Femicidio en Córdoba
19/07/2024 | 11:24
Redacción Cadena 3
Juan Federico
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Quién era la joven influencer encontrada muerta dentro de un auto en Córdoba
Habían quedado de que ella lo pasaba a buscar en auto camino al shopping Patio Olmos, donde se iban a juntar con el grupo de amigos de la facultad de Arquitectura. Pero cuando Catalina Gutiérrez (21) frenó frente a la casa que Néstor Daniel Aguilar Soto (21) alquila en barrio Jardín, en la zona sur de la ciudad de Córdoba, él le pidió que bajara un momento. No se sabe qué excusa puso para demorarla, pero sí que tenía otras intenciones.
Una vez adentro en el domicilio de Luis Podestá Costa al 3100, donde estaban los dos solos, Aguilar Soto le dijo que ya no quería ser sólo uno de sus mejores amigos, sino que tenía otras intenciones. Una propuesta de noviazgo que Catalina rechazó en el acto.
La joven estudiante de arquitectura estaba de novia con un amigo de Aguilar Soto, también compañero de la facultad. Hasta entonces, Aguilar Soto, quien había llegado hacía tres años a Córdoba desde San Carlos de Bariloche, para estudiar, había sido un gran amigo para ella. Varias veces la familia de Catalina lo invitó a comer a su casa e incluso había formado parte del grupo de amigos de la facultad que semanas atrás había viajado a Rosario.
Por ahora, se sostiene que ella rechazó la propuesta. Pero no se descarta que él haya intentado abusar de ella.
Lo que sí estableció la autopsia forense es que primero Catalina recibió un fuerte golpe en el rostro y luego fue ahorcada de manera manual, hasta que murió. "La mató con sus propias manos", graficó un experimentado sabueso de Homicidios.
Luego, el asesino tomó el cuerpo de Catalina, se asomó a la calle, se aseguró que no pasara nada y lo cargó en la parte trasera del auto en el que ella había llegado hasta allí, el Renault Clio de su mamá. Al volante del vehículo, el femicida condujo casi 20 cuadras, hasta llegar a un descampado ubicado en Pedro Echagüe al 3900, en barrio Ampliación Kennedy. Allí, se bajó e intentó prender fuego en el interior del rodado. Pero cuando cerró todo, las llamas se apagaron por la falta de oxígeno.
Cuando regresó a su casa, intentó acomodar todo y comenzó a planear una coartada.
A esa hora, casi la medianoche del miércoles, la familia de Catalina se estaba asomando al espanto. Angustiados, ya que la joven nunca había llegado al Patio Olmos y era imposible comunicarse con ella, su madre y una hermana lograron rastrear a través de una computadora la geolocalización de su teléfono. Durante largos minutos, la ubicación marcó el domicilio de Aguilar Soto. Pero luego, el aparato se movió hasta quedarse quieto en Ampliación Kennedy. La falta de contestación a los insistentes mensajes y llamados, y el hecho de que se haya ido hasta esa zona de la ciudad, hizo sospechar a la familia. Fue entonces que se dirigieron hasta ese punto, donde encontraron el auto cerrado, con el cuerpo de Catalina en el asiento trasero.
Pronto la zona se llenó de policías. Y, más tarde, de peritos. No había dudas de que se había tratado de un asesinato, pero a los esfuerzos del asesino para encubrir la realidad.
¿Qué intentó hacer creer? Llevó el auto desde su casa en la dirección contraria al Patio Olmos, para acercarlo a la vivienda de Catalina. La idea, se sospecha, era simular que ella había chocado antes de llegar al domicilio de él. Y que el rodado se había prendido fuego. Algo que jamás iba a ser creíble por dos datos que cualquier peritaje básico iba a contrastar con rapidez: primero, Catalina estaba en el asiento trasero; segundo, ya estaba sin vida cuando comenzó el fallido incendio dentro del vehículo, por lo que jamás se iba a encontrar restos de humo en sus pulmones.
Pero Aguilar Soto continuó con su plan.
