Balance y futuro
08/07/2019 | 16:39 |
El paraguayo criticó al DT, quien se refirió a las acusaciones de Messi contra la Conmebol. Mirá qué dijo.
Diego Borinsky
“El objetivo de la Selección: ¿a qué vamos a Brasil?” fue la pregunta, planteada en forma de título de columna, antes del comienzo de esta Copa América. En el desarrollo de dicha columna rescatamos la importancia que tendría ir encontrando una idea, una columna, con la renovación de futbolistas reclamada por la gente y expresada en la conformación de la lista (con sólo 4 históricos), y sin cargar en la mochila el estigma de “ganar o fracaso”, que tanto mal nos ha hecho en los últimos tiempos. Incluso hasta vapulear a una generación que nos había brindado tres subcampeonatos consecutivos y no supimos darle el valor que tenía.
El objetivo se ha cumplido. En cuanto a resultados, se dio un desarrollo lógico: pasamos la primera ronda después de un primer tropezón ante un rival que ya está consolidado (Colombia), superamos en cuartos a un rival que ha crecido mucho en los últimos años (Venezuela) y caímos ante el candidato más fuerte, el local, jugándole de igual a igual, superándolo por momentos y con un arbitraje escandaloso del que todavía no terminamos de ver las consecuencias institucionales. Por último, vencimos al bicampeón reinante de América (Chile) con un escueto 2-1 por la insólita expulsión de Messi cuando pintaba para goleada.
Argentina se repuso del mazazo inicial colombiano y de una derrota parcial en la segunda presentación que nos puso al borde de un auténtico papelón (ser uno de los 4 eliminados sobre 12 participantes). El equipo encontró respuestas colectivas ante Venezuela y exhibió sus mejores producciones frente a Brasil y Chile. Y, lo más importante, comenzó a sentar las bases del futuro para aceitar el funcionamiento en las Eliminatorias, tratar de cortar la malaria en la Copa América a realizarse en forma conjunta entre nuestro país y Colombia, luego sí, con un equipo más rodado y sin el peso de las frustraciones encima, tratar de levantar nuestra tercera Copa del Mundo.
A ver, pasemos lista. Lautaro Martínez, Leandro Paredes y Rodrigo De Paul fueron quienes le sacaron mayor rédito a esta experiencia copera. Con casi nulo rodaje en la Selección (sólo amistosos), se asentaron como titulares, mostraron sus atributos y no se achicaron en las bravas. Son los estandartes del recambio. Juan Foyth, el más jovencito de todos, también se la bancó, aún jugando en una posición que no es la suya naturalmente (lateral derecho), y a pesar de haber cometido algún error innecesario en la salida, seguramente por su inexperiencia. El Huevo Acuña se asentó, lo mismo que Tagliafico, y Armani, cuando tuvo la posibilidad, volvió a ser el de River salvando al arco argentino en jugadas decisivas (un penal a Paraguay, un mano a mano ante Venezuela).
En los goles que le hicieron no tuvo ninguna responsabilidad, fueron todas definiciones o muy ajustadas contra un palo o le terminaron definiendo debajo del arco. Gio Lo Celso terminó dejando una imagen muy buena ante Chile y Dybala jugó su mejor partido en la Selección, también ante los bicampeones, y todos esperamos que finalmente ese haya sido el click que lo impulse a mostrar sus dotes de cracks que no pudo haber perdido.
En el debe hay que resaltar a Nicolás Otamendi, quien no pudo enderezar una floja temporada en el City (terminó siendo suplente), Pezzella tampoco exhibió firmeza, Saravia no aprovechó su oportunidad, Di María debió acomodarse a su nuevo rol de suplente tras un debut flojo y dejó una buena imagen final (siempre suma que un referente aporte desde donde le toque), a unos cuantos casi debutantes no se los pudo evaluar porque casi no tuvieron minutos (Guido Rodríguez, Matías Suárez, Guido Pizarro) y se terminó poniendo en evidencia cierto desequilibrio en la lista con la ausencia de un cinco de marca que nos hubiera venido bien ante Brasil. Tarea para el hogar para el DT.
Más allá de otros jóvenes que seguramente serán parte de esta renovación y no pudieron participar por lesiones sobre el cierre de la lista (Exequiel Palacios, Matías Zaracho, Gonzalo Montiel), la Copa América produjo una notable transformación en Lionel Messi. En lo futbolístico tuvo un rendimiento de entre 6 y 7 puntos, jugando sus mejores partidos ante Brasil y Chile, pero para el pueblo futbolero Brasil 2019 será recordada como la Copa en que Messi se calzó la cinta de líder espiritual que tanto se le reclamaba.
Declaró después de todos los partidos tomándose su tiempo, dio la cara sin apurarse, no se puso el casete, y cuando hubo que ir a fondo contra las cuestiones organizativas de Conmebol no le tembló la voz: criticó el estado de los campos de juego y no recurrió a eufemismos para catalogar la falta de transparencia del VAR ante Brasil y hasta tildó a la Conmebol de “corrupta”. Lo hizo con naturalidad, sin forzar nada, en un nuevo rol que algunos tildaron de “modo Maradona” y otros bromearon hasta el punto de tener la certeza de que Lionel Messi estaba cada vez más influenciado por Mateo Messi, el hijo rebelde que nos despertó sonrisas con sus travesuras en los palcos de esta Copa.
