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Charlas de verano

Cristina Loza, la escritora que enseña a curar las cicatrices con lápiz y papel

03/01/2024 | 20:27

La ensayista repasó sus inicios en el ciclo de conversaciones de verano que conduce Sergio Suppo. Cómo es "El Club de la Cicatriz" y sus reflexiones sobre el pasado y el tiempo de ocio.

Redacción Cadena 3

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Cristina Loza, la escritora que enseña a curar las cicatrices con lápiz y papel

La escritora cordobesa Cristina Loza es egresada de la Universidad Nacional de Córdoba, autora de diversos libros tales como Malasangre, El revés de las lágrimas, La hora del lobo, El oso de Karantania, Mariposas griegas y Adorado John. Todas sus obras obtuvieron un gran reconocimiento del público y muchas publicaciones constantemente son reeditadas.

Es coordinadora de El Club de la Cicatriz, un taller de escritura de resiliencia para quienes necesitan sobreponerse a traumas y heridas emocionales, un lugar que ella misma describe como mágico y de mucho trabajo.

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Cristina Loza formó parte de una nueva edición del ciclo de entrevistas que conduce Sergio Suppo en "Charlas de Verano", que se emite todos los días por Cadena 3. En este diálogo, la escritora se explayó respecto a sus inicios en la escritura y algunos obstáculos que debió enfrentar.

Asegura que no hay que ir hacia el pasado, sino que hay que visitarlo poquito. "Se puede volver para no repetir un error, pero ir al pasado implica perderse del aquí y ahora", sostuvo la entrevistada.

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A continuación, sus principales frases

Cómo se inició en la escritura

Mi profesora de tercer grado, Ema Mendizabal, me dijo "esta chica escribe bonito". Supongo que, desde ahí, no quise contradecirla y me puse a escribir bonito. Escribo desde niña pequeños poemas que se van perdiendo en los roperos y las mudanzas. La vida te va llevando a otras cosas, yo quería ser periodista y en su momento no pude ingresar a la carrera.

Me enamoré tanto que hice un secundario deplorable. Era muy enamoradiza. La escritura en mi época traía problemas. En mi cuaderno escribía poesías y una compañera del liceo me delató y me lo quitaron, lo recuperé tiempo después. Mi papá tuvo su postura de defensa en el colegio, pero luego yo me ligué una flor de paliza.

Uno puede escribir con culpa, pero nunca deja de escribir. Usaba las servilletas de un bar y escribía un rato, no le podía mostrar a nadie. Uno escribe cuando está triste y escribo para ponerme mejor. Cuando escribo, al problema lo dejo afuera y lo dimensiono en el papel, no en la cabeza.

Tuve una depresión muy profunda de grande, no importaba nada. Luego empecé a hacer un taller de escritura todos los miércoles, que era muy rígido. A partir de ahí comenzaron a brotar mis primeras ideas.

Uno puede tener recuerdos duros, no tengo un recuerdo lindo de mi abuelo. Era un patriarcado muy fuerte, donde mostrar afecto era un signo de debilidad. Uno puede reescribir hasta un recuerdo y puede elegir escribir lo que menos le duela.

La desventura de esta época es el exceso de información. La persona que está con una carencia ve la tele y encuentra un mundo que es Disney, ficticio y que no puede alcanzar, cualquier atajo es bueno para alcanzarlo.

La capacidad que uno tiene para percibir el mundo y poder transmitirlo a otro, es algo que solo me lo puede dar la lectura. Hoy las plataformas están ganando terreno, pero no deben convertirse en una adicción. Es un ejercicio volver hacia el libro.

Preservo algunas obras mías porque sé cuánto trabajo puse y me preservo ese tiempo. Tiene mala prensa el ocio y yo con el ocio he tenido las mejores inspiraciones. Primero escribo a mano para manifestarme físicamente, después lo paso. Pero necesito ver el papel.

A mí la escritura me salvó de la depresión. Cuando escribo, la gente se encuentra. He encontrado a mis personajes en la vida real.

Hay tanto para leer que me da pena morirme con todo lo que todavía no puedo leer.

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El Club de la Cicatriz

Siempre decimos que es un lugar mágico. Detrás de un truco, hay mucho trabajo. Para que salga bien la magia tiene haber una alimentación de lectura y búsqueda de este cuento y ver cómo le caerá al lector este escritor nuevo que quiero que conozca, a ver cómo lo percibe.

En un taller, hicimos los participantes traigan el objeto al que más apego tienen.

Cuando todos ponen sus objetos en la mesa, había una persona que no quería entregar el perfume que había traído para la clase.

Cada uno tenía que crear una historia a partir de ese objeto. Antes, nos tomamos las manos y cada uno pensó en su objeto y las historias que salieron después fueron tan reales. Esa es la comunión, que se da porque hay un ambiente de confianza.

Las historias de vida surgen cuando uno escribe y si tiene ganas de contarlo. El espacio debe ser amable, confortable y sin juicios.

Hay historias duras y sólidas, pero todo eso hace al resultado de una persona.

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Sus reflexiones y el tiempo de ocio

No hay que ir al pasado, hay que visitarlo poquito si es necesario para no volver a repetir un error. Si vivo del pasado, me estoy perdiendo del aquí y ahora.

Soy una averiguadora, incorporo datos todo el tiempo. No perder la capacidad de asombro te hace real y te hace vivir de otra manera. Es muy delgada la línea con el cinismo. Hay personas que dicen haberlo visto todo y nunca se puede ver todo.

Las vacaciones tienen que ser un tiempo de ocio para estar con uno.

Nosotros hablamos de globalización, pero son los libros los que te meten en la realidad de la otra punta del planeta. Me gustan mucho las historias de inmigrantes, conocer quién es el otro nos hace informarnos sobre quiénes somos nosotros.

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Entrevista de Sergio Suppo.

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