Opinión
09/02/2021 | 12:06 |
Existen crónicas de un episodio impactante ocurrido durante la primera guerra mundial, esa carnicería con soldados en trincheras separados por pocos metros. En la Nochebuena de 1914, en el frente occidental, nadie recuerda quién dio el primer paso pero franceses y alemanes dejaron sus trincheras, impusieron la llamada tregua de Navidad, intercambiaron saludos aunque sabían que al día siguiente cada uno volvería a su trinchera, al feroz enfrentamiento.
Hoy encontramos dos fotos, en los portales de noticias, que parecen apuntar a una realidad anhelada pero que suele parecer inalcanzable.
En la primera Nicolás Trotta, el ministro de Educación y militante del kirchnerismo comparte conferencia de prensa con su par de la Ciudad de Buenos Aires, Soledad Acuña, militante del Pro.
La otra foto es en Mendoza, la comparten la viceministra de salud de la Nación Carla Vizzotti, alfil sanitario del oficialismo y la titular de salud de la provincia, Ana María Nadal, muy próxima al gobernador radical Suárez. .
Nada menos que educación y salud, retorno a las escuelas y batalla contra el covid. ¿Será posible imaginar que, al menos, cuando se enfrentan desafíos de esa magnitud algunos de nuestros dirigentes son capaces del gesto elemental de bajar las bayonetas y trabajar juntos?
En un país donde una jefa de Estado se negó a la foto de entrega de los atributos del mando a su sucesor, lo que debería ser normal y frecuente se convierte en señales excepcionales, que encienden alguna esperanza.
Que no es la utopía de Corea del Centro. Trotta no dejará de militar, Acuña no dejará de ser oposición. En buena hora. Cada uno, a la hora de la política, volverá a su trinchera.
Ni hay guerra ni es Navidad. Pero la tregua política para ocuparse de los problemas de todos siempre merece ser celebrada.
Por Miguel Clariá.