Homicidio en Córdoba
09/01/2024 | 08:00
Redacción Cadena 3
Juan Federico
Audios
Abogado del hermano de Gabriela: "A la fiscal la indujeron"
Hace cuatro meses, en la siesta del pasado sábado 9 de septiembre, al menos dos sospechosos comenzaron a merodear el club Yapeyú en un Peugeot RCZ.
Adentro, en la cancha de básquet, el secretario general del gremio de la limpieza en Córdoba (Soelsac), Sergio Fittipaldi, ofrecía un asado a un grupo de afiliados, en medio de una intensa puja electoral contra una lista formada por Franco Saillén, del gremio de la basura (Surrbac).
A quienes oficiaban de "custodios" en la puerta les llamó la atención este vehículo cupé, ya que creyeron identificar al conductor, un joven vinculado a una facción de la poderosa barra de Talleres, La Fiel.
Se trata de Luis Mendoza, un joven que se transformó en un fantasma para los investigadores del crimen de Gabriela Pérez (24).
La historia escrita hasta ahora sostiene que minutos antes de las 15 de aquel sábado de septiembre, un sicario llegó hasta la vereda del frente al ingreso del club Yapeyú, se escondió detrás de un auto estacionado y en pocos segundos, vació el cargador de una pistola nueve milímetros.
Disparó en dirección al club. Dos balazos pasaron a pocos centímetros de las cabezas de tres personas que custodiaban el acceso. Varios más impactaron contra la pared. Y uno solo –según los peritajes- se coló por un lateral, desde un ángulo más que difícil.
El proyectil ingresó en el salón donde se realizaba el asado e hirió en el cuello de Gabriela. A esa hora, había casi un centenar de personas en la reunión que encabezaba el propio Fittipaldi.
Un mes y medio después, la fiscal Silvana Fernández acusó al propio hermano de Gabriela, Gustavo "Pancuca" Herrera, de haber sido aquel sicario. Y lo detuvo.
Se sostiene que el tirado había ido a matar a otra persona y que sólo por su mala puntería terminó por asesinar a la joven.
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Herrera permanece preso desde entonces. Sus hermanas y el abogado defensor, Sebastián Lascano, han planteado serias dudas sobre el rumbo de la causa, ya que aseguran estar convencidos de la inocencia del acusado.
El letrado asegura que la acusación se basa en testimonios de los propios "custodios" de Fittipaldi, de que alguien en Yapeyú instaló de manera adrede el rumor que apuntaba hacia Herrera y que la fiscal fue "inducida" en esa dirección.
Por el contrario, en la fiscalía se sostiene que hay indicios que hoy sí lo comprometen.
Antes de salir de feria, la fiscal Fernández comenzó a convocar de nuevo a los principales testigos con los que cuenta: los "guardias" de Fittipaldi.
Los sabuesos de Homicidios sostienen que estas personas no han dicho toda la verdad.
La escena del crimen no fue preservada de manera eficiente y las cámaras policiales aportaron muy poco, pese a que en los alrededores del club hay al menos tres domos oficiales.
La imagen del sicario disparando no es nítida y no arroja ningún rostro concreto.
Para la fiscalía, quien disparó intentó matar a uno de los custodios de Fittipaldi, Gonzalo Alberto Fuentes. Junto a su hermano Cristian "Coco" Fuentes, se ha convertido en un personaje clave para la investigación.
De acuerdo a lo que se sostiene en la causa, los hermanos Fuentes reportan al gremio Soelsac y desde hacía unos meses también habían comenzado a formar parte de una suerte de "guardia" que se formó alrededor de Fittipaldi, en medio de una lucha cada vez más virulenta con Franco Saillén, del gremio de la basura (Surrbac) por el control del sindicado de los empleados de la limpieza.
Una disputa que de manera patética aún no ha encontrado un final.
Tanto Fittipaldi como Saillén tienen aceitados vínculos con el peronismo que gobierna la provincia y el municipio capitalino. Ambos trabajaron de manera activa en las campañas del año pasado e incluso Fittipaldi fue electo legislador provincial (está entre los suplentes). Su abogado histórico, Ricardo Moreno, de quien ahora se habría distanciado, logró una banca como concejal de la ciudad de Córdoba.
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Cuando declaró en la fiscalía a principios de octubre, Gonzalo Fuentes dijo que él en un primer momento no había reconocido al tirador, pero que luego le llegaron "rumores" del barrio en el que sindicaban a Herrara como el presunto sicario, por lo que se puso a analizarlo y le pareció que podía haber sido.
Se desligó de la la teoría de que él había sido el blanco del tiroteo, sino que direccionó su testimonio a vincular al sector de Mas Soelsac (la lista opositora a Fittipaldi) como la que pudo haber encargado la balacera.
Y, además, cargó contra las hermanas de Gabriela, a las que sindicó como "quilomberas".
