Robo en Bajo Pueyrredón. (Captura de video)
La madre de un joven adicto al "pipazo" pidió por una ley de salud mental.

Inseguridad en Córdoba

Los ladrones "perdidos" que se llevan casi todo el trabajo de los Tribunales

30/08/2024 | 11:20

Derrotados por el consumo de drogas, hace un tiempo que en Córdoba se viene advirtiendo una nueva característica de la delincuencia. Sin plan, roban casi al frente de donde viven.

Redacción Cadena 3

Juan Federico

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Los ladrones "perdidos" que se llevan casi todo el trabajo de los Tribunales

Cuando los policías lo fueron a detener, el hombre ni resistencia opuso. Acercándose a los 40 años, era buscado por una serie de robos de todo tipo en los alrededores de Bajo Pueyrredón, el barrio ubicado a un costado del acceso a la ciudad de Córdoba por la ruta nacional 19 que se ha ido convirtiendo en uno de los epicentros del "pipazo".

Un medidor de agua; un puñado de cables que arrancó en medio de la noche; una tapia que trepó a plena tarde para sacar lo que encontró en aquel patio; un arrebato callejero; fogatas a toda hora para generar el ansiado cobre; caminar pocos metros, cambiar lo robado por unos pesos y cruzar por la Ciriaco Ortiz, para internarse por el pasillo que lleva hasta la capilla que hace rato no abre las puertas. De allí, 10 pasos y el búnker. Pipa de metal en el bolsillo, un encendedor que quema los dedos, chamusca los bigotes, pero nada se siente. Sólo el viaje, el enésimo en un mismo día. Diez minutos, a lo sumo. Y de nuevo a girar en la perversa rueda infinita del consumo y el delito.

En el expediente figuran ocho robos. Pero también lo que dijo aquel día, cuando lo atraparon. "Nací adicto". Porque su madre, que lo abandonó a las pocas semanas, siempre consumió durante el embarazo. En la Maternidad mostró los primeros reflejos de la abstinencia. A los 11 años, tomó alcohol puro, mezclado con un sobre de jugo en polvo. Y nunca más paró. Marihuana, pastillas, cocaína y este brutal residuo que en Córdoba fuman en forma de "pipazo".

Fue allí, también, en las profundidades del Bajo Pueyrredón desde donde hace unos meses otra joven salió a los gritos, con su pequeña de un año y siete meses en brazos. Ofrecía venderla, por sólo uno o dos billetes, los suficiente para tapar su ansiedad ante la necesidad de una nueva dosis.

Aquel drama no sólo permitió descubrir que la niña no figuraba en los registros oficiales y que, otra vez, habían fracasado todos los resortes oficiales de contención para los más vulnerables, sino que también permitió descubrir una realidad extendida no sólo en el Bajo Pueyrredón, sino en las barriadas de los cuatro puntos cardinales de la ciudad: la proliferación del "pipazo".

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Los "piperos" se han convertido en una referencia social. Grupos de zombies que deambulan como si nadie los viera. Que aprovechan cualquier rincón para sentarse a consumir. Y que luego buscan cualquier atajo para conseguir lo necesario para una nueva dosis.

Hace pocos meses, uno de los principales vendedores de la zona se cansó de sus propios clientes. Sucede que estos le compraban, se quedaban en la esquina y cuando se les acababa el dinero asaltaban a los nuevos consumidores que se iban acercando. 

Ante esto, el narco que siempre se movía en una llamativa camioneta 4x4, le ofreció 4.000 pesos y una bolsa con droga a uno de los "piperos" para que atacara a los que le robaban a su clientela. Y así fue. Un joven salvó su vida de manera providencial luego de que un balazo le rozara el cuello. 

Al otro día, su amigo de toda la vida le pidió disculpas. "Fui yo, estaba muy drogado y no me di cuenta que era a vos el que estaba baleando", le dijo. Deslices dentro del oficio de "soldadito". 

El narco terminó preso. La oferta de la droga continúa. 

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La semana pasada, otros tres jóvenes del Bajo Pueyrredón pasaron a las primeras planas de las noticias. Gracias a la cámara interna de un auto que utiliza la aplicación de viajes, la identificación de los delincuentes se hizo casi de inmediato. El método fue tan burdo como efectivo. A través de una jovencita, convocan al chofer de alguna aplicación a la misma cuadra donde ellos viven. Cuando el rodado llega, de inmediato un grupo lo embosca y le roba todo lo que lleva encima. Si es que no le quitan también el vehículo.

Este tipo de robo hace varios meses que se convirtió en un verdadero flagelo en la ciudad. Ya son incontables las bandas que se dedican a esto. A diferencia de antiguos "códigos" delictivos (o acaso reparos) emboscan en las mismas cuadras donde ellos viven. 

Bajo Pueyrredón, Yapeyú, Maldonado, Müller, Bajada San José, Cabildo, Villa El Libertador, IPV Argüello, San Roque, Las Violetas, San Jorge, Patricios y Marqués Anexo son sólo algunos de los puntos más críticos en torno a esta modalidad delictiva. Por semana, la cantidad de episodios supera de manera holgada la decena.

Una explicación simple indica que los delincuentes se aprovechan de la inexperiencia de los choferes de las aplicaciones de viajes, que ignoran los peligros que esconden los barrios de la ciudad. Los taxistas y remiseros de siempre ya saben adónde no pueden ingresar. Pero en estas apps asoman nuevos conductores, muchos de los cuales sólo buscan ganarse unos pesos extras para poder llegar a fin de mes, y que desconocen por completo la dinámica de las calles. Además, como realizan una actividad que todavía se mantiene en un gris legal, a veces las víctimas dudan de denunciar el robo sufrido.

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Cuando la semana pasada se viralizó el asalto al chofer en Bajo Pueyrredón, a las 24 horas los policías atraparon al primer sospechoso. En la misma cuadra donde había sido el robo. Ni siquiera sabía que su rostro ya estaba en todos los portales.

Un cómplice dos días después. Tenía un palo para limpiar vidrios en una avenida cercana, pero cuando lo encontraron estaba derrotado en una vereda. Desorbitado por el consumo.

En ambos casos, los dedos negros no dejaron margen a la duda: adictos al "pipazo". De los últimos 200 detenidos en esa zona, sólo dos dijeron ante las autoridades que no consumían drogas.

"Antes nos enfrentábamos con bandas complejas, delincuentes que nos suponían todo un desafío poder atraparlos, porque eran inteligentes y se preocupaban para que nos los detuviéramos. Pero ahora vemos que este delito de todos los días, que nos tiene de un lado para el otro, es cometido por estos marginales en todo sentido. Tipos que ni saben dónde están, que no tienen noción de nada, que sólo quieren seguir drogándose", completó esta dramática radiografía un experimentado comisario que aún reniega de quedarse quieto detrás de un escritorio.

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