Los hijos del abismo en Córdoba
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Inseguridad

Los hijos del abismo en Córdoba

26/07/2024 | 12:04

La tremenda historia que está detrás de los casos de los niños que son atrapados delinquiendo.

Redacción Cadena 3

Juan Federico

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Los hijos del abismo en Córdoba 1

Los hijos del abismo en Córdoba

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Los tres se asoman a la vereda, donde otra niña hace rato que está sentada, junto al cordón, con la mirada extraviada. El reloj marca las 11 del jueves y en este confín de la ciudad de Córdoba que es villa La Tela el día recién se empieza a desperezar. 

Tienen 8, 9 y 15 años. Más tarde se acercará otro más, de 11. Son primos, criados dentro de la misma familia. Dos tías hoy están a cargo. Una de las mamás sigue presa por narcomenudeo. La otra está en el hospital público con su bebé que afronta problemas respiratorios. La abuela la acompaña. Los varones adultos, los padres, hace demasiado tiempo que no están. Extraviados por la droga, presos, muertos...

La casa lejos está de ser un hogar. Exuda una marginalidad que va más allá de los límites del bolsillo. Los niños quedaron filmados poco más de 24 horas antes, en la madrugada del miércoles, cuando a unas 30 cuadras de allí, en la avenida Fuerza Aérea, intentaban arrancar los cables de un domo policial. Llevaban un cuchillo tipo tramontina. Antes, reventaron la vidriera de un local comercial para intentar buscar más cables.

A los policías no se les dificultó detenerlo. En realidad, los cargaron en la parte de atrás del patrullero y los llevaron a la unidad judicial. Todos ya conocían de memoria el procedimiento. Aviso al Juzgado Penal Juvenil, aviso inmediato de que son inimputables (menores de 16 años), llamada a la abuela y algún familiar que fuera a buscarlos. Esta vez le tocó a una tía, que volvió caminando con ellos.

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En sólo 10 días, contarían después los policías, fueron cuatro las ocasiones en las que sorprendieron a estos niños robando durante la noche en esa misma zona de la ciudad.

En todos los casos, se dio aviso, como marca la ley, a la Secretaría de la Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf). El miércoles a las 11, aún estaban esperando que algún empleado de ese organismo pasara por la casa para hacer el mismo informe de siempre: hay vínculo familiar (una abuela, una madre y dos tías que ya dijeron que no los pueden controlar) y los chicos están escolarizados (inscriptos en una escuela a la que casi ni van). Suficiente para que todo siga igual.

Estos mismos niños fueron protagonistas de otra dramática noticia a fines de noviembre pasado, cuando en medio de un megaoperativo policial por el robo de autos, salieron a arrojar piedrazos a los soldados de la Fuerza Aérea que custodian el predio de esa institución ubicado justo al frente de la casa de ellos. Dos realidades separadas por la calle Aviador Valenti.

-Vos era el que tenía un machete ese día.

-Sí, era un machete rojo, ¿no? -responde el de 9 años, mientras se le ilumina la mirada por primera vez en la mañana y muestra su ancha sonrisa.

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Villa La Tela hace rato que funciona como un enorme desarmadero a cielo abierto. De manera periódica, policías, fiscales y hasta políticos se asoman allí para mostrar cómo se desbarata a alguna banda. Pero todo continúa inalterable. La presencia del delito, junto al narcotráfico, es omnipresente.

Este jueves, cuando recorríamos el barrio para llegar a la casa de estos niños, un hombre se paró en medio de una calle y sin necesidad de mayores señas dio a entender que a esa hora era mejor no continuar por allí.

Durante años, los delincuentes le fueron ganando terreno al predio de la Fuerza Aérea, lo que obligó a los soldados a realizar una zanja, metros más adentro, para evitar que continuaran avanzando. La misma zanja que durante el verano, cuando se inunda de agua y mugre por las lluvias, es utilizada por los niños de la zona como una pileta. 

Sobre el sector que la Fuerza Aérea perdió a manos de los vecinos de La Tela que fueron avanzando en el predio, se fue amontonando un cementerio de autopartes, los restos de los autos robados que allí son desguazados en sólo minutos.

Mientras los ladrones le iban quitando terreno a la Fuerza Aérea, los chicos aprendieron que era divertido arrojar piedrazos a los soldados que intentaban cuidar el perímetro. 

Eso hicieron aquella vez en noviembre, sin importarles que esa mañana la zona estaba plagada de policías.

“Más allá de que no pasó a mayores, lo impactante fue ver a niños pequeños tirando piedras a personal militar en un predio militar en cercanías a un operativo con fuerte presencia militar”, dijo en aquel momento el fiscal federal Maximiliano Hairabedian, quien, a cargo del operativo, supervisaba todo en el lugar.

