Copa América
29/06/2021 | 13:06 | A diferencia de tantos entrenadores que buscan definir un equipo titular, Scaloni parece disfrutar de la estrategia opuesta y hoy dispone de múltiples variantes para los cruces eliminatorios de la Copa América.
Diego Borinsky
Con ese poder de síntesis tan singular que lo caracterizaba, el Coco Basile patentó la frase “equipo de memoria” cuando dio en la tecla con aquel Boca que ganó todo lo que jugó en la temporada 2005/06. Había encontrado los once.
En este último tiempo, desde que se reinició la actividad oficial de la selección con los recientes dos partidos de Eliminatorias y la fase inicial de Copa América, existe un clamor -liderado fundamentalmente por la prensa y con eco en el público futbolero- para que Lionel Scaloni defina de una vez su equipo titular. Que deje de cambiar figuritas, que termine de una vez con las pruebas, que elija a los once titulares y a otra cosa mariposa.
Scaloni, sin embargo, quizás un poco apretado por diversas dolencias de los futbolistas que suelen llegar con las reservas de energía al límite al final de la temporada, otro poco por la superposición de compromisos en poco tiempo y otro tanto más por las dudas genuinas que tenía en muchas posiciones, apostó justamente al concepto contrapuesto de Basile y fue abriendo el abanico. Cuanto menos de memoria el equipo, mejor.
Hoy, completada la primera fase de la Copa América con un empate y tres victorias -un sistema de competición sin sentido porque solo sirvió para eliminar a dos de los diez equipos, claramente los dos más flojos-, la puesta a punto del conjunto de Scaloni para los cruces eliminatorios terminó resultando un plan acorde con su idea madre, o que se adaptó a una idea que fue madurando con el correr de los días. De este modo se llegó a que los 24 jugadores de campo que integran el plantel han sumado minutos en cancha, un detalle para nada frecuente en este tipo de competencias, donde 4 o 5 se quedan sin jugar ni un minuto. Y eso que sólo se disputó la primera fase. De hecho, los únicos que no han jugado todavía, por una cuestión obvia, son dos de los cuatro arqueros: Agustín Marchesín y Juan Musso.
Lo que asomaba como una debilidad o una falencia para muchos analistas del fútbol, hoy se ha convertido en una fortaleza de este equipo. Un plus, una herramienta para aplicar de cara a una seguidilla que, si se da como todos esperamos, incluiría tres partidos en ocho días con una final en el Maracaná.
Veamos. El grupo de futbolistas de esta Selección es muy parejo. Saquemos a Messi, por supuesto. Luego, encontramos la presencia y seguridad que impuso Dibu Martínez en el juego aéreo, aunque tampoco lo hemos visto atajar hasta ahora. Nos entusiasmamos con la determinación y la convicción que entregó en sus primeras presentaciones con esta camiseta el Cuti Romero y nos sorprendimos con la dinámica y la facilidad para llegar al área rival de Nico González. Esos tres demostraron estar un escaloncito por encima del resto y ganarse, un poco apenas más que el resto, el rótulo de “titulares”. Pero tampoco los vimos y examinamos tanto para empezar a observarlos tan mortales como al resto.
Gio Lo Celso tuvo pasajes y asociaciones muy interesantes en el medio, pero en los últimos dos partidos entró el Papu Gómez (el postergado y reclamado desde hace tantos años Papu Gómez) y metió un gol en cada uno. Y golazos, además. Guido Rodríguez era uno más de la guía para completar la lista en cada convocatoria y de golpe pareció dar las respuestas del cinco posicional que no daba Paredes en un par de presentaciones. Rodrigo De Paul tiene marca, juego, no se cansa nunca pero también Exequiel Palacios dio indicios ante Bolivia de que se acerca a aquel titular indiscutible de comienzo del ciclo (no obviamos la debilidad del último rival). Di María fue una de las figuras cuando le tocó entrar, Pezzella se mostró sobrio y firme y Lisandro Martínez se movió como si jugara todos los días con esta camiseta. Angelito Correa les imprimió una frescura llamativa a sus apariciones con Bolivia y se asoció con naturalidad y precisión con el resto. Acuña rindió más que Tagliafico por la izquierda, pero el ex Independiente tampoco desentona, y si bien Nahuel Molina resultó una grata aparición mostrándose potente en ataque también Montiel en la última presentación se asemejó al Montiel que tanto conocemos de River. Julián Alvarez sumó sus primeros minutos con Bolivia y le dio movilidad y opción de pase al ataque. Lautaro Martínez se sacó la mufa y al fin pudo convertir (sabemos cuánto influyen este tipo de rachas en los goleadores) y si bien el Kun no se fue conforme con sus dos últimas prestaciones, al menos contra Bolivia ya estuvo con un ritmo más acorde a sus compañeros y metió una hermosa asistencia a su amigo Messi para que anotara el 3-0.
Es una gran noticia que Scaloni pueda disponer de tantas variantes en un mismo partido (gracias a los cinco cambios) o de un partido a otro, de cara a una seguidilla que comerá piernas. Es muy positivo, aunque parezca lo contrario, que no esté tan claro quiénes son los titulares. La competencia interna ha elevado el techo. Tener a todos los futbolistas en ritmo, afilados y sintiéndose útiles conforman este nuevo paradigma que ha impuesto la Selección de Scaloni que se ubica en las antípodas de aquel otro que el Coco Basile llamó “equipo de memoria”. En buena hora.
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