Inseguridad en Córdoba
16/03/2023 | 11:37
Redacción Cadena 3
Juan Federico
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La durísima crítica de Oberlin tras el ataque a tiros a un centro terapeútico
El cura Mariano Oberlin hace más de una década que se convirtió en un faro social en el Lejano Este de la ciudad de Córdoba. A través de su labor pastoral levantó una obra para intentar rescatar a los jóvenes de las drogas y evitar que sean utilizados como "soldaditos" por los narcos de los barrios Müller, Colonia Lola, Maldonado, Campo de la Ribera, Villa Inés y Bajada San José.
Se trata de un sector históricamente degradado de la zona este de la Capital cordobesa, aledaño al cementerio San Vicente. Una zona que a principios de la década de 2000, luego de la fenomenal crisis económica de 2001 comenzó a mostrar cómo la venta al menudeo de cocaína, marihuana y pastillas de ansiolíticos se expandía de manera significativa en la provincia de Córdoba, en especial en la Capital. Fue allí donde estos síntomas del avance narco se mostraban de manera más superficial, asociados a un grave deterioro colectivo.
La devaluación en Argentina no había sido sólo económica.
Recién en la lluviosa mañana del lunes 26 de marzo de 2007, buena parte de esta degradación quedó en evidencia para el resto de la ciudad. Fue aquel día que en la esquina de Benjamín Viel y Entre Ríos, corazón de barrio Colonia Lola, el narcotráfico escribió uno de sus capítulos más dramáticos.
Facundo Novillo Cancino, un pequeño de 6 años, murió atravesado por un disparo de un fusil FAL. El pequeño viajaba junto a su familia en la parte trasera del auto, momento en que quedaron en el medio de un brutal "narcorrobo".
Un expolicía y un exmilitar, uniformados, habían simulado un allanamiento para robarle a uno de los tantos que vendían cocaína en esa zona. Cuando huían, se produjo una balacera, apareció el FAL y justo el Renault 12 dobló la esquina.
El asesinato marcó una bisagra. Ya nadie más pudo ocultar lo que ocurría en esa zona, cooptada por el narcotráfico en sus distintas formas.
Ya no fue posible mirar para otro lado. Menospreciar el avance narco en la ciudad de Córdoba. Intentar no hablar de pasta base, "cocinas", "quioscos", "perros" y "teros". Todo un lenguaje articulado alrededor del narco. Toda una dinámica social infectada por el negocio clandestino de la cocaína, la marihuana y las pastillas.
Facundito marcó una bisagra. Pero no un punto de inflexión. El narco se hizo público, visible. Se patentizó el deterioro social del que emerge. Hoy, casi 16 años después, todo se profundizó aún más.
Después de Facundito, varios chicos más murieron asesinados, como víctimas "colaterales", término miserable para esconder la realidad.
El narcotráfico jamás aflojó en todo este tiempo. Durante años, se habló mucho del narcotráfico en Córdoba y en el país. Pero el fenómeno narco no se amilanó. Hizo lo contrario. Se agigantó. Se consolidó. Encontró más complicidades en medio de la desesperación. Se aprovechó del Estado bobo y cómplice. De la Policía embarrada. De los jueces que nunca quisieron profundizar. Y se naturalizó.
"Estamos en un caso patente del drama social del narcotráfico, que repercute estructuralmente en nuestra sociedad, sobre todo en los lugares más vulnerables. De a poco se ha ido tornando más palpable la instauración de una ''parasociedad'' en la que ''narcos'', ''dealers'' y consumidores montan una economía paralela en la que arreglan sus cuentas lejos de las autoridades", advirtió en su momento la jueza de la Cámara 3° del Crimen de la ciudad de Córdoba, María Ángeles Palacio de Arato, luego de firmar una condena por un ataque a balazos mortal entre dos jóvenes ubicado en un barrio marginal del sudoeste de la ciudad.
Fue en medio de esta crisis de inseguridad que emergió la voz potente del cura Mariano Oberlin. Desde la Parroquia Crucifixión del Señor, en Müller, comenzó a advertir que en esa zona los chicos estaban a merced de la larga mano extendida del narco. Logró demostrar, a través de su perseverancia, cómo la tuberculosis había regresado de la mano del consumo del paco, el veneno tantas veces negado hasta entonces por las autoridades.
Y comenzó a construir trincheras. Una granja de rehabilitación en Campo de la Ribera y el imponente edificio de la Sedronar, en Maldonado, son dos hitos que llegaron de la mano de Oberlin.
Pero nunca dejó de estar expuesto. Él y los suyos, los jóvenes que intentan salir del infierno de las drogas.
Ahora, Oberlin advierte un avance de los episodios de inseguridad contra sus centros que ya no cree que se traten de meros casos al azar.
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El último ataque que colmó su paciencia se produjo este martes a la tarde, cuando un hombre se asomó a la tapia del lugar, blandiendo una escopeta de caño recortado, según lo relatado a Cadena 3 por Oberlin.
“Yo repito lo que me dicen, porque no entiendo nada de armas. Hizo dos disparos sobre el predio en la zona donde tenemos una granja y había un par de chicos trabajando. Gracias a Dios, no pasó nada, pero podría haber sido gravísimo si le pegaba a alguno”, contó.
El atacante pasó frente a una garita policial y también por las narices de un grupo de uniformados que estaba en la puerta de un colegio, pero nadie reaccionó. El propio cura con un grupo de jóvenes salió a buscarlo y lo encontró dentro del auto, en la misma zona. Ante esto, el desconocido aceleró. Alcanzaron a tomarle la patente y luego corroboraron que se trataba de una chapa adulterada.
"La sensación que yo tengo es que esos disparos fueron para que nos callemos. Yo soy conciente de que la mayoría de la gente de acá es honesta, trabajadora, pero hay 20 tipos que son matones, hijos de puta, que intentan imponer las normas sobre cómo vivir. Si acá un laburante saca un tele en 40 cuotas, y recién va pagando dos y se lo roban y el ladrón se lo vende al vecino del frente, y que si le va a decir algo el vecino del frente lo amenaza, el tipo termina por decir: 'acá la única forma de progresar es choreando o vendiendo droga'. Y se va imponiendo esa lógica. Si a esos 20 no les pasa nada, si esos son los únicos que progresan, se va imponiendo esa lógica. ¿Por qué no sacan a estos hijos de puta que son fácilmente reconocibles?", fue la durísima crítica que dejó Oberlin, quien deslizó estar cansado y que no descarta abandonar el barrio.
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