Estafas
08/02/2023 | 11:47
Redacción Cadena 3
Juan Federico
"Hola buenas tardes como estas soy E.T.B. agenda por favor este número el otro ya no va!!!".
El mensaje ingresó en el chat del Whatsapp a las 16.11 del martes 17 de enero. La foto del contacto no agendado era de la persona que decía ser. El número tenía característica de la ciudad de Córdoba. La redacción y la ortografía no figuraban entre sus preocupaciones.
E.T.B. es un reconocido político de la provincia de Córdoba, con estrechos lazos nacionales.
Ese día, no hubo más comunicaciones.
La paciencia, dicen, es una virtud poderosa. Recién más de 48 horas después, a las 19.39 del viernes, el nuevo teléfono del que decía ser E.T.B. volvió a dar señales: "Hola como estas espero que estes bien saludos. Tengo en venta 3000$ uds a 360 vos necesitas o tendrás a alguien de confianza que necesite comprar".
A partir de entonces, comenzó un largo juego del gato y el ratón, en los que los roles se iban intercalando en un diálogo tan ficticio como real. El falso E.T.B. saludó a su interlocutor por el nombre y respondió cada pregunta que se le realizaba intentando mostrar una confianza como si realmente lo conociera.
-Te consulto que banco usas vos -dijo.
-El de siempre.
-OK te paso mercado pago queda de diez.
Intentaba pescar cualquier dato, pero no se quedaba quieto ante la incertidumbre. La seguridad del estafador.
El diálogo continuó y finalmente se acordó comprar 5.000 dólares. En realidad, la víctima ya sabía que estaba siendo engañada, por lo que realmente jamás le iba a transferir ni un peso.
El cuento de la venta de dólares funciona así: delincuentes roban todos los contactos de Whatsapp de una persona equis a través de algún programa que logran insertar en su teléfono mediante una foto, un video o algún enlace; una vez que se hacen de todos los contactos, con un chip nuevo crean una cuenta falsa a nombre de esa persona y le envían mensajes a toda su agenda anunciando que ahora tiene un nuevo número de teléfono; cuando logran una mínima confianza, pasan al tercer y último paso: ofrecen vender dólares a un precio apetecible, piden que les envíen por transferencia el pago y prometen luego pasar a dejar los billetes. Claro que una vez que reciben las sumas pretendidas, la comunicaciones se cortan de inmediato y para siempre.
La precaución para evitar caer en esta clase de ardides es simple: tratar de llamar por teléfono o encontrarse de manera personal con ese contacto, para certificar que realmente es quien dice ser.
Siempre hay que desconfiar de cualquier pedido por chat de transferencias de dinero o de claves personales.
El diálogo con el falso E.T.B. continuó durante horas. "Trata de pasarme los comprobantes por que no veo la plata reflejada aun". Ocurrió al principio y siguió después: el estafador jamás se preocupó por cuidar la ortografía y la redacción, aunque haya sido por Whatsapp.
Hasta que tres horas después, las caretas se corrieron.
-Te paso el alias de nuevo? -le preguntaron al estafador.
-Si pásalo de nuevo -respondió el falso E.T.B, a esa altura ya ansioso para concretar la millonaria estafa de una vez. Ya había enviado dos direcciones de Mercado Pago para que les enviaran los pesos, bajo la excusa de que era mejor hacerlo de esa forma para evitar la mirada indiscreta de la Afip.
-Anotalo bien: cárcel.bouwer.gil
El estafador, lejos de mostrar bronca por el tiempo perdido, respondió con emoticones de aplausos y risas.
El diálogo, entonces, pasó a ser entre insólito y revelador:
-Me tenés que reconocer que te hice entrar -se ufanó la falsa víctima.
-No ya sabía -respondió el delincuente. Esto es a diario che, le escribo a 3000 personas diarias. Cada una con una maña distinta. Este trabajo es de fe. De mucha fe.
Y comenzó a revelar: "Uno sigue el juego hasta el final. A veces uno piensa que la gente anda en un kilombo (sic). Y pagan. La semana pasada hice 9 mil dólares. Fue una buena semana. Esta semana no he hecho pero la fe está intacta. Es un trabajo de paciencia".
Y agregó en una redacción que acaso delata que se trataba de un extranjero: "Yo ando en una Toyota fourtunner. Llevo buena vida ni te imaginarias que soy estafador. Me coleo con buenas amistades. Una vida muy normal he viajado a Europa. Todo normal esa da plata".
