País con buena gente

Esta traumática situación que se vivió en un kiosco vandalizado en Carlos Paz me recuerda un slogan repetido hace años, Argentina, un país con buena gente.

¿Es cierto o solo una expresión de deseos?

Cuando uno ve esa escena de un buen pibe, trabajador, agredido, aterrorizado por chicos de su misma edad, ¿te sale pensar en buena gente? ¿Buenos pibes que a las dos horas están en la calle burlándose de su víctima que no se anima a volver a su trabajo?.

Es hora de enfrentar la realidad. En Argentina hay, por supuesto, mucha buena gente, como ese joven trabajador asaltado pero también, dolorosamente, mucha gente mala. Que juegan con ventaja, con protección, con impunidad.

No tiene lógica ni sentido negarlo. No son extraterrestres los que cada día salen de caza en nuestros barrios, los que agreden, roban y matan. Los que desprecian al que trabaja o se esfuerza para vivir con dignidad.

Son los malos. Y son muchos.

Son una manada cebada, un malón, una secta de desalmados. No conocen la empatía ni la compasión. Son producto de décadas de decadencia de valores, de abandono escolar, de desprecio al mérito, de batalla cultural a puro relato, de progresismo berreta y garantismo de café. Es la peor grieta, la última. La insalvable. ¿Alguien en serio propone diálogo con un delincuente armado, sea mayor o no? ¿Hay negociación posible con esos grupos de pirañas que arrebatan, asaltan o matan?

No se cambia ninguna realidad ignorándola. Hay que reconocerla. Hay que enfrentar a la mala gente que nos arruina la vida. Hay que fortalecer la ley y aplicarla. Y respaldar a quienes la apliquen. Hay que barrer las excusas que protegen a los malos. Hay que reformular la autoridad del Estado para proteger en serio a los buenos. .

Tenemos derecho a vivir en paz y dentro de la ley. Pero la ley en serio, no el relato de la ley. La ley que debe proteger a ese pibe trabajador del kiosco atropellado por una patota feroz, proteger a los buenos, a los que todavía queden de aquel país de buena gente.

Por Miguel Clariá.