Acoso
15/10/2024 | 10:00
Redacción Cadena 3
Juan Federico
El acosador serial de Córdoba, Sebastián "Pucho" Roqué (46) volvió a la libertad, fue denunciado y luego de algunas demoras judiciales, finalmente regresó a prisión. Fue a mediados de 2022 cuando esta historia escribió uno de los capítulos que más expuso cómo actúan esta clase de personas que se obsesionan con otras, sin tener ningún pudor.
Roqué quedó en libertad luego de estar siete años preso. No le dieron salidas anticipadas porque era peligroso y en la cárcel no mostró signos de arrepentimiento. A las pocas horas de haber vuelto a la calle, volvió a acosar a su expareja. Sólo 13 días después, otra vez quedaba detenido.
Un año después, mientras aguardaba un nuevo juicio, desde la cárcel llamó a la fiscalía y amenazó a la fiscal Andrea Martin y a una secretaria.
Ahora, a casi 24 meses de aquella libertad efímera, Roqué otra vez está siendo juzgado. Frente al juez unipersonal de la Cámara 9ª del Crimen de la ciudad de Córdoba, Martín Bertone, y la fiscal Laura Battistelli, dos funcionarios conocidos porque nunca les tiembla el pulso a la hora de mensurar las condenas, el llamado "acosador serial" se enfrenta desde este lunes a una multiplicidad de acusaciones en el marco de los dos expedientes que se le abrieron: coacciones, lesiones graves calificadas y varios hechos de amenazas.
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Justo este año en el que el mundo debatió el tema del acoso serial a partir del éxito de la serie de Netflix Bebé reno (que también tiene una fortísima denuncia de abuso sexual), el caso del acosador serial cordobés "Pucho" Roqué vuelve a ser revivido en una sala de audiencias de los Tribunales de Córdoba.
Hace más de dos décadas que "Pucho" Roqué se convirtió en un "cliente" del sistema judicial local. En realidad, quienes lo conocen bien de cerca, desde su infancia en barrio Tablada Park, recuerdan que sus inconductas ya eran problemáticas en la adolescencia.
Por eso, no logró terminar el secundario en el colegio Peña y fue necesario que cursara el último año en el Víctor Ree. Ya en las salidas nocturnas a boliches se veía involucrado en peleas y en los partidos de fútbol en campeonatos barriales terminaba expulsado en medio de agresiones cada vez más violentas.
Exnovias de la adolescencia recuerdan, aún con miedo, cómo él se obsesionaba con ellas una vez que la relación se terminaba. Llamadas a cualquier hora, policías que llegan alertados por falsas denuncias anónimas, multitud de deliveries que aparecían, todos juntos, en el domicilio. Diferentes técnicas que llevaban el mismo objetivo: el acoso constante.
Recién a los 24 años, Roqué llegó a Tribunales. Su salud mental comenzó a ser central: los primeros fiscales, en base a los peritajes, determinaban que era inimputable y lo enviaban a algún centro especializado. Su historia clínica lo encontró en el neruropsiquiátrico de barrio Juniors (de donde escapó y obligó a una intensa búsqueda policial) y también en un centro privado próximo a la avenida Sagrada Familia.
Al poco tiempo, Roqué regresaba a su casa, con alguna alta médica. Y los acosos comenzaban de nuevo.
El padecimiento de una de las víctimas se convirtió en una historia central en todo este caso. La joven quedó embarazada de él y mientras la relación se rompía comenzaba un calvario asfixiante.
Recién en 2015, el fiscal de Violencia Familiar Cristian Griffi resolvió, a partir de nuevos peritajes, imputar a Roqué, momento en el que también se dictaminó su encierro en una cárcel común. Fue a partir de entonces que la Justicia determinó que "Pucho" era "consciente de la gravedad de sus acciones".
Fue sentenciado a cumplir una pena de cuatro años y ocho meses de prisión. De la cárcel de Bouwer lo trasladaron al penal de Cruz del Eje.
Pero las rejas no alcanzaron para que dejara de hostigar a la joven que se había convertido en su última obsesión. A través del teléfono de la penitenciaría, la intentó llamar en más de 80 ocasiones, a ella y a otros familiares, por lo que recibió una segunda condena en 2019.