Ya en la madrugada del jueves, todos los amigos de Catalina que iban a participar del encuentro de bowling en el Patio Olmos fueron convocados por los investigadores para que aportaran cualquier dato. Si la habían visto, si les había contado cómo era su trayecto, si algo le preocupaba, lo que fuera. Los sabuesos de Homicidios saben de memoria que las primeras horas son claves para una investigación de este tipo. Tiempo que pasa, verdad que huye, es el axioma criminalístico que obliga a apresurar los primeros pasos.
Cuando llegó el turno para que Aguilar Soto hablara ante los policías, primero mintió, según se sostiene hasta ahora en la investigación judicial. Les dijo que él había esperado esa noche a Catalina, pero que nunca lo pasó a buscar. Y como no lograba contactarla, se fue por su cuenta al Patio Olmos. Pero ya se le había hecho tarde, por lo que sus amigos no estaban cuando él llegó. Ante esto, volvió a su casa y se estaba por acostar cuando lo llamaron a declarar.
Antes, había contado que eran mejores amigos, que se hablaban casi todos los días y que él siempre le había tenido una estima especial.
Pero fue entonces que los policías le hicieron notar una contradicción: el GPS del celular de Catalina marcaba que sí había llegado hasta su casa.
Si bien esto no figura en el expediente porque no había ningún abogado defensor presente y nadie puede declarar en su propia contra sin tener las garantías del caso, fuentes policiales y judiciales aseguraron que en ese momento Aguilar Soto se quebró y confesó el crimen. Incluso, cuando lo dejaron detenido en la Alcaidía, le volvió a decir a otros presos que él había sido el autor del crimen de la joven. Todo esto deberá ser ratificado o no con todas las garantías legales.
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Pero ya los investigadores dirigidos por el fiscal Mana lograron otros dos datos claves: por un lado, el GPS del celular de ella que indica que estuvo en el domicilio del joven; y, por otro, un anillo de Catalina que el jueves a la siesta fue encontrado mientras allanaban esa vivienda de barrio Jardín. "Se le cayó durante el forcejeo", apuntó un investigador. "Ya no hay dudas de que ella estuvo allí adentro", valoró.
Dentro de toda esta hipótesis central, se sospecha que Aguilar Soto no había planeado matarla, sino que se trató de una reacción del momento. "No toleró la frustración", agregó otro pesquisa.
La causa lejos está de haberse cerrado.
Los investigadores ya mandaron a preguntar a San Carlos de Bariloche si allí el joven, apodado "Nuni", tuvo antecedentes de acoso. Hay datos que apuntan en esa dirección, sobre todo cuando cursó el secundario en el Colegio Don Bosco de esa ciudad del sur del país. Pero no hay seguridad de que alguna vez las potenciales víctimas lo hayan denunciado ante la Justicia.
La imputación que pesa en su contra, de homicidio simple, seguramente será agravada por mediar violencia de género (femicidio). Y no se descarta avanzar en una alevosía (la víctima estaba sin posibilidades de defenderse cuando fue atacada) y hasta en un criminis causae (matar para lograr impunidad por otro delito -los primeros golpes-), todas calificantes que llevan a una sola posiblidad de condena si es declarado culpable en un juicio: prisión perpetua (tras la última reforma, recién al cumplir los 50 años de cárcel se puede pedir la libertad condicional).
La causa por ahora sigue en poder de la fiscalía de Mana. En Córdoba existen el fuero especializado en Violencia de Género y Familiar, por lo que es posible que se solicite que el expediente termine por ser girado allí, aunque no existía vínculo familiar ni de pareja entre Catalina y el principal acusado.
Al mismo tiempo, se analiza si luego de haber cometido el crimen, Aguilar Soto mandó mensajes a algunos amigos, ya que existe una versión de que alguien lo pudo haber asesorado en la idea de quemar el vehículo. No obstante, los informantes aclararon que aún no hay precisiones en ese sentido. "Pero sí creemos que al momento del femicidio, estaban ellos dos solos", apuntó una fuente.
En caso se confirmarse todas las sospechas en su contra, Aguilar Soto se convertirá en uno de los dos femicidas más jóvenes de la historia criminal de Córdoba.
En este 2024, ya se han registrado al menos tres femicidios directos en la provincia de Córdoba.
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