Copa América
05/07/2019 | 17:40 |
El fútbol argentino en general, y el representativo nacional en particular, viven en "Modo Chiqui Tapia". Es tiempo de resetearlo y abandonarlo.
Jorge Parodi
El fútbol argentino en general, y nuestra Selección en particular, viven en “Modo Chiqui Tapia”.
Se trata de una brumosa y contradictoria manera de conducir nuestro fútbol, donde la improvisación, el misterio, los intereses poco claros, las prebendas y la escasez de ideas abundan.
No esperemos que Claudio Tapia y sus secuaces nos brinden una solución. Está claro que el principal problema son ellos mismos.
Con esta dirigencia será difícil cambiar; se necesita una Asociación del Futbol Argentino con un manejo transparente y con gente capacitada. ¿Será mucho pedir?.
En este contexto, la designación del futuro DT no sería una cuestión fundamental, sino un síntoma que pone en evidencia las afirmaciones anteriores.
Los problemas de fondo del fútbol argentino exceden a la Selección y la condicionan.
Esa es la principal razón por la que hasta hoy los técnicos argentinos de elite, como Simeone, Pochettino o Gallardo, declinan al “honor” de dirigir a nuestra representación.
Puestos en su lugares de próceres intocables en sus respectivos clubes y teniendo en cuenta el tufillo que rodea a la Selección, la negativa a dirigirla es entendible.
Mientras otros técnicos más terrenales como Ricardo Gareca, Gabriel Heinze o "el Chacho" Coudet esperaban, en su momento, un llamado que nunca se produjo, el inefable Chiqui quiso y pudo manejar esta transición interminable con un técnico barato y obediente.
Mientras la AFA confirmó que Lionel Scaloni seguirá siendo el DT de la selección hasta diciembre próximo, el Director de Selecciones Nacionales, César Luis Menotti, había dicho que “su proyecto de selección” iba a comenzar una vez finalizada la Copa América.
Sería bueno saber de qué se trata el proyecto de Menotti, a qué apunta y si existe convicción dirigencial para concretarlo.
A fines de este año, AFA y/o Menotti deberán decidir si Scaloni continúa o si nombran a otro DT que lo suceda.
Nuestra Selección tiene 6 amistosos (tres confirmados), por fechas FIFA, entre septiembre y noviembre.
En marzo del año próximo comienzan las Eliminatorias y en junio de 2020 la Copa América, con sede en Argentina y Colombia.
El DT que sea designado después del 31 de diciembre tendrá para armar la Selección hasta marzo de 2020 -fecha del debut en eliminatorias mundialistas- en menos de tres meses.
En esta transición de la “era Scaloni” se registraron aciertos y desaciertos.
En la Copa América, la Selección fue de menos a más y evitó el fracaso. No resultaba lógico esperar un título, sino una actuación digna.
Rescató un par de jugadores, que sin ser extraordinarios, pueden ser útiles para el futuro, como Lautaro Martínez, Rodrigo De Paul o Juan Foyth.
El técnico logró una convivencia armoniosa entre los más jóvenes y los históricos, con un Lionel Messi más comprometido con el vestuario y con el público.
En la columna de lo negativo: fue pública y notoria la falta de experiencia y jerarquía de Scaloni, con lecturas de juego inexplicables (más allá del buen planteo ante Brasil), mensajes contradictorios, castings permanentes y cambios inentendibles.
Está claro que una Selección que pretende ser protagonista del futbol mundial requiere de un orientador táctico con un mínimo recorrido y no de un novel debutante que va aprendiendo de sus errores sobre la marcha.
En su momento dijimos que nombrar a Scaloni fue como designar a un médico residente, recién recibido, como director de un hospital.
El puesto que detenta una sola persona y que ejercemos desde afuera 40 millones de argentinos requiere de un profesional que haya cosechado méritos en su carrera y un cierto nivel cercano a la excelencia.
Es obvio que esto no garantiza resultados, pero sÍ transparenta el procedimiento de la elección y premia la capacidad y la trayectoria.
Ser DT de la Selección debería ser el punto de llegada y no el de partida de un profesional.
Scaloni sólo dirigió a niños en Mallorca y fue analista de videos en Sevilla y en la Selección con Sampaoli.
De todos modos, hizo lo que pudo, limpió lo que había que limpiar, rescató jóvenes jugadores, pero hasta allí.
Si queremos una Selección en serio, necesitamos de un técnico en serio.
Queda claro que cualquiera que venga corre el riesgo de sucumbir ante el “Modo Chiqui Tapia” que todo lo devora.
El presidente de AFA desgastó a Bauza para que se fuera, dijo que Sampaoli era el mejor técnico del mundo, habló de su gran proyecto, pero lo despidió sin contemplaciones después del fracaso en Rusia.
Para comenzar a construir, la buena noticia es el interesante trabajo iniciado en las Selecciones juveniles, que enciende una luz de esperanza de cara al futuro.
Tendremos que apelar a la paciencia, habrá que aceptar que no somos los mejores del mundo (aunque estamos entre los mejores). Habrá que entender que ya no tenemos grandes jugadores.
El recambio llega con buenos y respetables futbolistas, aunque normales, comunes y poco excepcionales.
A pesar de sus necios detractores, Lionel Messi y su magia, aún con 32 años, siguen siendo un privilegio y una bendición para la celeste y blanca.
Comprender esto no significa resignación.
Se trata de un diagnóstico realista para comenzar a construir, a crecer, para volver a ser.
La Selección argentina no tiene la obligación de ser campeón del mundo, pero aún sin ser favoritos, siempre estará entre los potenciales candidatos.
De 21 mundiales solo ganamos 2; esto es poco menos del 10 por ciento.
La Selección argentina tiene la obligación de ofrecer un fútbol digno y serio, dentro y fuera de la cancha.
Con una organización pensada y con objetivos claros, con una idea de juego, con un funcionamiento colectivo que sostenga a las individualidades.
Es tiempo de resetear a nuestro fútbol y abandonar el “Modo Chiqui Tapia”.
Es tiempo de terminar las improvisaciones.
No hay más tiempo que perder.
El momento de comenzar es ahora mismo.
El futuro es hoy.