Opinión
17/03/2022 | 12:30 |
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Oscar Santillán es lo que en Argentina se llama un militante social. Un hombre que participa de una organización que reclama y recibe planes sociales, que en parte distribuyen entre familias sumidas en la pobreza estructural y resignadas a la supervivencia y a llenar plazas sin saber para que.
Santillán es uno de los detenidos por destrozar a pedradas los despachos de la vicepresidente y de otros senadores, tirar bombas incendiarias contra policías y romper todo lo que pudiera ser destruido. Por el puro placer de romper.
Santillán recibe desde hace cuatro años en su cuenta del Banco Nación, cada mes, 33 mil pesos como beneficiario del plan Potenciar Trabajo, programa destinado a sostener a desempleados que quieren volver a trabajar con dignidad.
Pero el señor Santillán no busca trabajo, emplea ese cheque, y ya se verá si otros, para poder estar siempre disponible para la acción, sin las obligaciones desagradables de los giles. Tira piedras y bombas molotov, ese es su trabajo, por el que entre todos le pagamos ese dinero por mes.
No es mucho, pero es más de lo que logran juntar con mucho esfuerzo mujeres y hombres que a esta hora están arrancado sus jornadas laborales, exigentes y pagadas con miserias.
Creer que es obligación del Estado pagar a los vándalos que sabotean la democracia no es una ingenuidad, es complicidad.
Presidente, no declaren guerras mamarrachos a la inflación, si antes no se deciden a reducir los gastos más infames de la política, como garantizar un ejército de Santillanes a sueldo, disponibles para romper todo o pagarles con fondos del Pami a todos los mllitantes aunque no sepan escribir su nombre.
No es ingenuidad, es complicidad.