Al momento de la última palabra, frente al Tribunal, Roqué dijo que él no tenía que pedir disculpas por nada y negó cualquier responsabilidad.
En total, las penas se unificaron en siete años de prisión.
Mientras estaba alojado en el penal de Cruz del Eje, Roqué comenzó a llamar con insistencia a la jueza y a la secretaria del Juzgado de Ejecución Penal. Tal fue el acoso, que la magistrada terminó por apartarse.
Fue entonces que se decidió que su caso fuera girado a un Juzgado de Ejecución Penal de la ciudad de Córdoba y que Roqué regresara a la cárcel de Bouwer.
Allí, terminó por erigirse como un preso importante dentro de la comunidad de reos: asistía a los otros detenidos en diversos escritos judiciales.
Hasta que finalmente cumplió su condena. Y el lunes 13 de junio de 2022, Roqué regresó a su casa familiar de toda la vida.
Menos de 24 horas después, la joven con la que tuvo un hijo y cuya denuncia terminó en su sentencia, comenzó a recibir extraños mensajes por whatsapp. Primero, por unos supuestos gatitos; luego, por una presunta equivocación.
A ella nadie de la Justicia de Córdoba le había avisado que su acosador, quien además es padre de su pequeño hijo, le acababan de dar la libertad.
Sólo se enteró a partir de un rumor que le hizo llegar un conocido. Tuvo que llamar a la cárcel de Bouwer para preguntar si era cierto. Fue a Tribunales 2 y no encontró respuestas: en el Juzgado le dijeron que no estaban obligados de avisarle nada y el fiscal Griffi no la recibió.
Se trasladó entonces al Polo de la Mujer. Alguien escribió una denuncia minúscula y le dijo que se retirara.
Los mensajes comenzaron a multiplicarse con una frecuencia enfermiza. Bloqueó un número. Aparecieron de uno nuevo. El fin de semana, ya eran más de 200. Esta vez, la recibieron directamente en la unidad judicial 19. Más de 20 páginas de pruebas terminaron por ser impresas.
Fue entonces que se comunicó de lo que estaba sucediendo a la fiscal de Violencia Familiar Andrea Martin, una funcionaria experimentada en investigan delitos complejos. Se ordenaron medidas urgentes para localizar a Roqué.
Pero la Policía no logró encontrarlo en un primer momento. La joven ya estaba aterrada. Con una consigna policial en la puerta y un botón antipánico en la mano, empezaron a ofrecerle llevarla a un refugio estatal.
Pero en ese momento, "Pucho" fue localizado y le colocaron una tobillera electrónica, para impedir que se acercara a su expareja.
El martes siguiente, Roqué fue imputado por amenazas y la fiscal le indicó que no podía tener ningún tipo de contacto con la joven.
Sin embargo, el miércoles posterior a la noche, ella tuvo que ir otra vez a una unidad judicial, tras una nueva catarata de mensajes de todo tipo. Cinco horas tuvo que esperar hasta ser atendida.
Pese a que Roqué tenía una tobillera electrónica, ella era, en realidad, la que tenía su libertad reducida.
Como vivía en una zona cercana al domicilio de "Pucho", ya no podía ir a un reconocido paseo de compras ni a un local gastronómico al que solía ir con sus hijos, ya que ingresaba en un perímetro peligroso de 10 cuadras a la redonda y se activaban las alarmas. Desde la Policía la llamaban y le indicaban que no podía quedarse en esos lugares.
Tampoco podía ir a visitar a sus abuelos nonagenarios, ya que vivían dentro de ese perímetro.
Ella durante esos eternos 13 días tuvo que caminar aferrada al botón antipánico, mientras sentía un acecho invisible y constante, una sombra que creyó haber olvidado en los últimos siete años. Finalmente, Roqué fue detenido por haber violado de manera reiterada todas las medidas perimetrales que se le impusieron.
Ya en prisión, un año después, llamó a la fiscalía que lo imputó y amenazó no sólo a la joven que lo denunció, sino también a la fiscal y a una secretaria, a las que nombró con sus identidades completas. Encerrado, continúa siendo una sombra agazapada.
Hoy, otra vez, "Pucho" Roqué está sentado frente a un juez y una fiscal. Dos acusaciones le auguran una nueva condena. Pero nadie puede asegurar que será el fin de los acosos.
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