Si hasta cantó el himno, e incluso lo gritó en un par de ocasiones. El hecho de entonar el himno en sí mismo no lo hace a Messi más argentino ni más patriota, lógicamente; sí tiene un significado simbólico, como si nuestro capitán se hubiera liberado del “que dirán”, como si ya no necesitara estar más pendiente de “lo canto o no lo canto” por la mirada ajena. Listo, se liberó. Y, lo más importante, esto ya no en modo metafórico sino en un sentido concreto y real: les habló a sus nuevos compañeros (la mayoría) para levantarles el ánimo y agradecerles lo hecho tras la caída injusta frente a Brasil. Y para encarar motivados el partido por el tercer puesto. Les marcó que ese era el camino para seguir de aquí en más. Un Messi líder, aglutinador, referente. Esta Copa América será recordada por eso también: por marcar una transformación en nuestro genio. Ojalá no sea tarde.
Lionel Scaloni aprobó el examen. Se la jugó, mayoritariamente, por futbolistas jóvenes y con pocos partidos en la Selección y le respondieron con personalidad y fútbol, en el tramo final de la Copa. Seguramente como fruto de su inexperiencia, se equivocó en algunos cambios durante los partidos sacando a los que mejor estaban jugando (Lautaro contra Paraguay, Dybala ante Chile), pero son cuestiones que irá corrigiendo con los partidos. No son la esencia de un entrenador; hay algo mucho más importante: elegir el plantel, respaldarlos con ideas claras, llevar a un grupo dentro de un clima de cordialidad y competitividad.
Se los vio participativos a Aimar, Ayala y Samuel, símbolos de nuestra Selección y reconocidos en el mundo, en las entradas en calor, en los entrenamientos y también en el banco de suplentes, y ese es un detalle que seguramente le aporte al plantel. No hay aquí solo un DT que hace sus primeros palotes en la selección, sino un grupo de trabajo con mucho camino recorrido de celeste y blanco.
En la conferencia previa al partido ante Chile, Scaloni confirmó que seguirá hasta el 31 de diciembre y que su período de prueba ya terminó. Es irrefutable lo primero, no tan así lo segundo: Scaloni sigue a prueba por los próximos 6 partidos amistosos (Chile y México en septiembre; Alemania y quizás Portugal en octubre y dos rivales a definir en noviembre), porque si no ya lo hubieran confirmado de cara a las Eliminatorias y para la próxima Copa América. Todo hace pensar que, si se profundiza esta senda iniciada durante este año, de renovación y una idea incipiente de juego, si más o menos se dan resultados lógicos y no acontece ninguna hecatombe, Scaloni seguirá siendo el entrenador en 2020.
Lionel Messi avaló la continuidad de su tocayo tras el triunfo ante Chile cuando le preguntaron puntualmente por el entrenador, destacando que se sienten cómodos con él, que este grupo de jóvenes son la base del futuro y que hay que apoyarlos. Obviamente, Chiqui Tapia le habrá pedido su opinión antes de confirmarle a Scaloni su continuidad. Y está bien que eso ocurra. Esto no significa que Messi decide quién dirige y quién juega, pero no puede faltar su opinión al momento de determinar el rumbo a seguir.
Y si nuestro genio, que algo de fútbol conoce y que fue dirigido por unos cuantos entrenadores de elite, considera que está naciendo algo importante y que observa bien rumbeado al cuerpo técnico, pues entonces confiemos en él. No ciegamente, pero sí al menos para dejarnos de cuestionar todo el tiempo todas las decisiones, y seguir dando vueltas en círculos con designaciones hipotéticas de entrenadores ideales que nunca ocurrirán, porque no es su momento o por incompatibilidad de caracteres con esta dirigencia de AFA (Simeone y Pochettino por un lado; Gallardo, por el otro).
Cuesta asumir que al frente de la Selección esté un entrenador que no haya dirigido ni un solo partido oficial en un club. Es cierto. Pero las cosas se dieron así. También hay que aceptar que con entrenadores que poseen más de 15 años de trayectoria, como Bauza y Sampaoli, nos fue muy mal. No hay fórmulas infalibles para el éxito. No hay que atarse a viejos dogmas.
¿Tiene sentido, por ejemplo, cambiar otra vez para darle el equipo a Gabriel Heinze, que ha dado buenas señales en Argentinos y Vélez, pero que tampoco ofrece credenciales confiables para ser un DT de la Selección como tenemos concebido históricamente? ¿O a Gustavo Alfaro, con los buenos rendimientos que ha mostrado en diferentes clubes? Considero que no. Con Scaloni hubo una renovación, se esbozó una idea, al grupo se lo notó cómodo, se alcanzó un tercer puesto y nuestro guía ve señales positivas. Están dadas las condiciones para, después de muchos años, ir construyendo en una dirección lógica. No perdamos más tiempo.