Copa América
11/07/2021 | 18:10 |
Redacción Cadena 3
Juan Schulthess
Audios
Carta de la pelota a Lionel Messi
Querido Leo:
¿Te acordás cuando nos conocimos? Seguramente no. Bah, no creo. Si eras apenas un chichón de suelo. Pero yo no me olvido más. Hay algunos momentos, apenas algunos, que quedan grabados adentro de uno con tinta indeleble. Que no los borran los laberintos de la cabeza. Ni la asincronía entre los años y la memoria. Ni el caprichoso paso del tiempo.
Ese día me abrazaste como nunca nadie lo había hecho. Y no me soltaste más. Tus pupilas se dilataban cuando me veías. En tu sonrisa cabía el universo entero. Yo era casi más grande que tu cabeza. Poco te importó.
Te las arreglabas como podías para llevarme a pasear por los recovecos de tu barrio, La Bajada, en el sudeste rosarino. Te vi en la calle Lavalleja, en el patio de tu casa, en la Escuela Nº 66 General Las Heras y en el pan y queso en donde los que te elegían primero sabían que habían ganado el partido antes de jugarlo. Todos fueron testigos de tu desmesurado amor por mí. Todos quedaban anonadados por la manera en la que me tratabas.
/Inicio Código Embebido/
Mirá también
/Fin Código Embebido/
¿Te acordás cuando tu vieja, Celia, la Puchi, te mandaba a hacer las compras? Me llevabas siempre. Una bolsa en una mano, la otra acomodando el desparejo flequillo, yo en tus pies. Si no, no ibas. O me reemplazabas momentáneamente por un rejunte de medias, trapos o alguna piedra que encontrabas en el camino. Las hacías pasar por mí para no extrañarme tanto. Yo te extrañaba más que vos.
Tenías cuatro años y ya sentía que nuestra relación era una entelequia cuando me ponías a dormir en la punta del botín. La apoteosis explotaba cuando arrancabas con los jueguitos en las canchas de tierra del baby fútbol de Grandoli. Si supieras lo que cuchicheaban alrededor. Las voces de los que te veían formaban nubes auditivas, ficticios panales de abejas melíferas que volaban sin norte buscando un calificativo que te hiciera justicia. A vos solo te importaba yo. Y yo solo me dedicaba a ser feliz bajo tu pie izquierdo.
Todos estamos esperando algo. Y creo que, sin saberlo, te estaba esperando. Es que con vos me siento más hermosa. Más cuidada. Más perfecta. Más pelota.
¿Te acordás de los picados de los domingos, después de comer a las apuradas los fideos de la abuela Celia? Armabas unos arquitos en la calle y jugabas con tus primos y hermanos. No te gustaba perder. Nunca te gustó. Terminabas caliente, enojado, a veces llorando. Por ahí ligabas alguna patadita de más y tu viejo, Jorge, tenía que poner orden. No me lo contaron; yo estaba ahí, sintiendo que no era digna de vos.
Pero las rosas no se entienden sin espinas. También te vi pasarla mal. Te vi sobrevivir a las perversidades de la incertidumbre, como García Márquez antes de sus cuentos peregrinos, cuando Newell’s no quiso pagar el tratamiento por esas rebeldes hormonas de crecimiento. Y cuando no se dio lo de River. Y cuando te fuiste a España, con toda la carga emocional de un adolescente que solo quería cumplir un sueño y de repente tuvo que cruzar el charco.
Te vi cada noche, cuando llevabas la jeringa en un estuche y te ponías, religiosamente y durante dos años, inyecciones en los cuádriceps para crecer. Vi que me mirabas al hacerlo. Sabía que lo hacías por mí. También vi tus ojos lagrimear, escondidos en la oscuridad de una habitación para que no se crucen con los de tu viejo, dibujando una miscelánea entre la tristeza por lo que dejabas en Argentina y la ilusión de lo que vendría. Me subí, sin pedirte permiso, a tu montaña rusa. Sabía, siempre supe, que lo hacías por mí.
¿Te acordás de las primeras semanas en Barcelona? Tampoco fueron lo que se dice “fáciles”. Tenías 13 años y medías apenas 1,40 de altura. Tus compañeros te miraban de arriba. Te ignoraban. Te “forreaban”, según decías. Hasta que me agarrabas y los desparramabas por el suelo. Caían como hojas en otoño y el azulgrana de la camiseta se confundía con el verde césped.
