Copa Mundial Femenina 2023
02/08/2023 | 23:58
Redacción Cadena 3
Mauricio Coccolo
Argentina se va de su cuarto Mundial sin triunfos: 12 partidos, 0 victorias en total. Todavía no sabe lo que es ganar. ¿Y entonces? En esta parte podrían incluirse cientos de frases hechas para la ocasión: que en la derrota está la dignidad, que lo importante es competir y disfrutar del camino, etc.
Ganar no es todo, ni es lo único. Lo que no se puede es perder siempre. No en el fútbol profesional, al menos. Mejorar día a día es una forma de ganar, pero esa es una competencia interna, personal, lo que vale es superar al rival y ganarle. Con igualarlo no alcanza. Los méritos son muy valiosos, pero no suman tres puntos en la tabla. El fútbol femenino, específicamente el de Argentina, tiene que dejar de ser evaluado como algo diferente y hay que analizarlo como lo que es: un juego, un deporte profesional. Le caben las generales de la ley.
Saciada la voracidad de las fieras resultadistas, se impone subir un escalón. ¿Por qué Argentina todavía no pudo ganar ningún partido en Mundiales? La respuesta rápida es simple y coinciden todos los protagonistas: hay que ser más profesionales. Falta desarrollo del profesionalismo de las jugadoras argentinas: mejores condiciones económicas, mejores entrenamientos y más partidos contra las potencias para que eso se traduzca en un mejor nivel técnico y táctico. Todo acompañado por el progreso de los torneos locales. Los millones de futboleros que se prendieron a seguir los partidos del Mundial tienen razón cuando dicen que les falta. Ellas son las primeras que lo saben. Es una cuestión de tiempo — ¿10 años? ¿15?— y plata bien invertida.
El primer partido de fútbol masculino en Argentina se jugó en 1891 y la actividad se profesionalizó oficialmente en 1931 después de un largo período de amateurismo marrón. Los primeros fogonazos de popularidad se dieron en los 20: no vayan a creer que River y Boca nacieron con 50 mil personas en la cancha. Tuvieron que pasar unos 30 años para que el juego prendiera en la gente y otros tantos para que fuera profesional.
El fútbol femenino en Argentina recién está dejando de gatear para empezar a caminar. Pasaron 20 años desde la primera participación en un Mundial y la actividad es semiprofesional desde hace cuatro años: los clubes están obligados a pagar 15 contratos de unos 75 mil pesos y más del 40% de las jugadoras de Primera División del país todavía son amateurs. Los datos cambian el enfoque y el nivel de exigencia.
Subiendo otro escalón, desde más arriba, se puede ver que el fenómeno ya está entre nosotros. Al margen de los negacionistas que nunca faltan y quizás dentro de diez años quieran venir a explicarnos cómo fue que sucedió lo del fútbol femenino. Hay futuro: desde hace tiempo en las escuelas los chicos juegan mezclados, sin distinción de género, y los turnos para jugar entre mujeres (o mixtos) en las canchitas de alquiler están en una proporción de tres a uno con respecto a los hombres, cuando hace una década con suerte era de cinco a uno. Provincias como Córdoba tienen más de 500 clubes donde los equipos de mujeres son una categoría más. Los clubes grandes están abriendo las puertas, no solo de los predios,sino también de los estadios. Pasan cosas. ¿Hay gente a la que no le gusta? Sí. Como hay gente a la que no le gusta el mate amargo.
Por último, el 2023 de la selección argentina dejó dos medibles que demuestran el crecimiento: récord histórico de rating en el partido contra Sudáfrica (12 puntos en la televisión abierta) y récord de asistencia con más de 30 mil personas para ver un amistoso en el Kempes. ¡Cómo no va a ser un terreno fértil para las empresas y las inversiones? Y ya se sabe: donde hay inversionistas, hay plata y hay mercado. Sin contar lo intangible: las nuevas generaciones ahora tienen un póster, se van a dormir y sueñan con ser como Banini.
¿Todo eso alcanza? Por ahora alcanza para certificar que la gente banca y apoya, que el fenómeno está creciendo y va rumbo a ser una realidad. Todavía falta mucho y falta algo muy importante: ganar. Porque, como dice Julio Velasco, incluso sabiendo que la posibilidad de triunfar es ínfima, hay que prepararse para ganar y darlo todo. Dejar todo provoca que la gente se identifique. Después, para que se enamore hay que ganar. Eso es ganar: enamorar.
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