La industria de las estafas virtuales ha proliferado de manera aplastante a partir de la pandemia de 2020, cuando la vida cotidiana se trasladó, en buena parte, a la web. La explosión del consumo electrónico, en sus diversas variantes, trajo de la mano una rueda de ardides con un único objetivo: robar dinero a través de una pantalla.
Desde entonces, los "cuentos del tío" no han dejado de multiplicarse en Córdoba y en el resto del país. Esta modalidad delictiva tuvo su propia denominación: "el call center tumbero". Esto se debe a que una porción significativa de las bandas que han sido desbaratadas por las fiscalías especializadas en Cybercrimen y en Delitos Complejos detectó que los "cabecillas" de estas organizaciones operaban desde las propias cárceles, donde ya estaban condenados por otros delitos.
Delincuentes encerrado que continuaban generando daño en el exterior de los barrotes gracias a celulares que eran ingresados de manera ilegal, aunque ya es demasiado asegurar que hayan entrado de forma clandestina. La gran cantidad de casos detectados en el interior de las cárceles dejó en evidencia una falta de controles oficiales que varias veces se tuteó con la complicidad.
Hoy, estas bandas operan tanto adentro como afuera de las cárceles. Las estafas virtuales no reconocen fronteras. Los delincuentes pueden atacar desde diversas partes del mundo. Sólo necesitan chips, teléfono, una logística para robar contactos (a través de virus) y un ejército de testaferros que a cambio de unos pesos venden sus CBU para de esta forma generar una ruta casi infinita en la que el dinero robado comienza ser trasladado de una cuenta a otra, en sólo minutos.
Por eso, cada vez que los investigadores intentan desentrañar sólo uno de los cientos de casos que se producen cada semana, se topan con una maraña burocrática: deben pedir informes, uno por uno, a cada banco en particular.
Si por cada robo hay un promedio de unos 10 CBU involucrados, el desgaste es notorio. En algunos casos, se trata de sucursales que no son del país, por los que los informe se demoran durante semanas.
"Papi, yo no estoy preso. Yo vivo feliz. En mi casa. O sea, tienes la mente erronea. Ya esto no es un laburo de presos. Nosotros revolucionamos el negocio", insistió el falso E.T.B.
Y se animó a contar un poco más de aquello que por lo general, nadie dice: "Es muy difícil llegar al núcleo. Los números de teléfono son una ficha que se compran. Las cuentas otras fichas. Tengo más de 30 cuentas para hecharle (sic) plata. Le hecho de la mía. Y mis amigos le hechan también y me gano un porcentaje. Esto es una empresa amigo. Se dañan las 40 cuentas consigo 40 más ni conozco a los titulares".
"Tengo más de 600 chip en juego. Todos me compran, en USA, Perú, Venezuela. Esto es una red grande. La tecnología aropa rodo. Es imposible pararlo. Lo único que para la ola es eliminar el control cambiario. Mientras las personas compren blue... Está el hambre latente por dólares y las pirañas al acecho", agregó ya en un tono de análisis socioeconómico.
Y habló sobre los testaferros, las "mulas" que venden sus CBU: "El que pone su cuenta es por un porcentaje de la plata. Están asumiendo como adultos mayores de edad todos los problemas colaterales que pueda ocasionar dar su cuenta para estafar. Eso no es nuestro problema. Si la cuenta sirve, sirve. Si no sirve, se usa otra, se revisan todas las mañanas a ver si están buenas o no. Nosotros cumplimos con ponerlos a ganar. Hasta allí llega mi responsabilidad con ellas".
El negocio de las estafas virtuales no deja de impresionar. Hoy, en redes sociales como Telegram, existen grupos en los que se venden los contactos de Whatsapp robados, en los que se ofrecen los datos de tarjetas de crédito y débito que han sido sustraídos y hasta en los que se venden cursos en los que se ensañan a realizar esta clase de robos.
Sí, cursos online para aprender a ser un estafador virtual.
El robo y venta de datos personales es alevoso. La cadena se hace cada vez más opaca, se bifurca. El que roba la información personal (contactos o tarjetas) ya no es el mismo que las utiliza para estafar. Incluso, es posible que nunca se hayan conocido. Sólo dos anónimos que acuerdan la transacción en una red social.
Con las tarjetas robadas, otros ofrecen en la misma red social pagar servicios y otros resúmenes con descuentos del 50 por ciento.
"Yo me siento a trabajar a las 4 am y son las 12 de la noche y aun estoy en la computadora. No somos extraterrestes", cerró el falso E.T.B.
Ni marcianos, ni virtuales y tampoco falsos. Camaleones escondidos detrás de una pantalla con un objetivo: engañar y generar dinero. La cara oculta de la fenomenal industria de la estafa.
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