable cambio de fisonomía que había adoptado: aquella foto emprolijado con la que lo buscaban contrastaba de manera notable con el rostro barbado y los pelos revueltos del hombre que encontraron.
Cabanillas fue trasladado de inmediato al Establecimiento Penitenciario 9 de la ciudad de Córdoba, donde los detenidos suelen ser alojados algunos días hasta su pase al penal de Bouwer. Apenas lo ingresaron, realizó un único pedido: que lo llevaran urgente a la cárcel ubicada a la vera de la autovía 36, ya que necesita sentirse "protegido": sabe que la acusación de haber traicionado la confianza de su antiguo compañero de celda ya es conocida por una parte de los viejos habitantes de los pabellones.
Mientras tanto, la fiscalía y los detectives de Homicidio no descansan. Las fuentes consultadas aseguran que están cada vez más cerca de atrapar al último prófugo que les queda, Gonzalo Rodríguez. Se trata de la pieza que aún continúa libre dentro de un rompecabezas criminal cuya ferocidad no ha dejado de llamar la atención de los investigadores.
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