Violencia policial
18/04/2022 | 12:02 | El joven agredido por policías en un baile de Forja relató en primera persona la tortura física y psicológica a la que fue sometido. Le robaron su teléfono celular.
Redacción Cadena 3
Juan Federico
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"Le sacaron fotos al DNI para venir a mi casa"
Jesús hoy cumple 20 años. Muestra sus zapatillas gastadas, que alguna vez fueron negras, y se resigna: "Son las únicas que tengo".
En la madrugada del viernes último, en las afueras de un baile que se desarrollaba en Forja, perdió un par nuevo, reluciente, a manos de tres policías que lo atacaron tras acusarlo por el supuesto robo de un celular.
El joven oriundo de barrio Patricios, en el noreste de la ciudad de Córdoba, dice que aún no logra procesar todo lo ocurrido.
Recapitulemos, todo en la voz de Jesús, en un relato personal que ahora se conoce por primera vez.
Viernes a la madrugada, baile de la La K'onga en Forja. Tres policías de cuerpos de elite bailan de civil. De pronto, uno de ellos se da cuenta que le han robado su Iphone. Giran sus cabezas, señalan a Jesús, lo toman del cuello, lo elevan, lo asfixian y terminan por llevarlo a la puerta. Allí, un policía adicional lo revisa y comprueba que no tiene el Iphone de los policías.
Pero nada termina en ese momento. Cuando el muchacho intenta volver adentro, los tres policías lo toman del hombro y se lo llevan hacia una calle, afuera. Allí, comienzan a someterlo a toda clase de golpizas. Una tortura física y también psicológica. Le quitan su Iphone y dicen que con ese aparato ellos van a ir a comprar uno nuevo. Y también le sacan sus zapatillas, una Vans nuevas, que vuelan por los aires y se pierden en la oscuridad. Revisan su billetera, sacan su DNI y comienzan a fotografiarlo. "Vamos a ir a tu casa, ya vas a ver", lo amenazan.
Más golpes. Un naranjita que escucha los gritos avisa a dos policías motorizados afectados a la guardia externa del baile. Los tres que lo golpeaban lo dejan e intentan volver adentro. Jesús, mareado, no puede entender. Busca a tientas sus zapatillas y sólo logra encontrar una. Un cabo lo lleva hacia la puerta y le pregunta qué pasó. Allí ve a los tres policías y los señala. A él lo llevan a una guardia médica que funciona allí mismo. A los policías, lo conducen a otra habitación.
Sin una zapatilla, lo trasladan a la comisaría 13, al Hospital Elpidio Torres y después a Tribunales 2. Recién a las 15, regresa a su casa, siempre caminando con un pieza calzado y el otro sólo en media. Nunca le pudo avisar a su familia qué le había pasado. No recordaba los números y su Iphone ya estaba recuperado, pero secuestrado.
"No tengo plata para contratar a un abogado y denunciarlos", cuenta este lunes en la puerta de su casa. El domingo se enteró a través del portal de Cadena 3 que los policías habían sido detenidos aquel mismo viernes a la madrugada.
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Hasta entonces, el caso había caído en un profundo silencio oficial. Más de 48 horas de un hermetismo que también ya ha generado otras suspicacias.
El fiscal Raúl Garzón imputó por lesiones leves y robo a al oficial subinspector Juan Carlos Suárez (28), del Eter; al oficial subinspector Eduardo Javier Toledo (28), del Cuerpo Especial de Villa Carlos Paz y al oficial de 4ª Fabricio Andrés Zapata (28), de la Fuerza Policial Antinarcotráfico (FPA, depende de Fiscalía General).
Jesús se gana la vida descargando harina. Para él, el dinero que le pagan por cada changa es suficiente para aspirar a tener un teléfono caro, poder salir a bailar y acaso asociarse a su querido Instituto. Con sólo asomarse a su casa basta para comprobar que allí lo que sobran son las carencias.
Hace un tiempo, tuvo una imputación por un encubrimiento. Un problema legal que él le adjudica a unas "juntas" de ese momento. Pero insiste, aunque en este caso no haga falta, que nunca le robó nada a nadie.
Para que quede claro: ningún policía ni nadie puede intentar recuperar por su cuenta, por fuera de las instituciones, lo que le han robado. Cuando la llamada "justicia por mano propia" se convierte en una enorme injusticia.
El joven muestra las recetas de los médicos. Debe tomar pastillas para los dolores que le dejaron los golpes. Y también revela el miedo. "¿Qué puedo hacer ahora?", se pregunta casi sin esperar respuesta.
Los policías están presos. Oficiales, con casi una década adentro de la fuerza. Carreras que quedaron a punto de exterminarse. Y unos interrogantes que otra vez vuelven a salir a flote: ¿quién nos cuida de los que nos cuidan? ¿qué controles están fallando?
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