Y menos mal que no le diste bola a ese técnico que te pedía que juegues a dos toques y me largues antes. Me hubiera perdido tus coreografías sorteando inertes piernas resignadas a la humillación. Hubiera besado menos las redes. Hubiera sido menos yo. Porque con vos, yo soy música. Soy tu Si bemol.
/Inicio Código Embebido/
Mirá también
Fútbol sobre letras
/Fin Código Embebido/
No hace falta que te recuerde lo que hiciste después. Rompiste todos los récords que se te cruzaron, y los que no, también. Te convertiste en el mayor coleccionista contemporáneo de títulos, goles y premios. Pero no creo que te importe. O no tanto. A veces, los números son la fría excusa de los que no se animan a sentir. Y vos querías sentir más que agarrar la calculadora.
Pero te fallé, Leo. Te fallé. Si yo sabía lo que realmente te desvelaba. Si te vi con esa camiseta celeste y blanca que te acariciaba las rodillas mientras jugabas a ser el Diego o Pablito Aimar en Rosario. Y después te vi desganado en un banco de suplentes en Alemania. Y después te vi destruido, fijando una triste romanza visual hacia una copa en Brasil. Y después te vi derrumbado en Santiago de Chile. Y después te vi desde una tribuna en Estados Unidos, roto, partido al medio, víctima de un pérfido penal que te volvió a clavar la espina que más duele. Fue, quizás, tu noche más triste. Fue, quizás, mi noche más triste.
“Encuentra lo que amas y deja que te mate”. Dicen que lo dijo Charles Bukoswki. Dicen que se lo conocía como “el poeta maldito”. Digo que se equivocó. Al menos con vos, se equivocó.
/Inicio Código Embebido/
Mirá también
/Fin Código Embebido/
Siempre me diste una chance más. Siempre quedaba otra vuelta de tuerca. Siempre fuiste hoy. Hiciste imposibles posibles conmigo. Entendiste que a veces la vida arranca después de morir varias veces. Supiste que, a veces, al último intento le queda todavía uno más. Lograste que me obsesionara para poder darte esa alegría que tanto buscabas y tanto te merecías.
“La pelota no se mancha”, rezó Maradona, uno de los pocos que supo tratarme tan bien como vos. Y cuánta razón tiene. Pero la pelota sí puede llorar. Y yo lloré con vos. Fui tus lágrimas, fui tu impotencia, fui tu dolor, fui tu bronca, fui tu desilusión. Fui, fui y fui. Pero vos no fuiste. Te quedaste. Y te quedaste para esto. Para ser conmigo. Para que tus lágrimas cambien de color y sean las de todo un pueblo. Y también las mías.
“Yo soy Messi”, “No, yo quiero ser Messi”, “La lleva Messi, la lleva Messi, la lleva Messiiii”, “Gooool de Messiiii”. Me cansé de escuchar esas frases (y sus derivados) en los cinco continentes, en decenas de idiomas de ya no sé cuántos países y en la voz de millones de chicos que juegan a ser vos mientras juegan conmigo.
Y es ahí, entonces, cuando me acuerdo del día que nos conocimos. Y me acuerdo de tu barrio, de la calle Lavalleja, del patio de tu casa, del pan y queso en la escuela y de esos picaditos siempre picados después de los fideos de tu abuela.
Ahora yo soy el chichón de suelo, es a mí a la que se le dilatan las pupilas al verte y en mi sonrisa cabe el universo entero.
Ese 10 de julio pude, al fin, saldar mi deuda. Al fin, Leo. La carta termina acá, pero no termina. Todavía le quedan varias letras. Y quien dice letras, dice palabras. Y quien dice palabras, dice oraciones. Y quien dice oraciones, dice párrafos. Tal vez, muchos párrafos. Vos lo sabés más que nadie.
Te puede Interesar
A un año del título
El relator de Cadena 3 estuvo presente el 10 de julio de 2021 en el estadio Maracaná y narró para todo el país la inolvidable consagración ante Brasil. "A partir de ahí, Messi fue otro", consideró. Escuchá.
Informes de La Previa
Hace 365 días, Argentina rompía una sequía de 28 años sin títulos al coronarse en una inolvidable final ante Brasil en el mismísimo Maracaná. Un repaso de aquel glorioso 10 de julio, al estilo de Cadena 3.
Copa Argentina
"El Pirata" jugará este miércoles ante Estudiantes y los fanáticos "celestes" ya compraron 113.900 entradas. "La gente tiene que viajar con ticket en mano", dijo el gerente general del club de Alberdi.
FORD Argentina
El Mustang Mach 1 incorpora sistemas desarrollados para las pistas, con foco en la performance. Logra un rendimiento y una experiencia de manejo inigualables.