Violencia urbana
10/01/2024 | 11:21
Redacción Cadena 3
Juan Federico
La descripción es alevosa.
"Cumpliendo lo anunciado, Darío Roberto Bustamante se dirigió a la casa de su hermano, José Humberto Bustamante -alias "Pepe"- en calle Aviador Petirossi 1053, donde se encontró con este último, con Gustavo Antonio Figueroa -"Tavo"- y con Matías Ezequiel Suárez -"Cinco"-, con quienes se puso de acuerdo para proveerse de armas de grueso calibre y disparar con ellas en contra de Jonathan Ontivero con el fin de matarlo. Así, mientras Ontivero se encontraba en la vereda del domicilio de su suegra, Mónica Alejandra Gómez, que se ubica por esa misma calle del lado del frente, a una distancia aproximada de 50 metros, los coimputados extrajeron cada uno de ello, un arma de fuego con la que comenzaron a disparar en contra de Ontivero".
"De esa manera, Darío Bustamante y José Bustamante lo hacían desde el interior del domicilio de este último, el primero con una pistola 9 milímetros y el segundo con una escopeta tipo carabina, que le había sido brindada ese mismo día, momentos antes, por su sobrina, la imputada L. A. F. (entonces menor de edad, ya que tenía 17 años), junto a una mochila con municiones. Por su parte, Gustavo Antonio Figueroa disparaba, desde el techo de esa vivienda, con un revólver de grueso calibre, aún no identificado por la instrucción, que presumiblemente sería del calibre 40, y Matías Ezequiel Suárez, lo hizo desde la cancha de futbol contigua a la iglesia, que da hacia la calle Aviador Mira, con una pistola 9 milímetros; todos dirigiendo sus disparos hacia la humanidad de Ontivero".
"Finalmente, fueron los perdigones lanzados por la escopeta que utilizaba José Bustamante los que impactaron en distintas partes del cuerpo de Ontivero, más precisamente en el ojo izquierdo, en la mandíbula y miembro superior derecho".
Ontivero sobrevivió. Y los supuestos atacantes terminaron por ser detenidos. En una resolución que se conoció al filo del cierre del año judicial en Córdoba, el fiscal Juan Pablo Klinger resolvió mandara juicio a los cinco acusados por el delito de homicidio agravado por el uso de arma de fuego y por la intervención de un menor en grado de tentativa.
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Antes y después de aquella infernal balacera ocurrida durante la madrugada del 17 de noviembre de 2022 entre los barrios Villa Martínez, Los Filtros y Las Violetas, en el oeste profundo de la ciudad de Córdoba, la espiral violenta se fue alimentando de diversas fuentes.
El expediente deja al descubierto cómo funcionan los mercados paralelos en los márgenes de la sociedad.
Una construcción social que se ha ido edificando en los últimos años y que se esparce con una naturalidad que no deja de intranquilizar a los investigadores. Sucede que esta causa exuda violencia e ilegalidad de una manera tan evidente como dramática.
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Apenas un puñado de horas después de aquella infernal balacera, el teléfono de Darío Bustamante, uno de los principales acusados, comenzó a almacenar una serie de conversaciones que, sin proponérselo, terminaron por generar una radiografía de cómo proliferan las armas de fuego en los barrios cordobeses.
“Decile a Matías que vaya consiguiendo balas, que vaya consiguiendo los caramelos, decile. Eh…12/70 y tres cajas de la otra”; "si llega Ventana, que le digo yo que le hago cambio por la casa, que necesito un auto, que me consiga una tartamuda, granada, chaleco, caramelo y 12/70 ya sabe Matías”.
Entre las 7.58 del 17 de noviembre de 2022 y las 21 del día siguiente, Darío Bustamante mantuvo diversas conversaciones con diferentes personas a las que les solicitaba todo tipo de armamento.
A un contacto agendado como Edgar le encargó pistolas, municiones calibre 9 milímetros para pistola, una ametralladora (a la cual nombra como “tartamuda”) y municiones calibre 12/70 para escopeta.
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A otro contacto, que figuraba en su celular como "Ventana", le solicitó que le proveyera de cajas de municiones; un vehículo; y munición de 12/70 itaca (escopeta); municiones calibre 9 milímetros para pistola; una ametralladora (la “tartamuda”);
A otro teléfono que tenía agendado como "Miguel" también le pidió cajas de munición 9 milímetros y munición de 12/70 itaca (escopeta), una ametralladora y una "pipa".
A otra mujer, agendada como "Ludmila", Bustamente le ordenó, siempre dentro de ese rango horario, que junto al coimputado Suárez se dirigieran a los domicilios de diferentes personas de esa misma zona para comprarles municiones de armas.
"Estas conversaciones dan cuenta de la amplia disponibilidad que tenían los imputados para hacerse de armas y municiones", subrayó el fiscal en la acusación.
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Cuando los acusados fueron detenidos, 48 horas después de la balacera, y se allanaron los domicilios de ellos y de sus familiares, el armamento que se secuestró fue impresionante, entre pistolas, cargadores y municiones.
Entre las armas secuestradas sobresale la pistola marca Bersa Thunder Pro, 9 mm, número C29317, que pertenecía a la Policía de Córdoba. El 27 de enero de 2019, el comisario Oscar Gustavo Córdoba denunció que el arma había sido robada de un cajón de su escritorio en la comisaría de barrio Palmar durante el fin de semana comprendido entre el 24 y el 26 de mayo de ese año. Hasta que fue recuperada, nunca hubo ningún sospechoso imputa
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