Perejil

Opinión

Perejil

25/03/2021 | 12:59 |  

Purita es la becaria de 18 años de Avellaneda que fue vacunada y luego de exhibirlo en las redes, fue despedida.

La mujer pretendió justificar lo injustificable. Ni su madre ni su abuela están inmunizadas, pero la chica intentaba explicar que la vacuna le correspondía a ella para no contagiarlas.

Curioso razonamiento. Las crueles estadísticas muestran que las víctimas letales del covid son de la edad de su abuela pero la nieta argumenta que es más lógico vacunarla antes a ella.

Le preguntaron qué función cumplía en la municipalidad y si había rendido concurso para ingresar. La joven se quedó mirando como si le preguntara por la cuadratura del círculo. ¿Concurso? ¿Qué es eso? En Avellaneda se ingresa por militancia, por parentesco. Como en casi todas partes.

De modo que mientras millones de adultos mayores esperan la escasa vacuna, mientras muchos millones de trabajadores pasaron un año sin ingresos porque no tienen un sueldo público, la joven militante tuvo las dos cosas: un salario asegurado y la ansiada vacuna.

Y sin embargo, vamos a intentar la defensa de Purita.

Porque Purita, a esta altura, es la única que perdió su empleo, su sueldo y el respaldo de su padrino político. Ningún otro de los que se adelantó en la fila, ha perdido su silla. Tampoco hubo ninguna renuncia. Ni siquiera los que falsearon documentos y se hicieron pasar por médicos siendo abogados. Tampoco intendentes en cada provincia, también en Córdoba, que defienden el indefendible derecho a vacunarse antes que sus mayores, sus médicos y sus vecinos más expuestos.

Purita, al fin de cuentas, es un perejil. La única despedida, por la señora del intendente en su caso y tal vez no precisamente por recibir la vacuna antes de tiempo. La única que fue castigada por adelantarse en la fila.

Una sola despedida, decenas, cientos, ¿miles? de privilegiados tranquilos y seguros, mientras más de la mitad de los mayores de 70 años no tendrán vacuna antes de que llegue la segunda ola.

Por Miguel Clariá.