Narcotráfico
02/08/2022 | 13:30 | Una "mula" murió. En pocos días, tres jóvenes fueron detenidas cuando viajaban junto a sus hijitos llevando droga. Cómo ha ido cambiando el rol de la mujer en estas estructuras criminales.
Redacción Cadena 3
Juan Federico
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Mujeres y niños, en las garras del narcotráfico
Yolanda Laidy Sánchez Orozco tenía 32 años. Madre de tres pequeños hijos, esta joven oriunda de Bolivia murió con el estómago repleto de 78 cápsulas de cocaína. Además, adosado al cuerpo, tenía casi un kilo más de la misma droga. La explosión de una de las cápsulas terminó con su vida.
Su cadáver fue encontrado al costado de la ruta provincial 26, en la provincia de Salta, el pasado martes 21 de junio. Al principio, se temió que se tratara de un caso de femicidio y el caso logró la atención mediática. Cuando se destaco una violencia asesina, su nombre quedó perdido en el mar de las noticias de todos los días.
Mujer, madre, joven, vulnerable. Yolanda Laidy Sánchez Orozco, una víctima fatal, del universo narco que utiliza a las personas como objetos desechables.
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El viernes último, cuando estaba por ingresar como visita en la cárcel de Cruz del Eje, con su pequeño bebé en brazos, la mujer fue apartada de la fila. Los guardiacárceles la requisaron y le pidieron que le quitara el pañal a la criatura. Allí, encontraron un envoltorio con marihuana.
Ella, de 40 años, quedó detenida. Sobre el bebé no hubo mayores precisiones en un parte de prensa cuya brevedad delata lo profundo de esta problemática. Institucionalizado, el pequeño quedará sumergido en una burocracia legal, como víctima indefensa de un drama social cada vez más extendido.
La lista de casos similares no deja de asombrar.
Ocurrió hace pocas semanas. El ómnibus realizaba el trayecto que une la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con la capital mendocina sin mayores novedades. Un viaje monótono y ordinario que de pronto fue interrumpido por un control de Gendarmería en la ruta nacional 7, ya en jurisdicción cuyana.
La inspección tenia algunos datos, más sospechas y demasiados interrogantes. Desde hace un tiempo, entre los pasajeros de estos transportes figuran "mulas" del narcotráfico autóctono. Mujeres y varones que por unos miles de pesos se animan a desafiar el destino y llevar, en el estómago, entre las ropas o en el equipaje, cocaína o marihuana.
Droga trasladada de un punto a otro del país utilizando a seres humanos como un mero envase.
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Los gendarmes, junto al perro antinarcóticos "Bronco", comenzaron a husmear adentro de la unidad. Conocedores de la cultura de la calle y el delito, los efectivos iban inspeccionando rostros, gestos, posturas de los pasajeros. Y se detuvieron en una mujer cuyo nerviosismo no podía disimular. Iba acompañada de su hija de 9 años y sólo llevaban una mochila entre las dos. A cada pregunta, respondía con evasivas, titubeos. Fue entonces que se decidió requisar su equipaje, con otros pasajeros como testigos.
Al abrir la mochila, los gendarmes primero sacaron un muñeco de la niña. Luego, un ladrillo de un kilo de cocaína.
Ante esto, el Juzgado Federal Nº 1 de Mendoza ordenó la detención de la mujer y que un equipo técnico interdisciplinario de la Dirección General de Derechos Humanos de esa provincia se hiciera cargo de la pequeña.
Nadie tenía dudas de que se habían topado con toda una historia de vulnerabilidades cuyas raíces debían comenzar a descubrir.
Días antes, en la ruta nacional 38, en La Rioja, los gendarmes habían requisado otro ómnibus de un tour de compras que unía Salta con Mendoza. Allí, se había descubierto a una pasajera que llevaba un kilo de cocaína adosado al cuerpo. La mujer viajaba con su pequeño hijo de sólo 2 años.
Se sospecha que formaba parte de una banda que había enviado de manera simultánea a diversas "mulas". O sea: corrían el riesgo de que alguna fuera detenida con la droga encima con la idea de asegurar que la mayoría pudiera llegar a destino sin ser sorprendía. Personas descartables en el universo del narcotráfico.
La participación de las mujeres en el submundo narco viene aumentado de manera sostenida en todo el país. Año tras año, la cifra de detenidas por narcomenudeo no deja de crecer.
Las proporciones hablan: si bien las mujeres representan cerca del cinco por ciento del total de la población encarcelada en Argentina, en lo que respecta a narcotráfico (en su variables federales y provinciales) su participación asciende a más del 30 por ciento del total.
Alrededor del 50 por ciento de las mujeres presas en el país tiene causas por drogas. La mayoría, por formar parte de los eslabones más débiles de este negocio que en la cúspide deja ganancias millonarias.
Sus hijos suelen quedar a merced de las mismas garras. Es que las mujeres utilizadas por el narco ya vienen de un contexto complicado: con sus parejas detenidas, prófugas o ausentes, ellas terminan por ser quienes intentan sostener la subsistencia dentro del hogar.
Los traficantes hace tiempo que recibieron el asesoramiento de aquellos que estudiaron en la Facultad de Derecho: las madres jóvenes, si caen detenidas, pueden obtener la prisión domiciliaria y continuar vendiendo drogas, lo que asegura, también, que no se van a quebrar ante un juez y delatar a sus reales patrones.
El círculo es perverso. Pero no es el único, sino que se va expandiendo, según explica la fiscal de Rosario Valeria Haurigot, de la Unidad Especializada en Balaceras.
"Hemos visto mujeres que están en una organización criminal de una manera vulnerable, porque es una salida económica ante una situación desesperante, con hijos a cargo; pero también vemos que en otros casos, con sus parejas e hijos detenidos, ellas comienzan a tomar decisiones muy importantes dentro de las bandas", relató Haurigot.
"Si bien todavía se observa una preponderancia del liderazgo masculino, se nota que la mujer empieza a tener un rol central, ordenando búnkers o encargando balaceras", indicó la funcionaria judicial.
Y enfatizó un aspecto clave en toda esta historia: la prisión domiciliaria. Las mujeres suelen ser buscadas por los narcotraficantes ya pueden acceder a este beneficio por la maternidad o la crianza de niños pequeños.
Sin embargo, en diferentes causas penales jueces de distintas jurisdicciones del país comenzaron a advertir que estas mujeres continuaban vendiendo droga en esas prisiones domiciliarias, por los que se les revocó el beneficio.
"Cuando vuelven a la prisión efectiva, aparece otro problema muy grave: niños que quedan a la deriva, sin referentes cercanos", enfatizó la fiscal Haurigot.
El círculo infinito de un negocio perverso, que mueve millones, se cobra vidas y utiliza a seres humanos como meros eslabones de una cadena que lejos de contraerse, parece expandirse cada vez más.
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