También fue citado como testigo Fittipaldi, quien el mismo día del crimen de Gabriela declaró y dijo no saber nada sobre lo sucedido, aunque subrayó que él también sospechaba "de la gente de Más Soelsac".
Junto a ellos declararon otros de los hombres que esa tarde oficaban como "guardias" en el ingreso del club Yapeyú.
Ahora, se analiza citarlos de nuevo en la fiscalía para que vuelvan a prestar testimonio tras la feria de enero.
Es que a medida que la causa avanza, los cabos parecen estar más sueltos que antes.
Mientras tanto, aún no aparece una pieza considerada como "fundamental" por la fiscal en toda esta trama: "Luisito" Mendoza.
El joven, que tiene 30 años, en sus redes hace alarde de formar parte de un sector pesado de La Fiel, la poderosa barra que ocupa la tribuna principal del club Talleres, pero que en realidad, como un pulpo, tiene negocios en diferentes ámbitos de Córdoba.
"Luisito" suele reportarse a Carlos Pacheco, un sujeto que supo ser uno de los líderes de La Fiel pero que cayó en desgracia interna tras ser llevado a juicio por un asesinato ocurrido en el balneario de El Diquecito en noviembre de 2013.
Pacheco era el fiel ladero del líder principal de La Fiel, Darío Cáceres, quien ahora desde la cárcel (fue condenado por un fenomenal contrabando de marihuana hacia Córdoba) continúa siendo una de las voces más potentes de la barra.
Junto a Cáceres, Pacheco fue uno de los líderes de La Fiel que en 2013 recibió el escandaloso reconocimiento que les otorgó la Unicameral de la provincia de Córdoba.
Días después, Pacheco fue más allá y se ufanó: “En la cancha, somos el Estado dentro del Estado. Manejamos 14 barrios y 1.000 hinchas. Y los políticos son unos hipócritas: hablan que los barras ésto o aquello, y después nos llaman siempre".
Pero algo se rompió entre él y Cáceres luego de aquel crimen en el balneario. Cuando dos años y medio después logró eludir la prisión y regresó a la calle -y a la cancha- Pacheco se topó con que había perdido su lugar de privilegio. Y desde entonces, como una célula perdida de La Fiel, pugna por regresar al poder.
Pese a que el club le prohibió el ingreso al estadio, siempre intenta ingresar. En abril del año pasado, gracias a la generosidad de algún contacto político que le acercó las entradas de protocolos que Talleres le cede al Gobierno por la utilización del Kempes, Pacheco logró colarse en la tribuna Ardiles, según apuntaron fuentes que siguen bien de cerca toda esta trama.
Allí, en medio de la platea, como si se tratara de un desafío a la prohibición, se fotografió con dos de sus actuales laderos: "Luisito" y el tío de este, conocido como "Petaca", de acuerdo a lo que ellos mismos publicaron en las redes sociales.
Trepar en La Fiel significa ganar poder en buena parte de los gremios más grandes de Córdoba. Aunque también se puede analizar lo mismo al revés: ganar lugar en estos sindicatos termina por ser una llave para llegar al núcleo de las células que conforman la barra brava de Talleres.
En la investigación por el asesinato de Gabriela, "Luisito" Mendoza figura como un prófugo hasta ahora inhallable para la Policía. Pese a que se lo busca desde hace meses, y que las características de su auto se irradiaron por la frecuencia policial con el objetivo de que su búsqueda fuera prioritaria, poco y nada se sabe de él desde entonces. Tampoco se publicó ninguna recompensa para intentar dar con él.
Cuando hace un mes allanaron su casa, los agentes sólo encontraron una vieja bandera de Talleres.
En el expediente, el recorrido de su cupé Peugeot durante aquella siesta del 9 de septiembre está descripto al detalle, en un radio de no más de 10 cuadras.
14.19. Se observó al rodado ingresar en el barrio Yapeyú.
14.24. El auto circuló por Panamá y Juan Roqué, a solo 150 metros del club Yapeyú.
14.27. El vehículo dobló desde pasaje Sanavirones a calle Jesús María. Allí se detiene por unos pocos minutos.
14.33. El Peugeot apareció por calle Juan Roqué, en la esquina del club Yapeyú.
14.34. El rodado fue divisado por Rosario de Santa Fe y Bailén.
14.37. De nuevo, el auto apareció por Panamá casi Juan Roqué.
14.40. Se produce la balacera contra el club.
14.41. El Peugeot fue observado cuando estaciona, de manera breve, casi en la esquina de Sanavirones y Jesús María, el mismo lugar donde había frenado antes.
Quienes siguen esta causa bien de cerca han subrayado dos momentos en esta secuencia del auto: ¿para qué frenó dos veces en Sanavirones y Jesús María? ¿Acaso alguien subió allí y luego del tiroteo lo volvieron a dejar en el mismo lugar? Las preguntas todavía no tienen respuestas.
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