“Es un problema porque la proyección a futuro es bastante desesperanzadora, niños de esa edad callejeando”, lamentó.

La alerta se hizo noticia en Cadena 3. Pero nunca pasó nada desde el ámbito estatal que permitiera cambiarles ese horizonte tan chato a estos niños. Ocho meses después, ya suman decenas de "detenciones" durante la noche.

"A ellos les decimos que no salgan de noche, pero no hacen caso. Después los tenemos que ir a buscar a Tribunales. Cuando la Policía los detienen, los llevan allá y vienen y avisan a la madre para que vayamos a buscarlos. A nosotros no nos hacen caso, nos contestan como quieren, la verdad que no podemos. Mi mamá les habla, pero no entienden", contó una tía este jueves, luego de la última detención.

Sobre el consumo de la droga, la joven no anduvo con vueltas: "Acá están toda la noche con el 'pipazo'".

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La Senaf, hoy dirigida por la ministra Liliana Montero, quien durante años fue muy crítica con esta cartera, no registra "niños delincuentes". Aferrados a la letra de la ley, para el Estado no existen. Pero tampoco existe un centro para contenerlos y ayudarlos a salir de una realidad tan tremenda. Son regresados una y otra vez al mismo lugar donde empieza todo lo malo para ellos. Invisibles demasiados conocidos por el sistema. Tienen vínculos familiares. Figuran escolarizados. Y punto.

El mismo diagnóstico oficial que se repite en el caso del chico de 14 años de Río Cuarto que ya fue detenido 35 veces por distintos delitos. El domingo fue atrapado de nuevo. Hoy, ya está en la casa de su padre, el mismo hombre que dio todas las señales posibles para advertir que él no puede contenerlo más.

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Escolarizados. Con vínculos familiares. También se lee en el legajo estatal de un grupo de cuatro hermanos de entre 10 y 14 años, de barrio Yapeyú, en el confín de la zona este de la ciudad de Córdoba. Madre perdida por las drogas, padre preso, es un abuelo el encargado de criarlos. El hombre ya se cansó de decirles a los operadores de la Senaf de que él no puede más, que no quiere que se los lleven de nuevo a su casa. 

Los chicos fueron atrapados por robar en la escuela del barrio, junto a otros niños d 9, 12 y 15 años. También los atraparon por bajar a piedrazos los vidrios de los colectivos que pasan por la zona. Y fueron acusados de ir con bengalas a robar en negocios de la zona de General Paz. Pero el círculo siempre termina en que son regresados a un abuelo que no da más. Escolarizados. Y con vínculos familiares, se repite en la burocracia del Estado. Y punto.

Ningún pibe nace chorro, fue el título que eligió el arzobispo de San Juan de Cuyo, Jorge Eduardo Lozano, para un artículo publicado esa semana en el diario La Nación. Allí, puso las letras donde arden. 

"Me pregunto, ¿por qué los menores que cometen delitos están bajo la línea de la pobreza? ¿Por qué no delinquen quienes asisten regularmente a la escuela, comen bien, duermen de modo adecuado, practican deportes, participan de fiestas?"

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"Es urgente modificar el mecanismo perverso en el cual 'el primer trabajo' es delictivo. Las primeras zapatillas de marca se obtienen por el robo o son compradas con dinero proveniente del narcomenudeo. Pensemos, ¿abandonaron la escuela o la escuela los abandonó a ellos? El Estado desertó de sus responsabilidades. Es inmoral que niños, niñas, adolescentes estén fuera del sistema educativo, fuera del sistema de salud, sin plazas para jugar, privados de playones deportivos, clubes, talleres de teatro o música, capacitaciones de oficios", cuestionó.

Y completó con una cruda realidad: "En algunas barriadas, el narcoestado estuvo (y está) más presente en la organización social que el propio Estado argentino". 

Los niños de villa La Tela, Yapeyú y Río Cuarto tienen contextos muy similares: hijos de hogares donde el consumo de drogas está muy presente, vecinos de sectores donde siempre encuentran a alguien que les compre lo que roban. Nacieron y crecen en contextos donde el crimen organizado, aún bajo sus precarias formas, termina por ordenar la vida cotidiana en territorios convertidos en confines urbanos. 

Sectores en lo que la oferta del "pipazo" se ha desparramado junto a las otras drogas, donde son varios los que sobreviven a través de los mercados delictivos. Lugares en los que está muy mal visto "batir la cana", como nos dijo este jueves uno de los niños de La Tela. No se señala, no se acusa. No se observa lo negativo como tal. La naturalización del delito como mecanismo social.

Son los hijos del abismo en Córdoba.

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