Ícono de la ciudad
09/12/2021 | 09:16 | Fue construido en 1931 por Agustina Tillard, quien residió en este lugar durante varios años. Estaba repleto de muebles traídos de Europa. Hoy es del club Instituto Atlético Central Córdoba.
Por Carola Cinto.
El Castillo La Agustina llama la atención de todos los que pasean por barrio Jorge Newbery. A la vera del Ferrocarril General Belgrano, este castillo está dentro del predio que hoy pertenece al Club Instituto Atlético Central Córdoba.
Mucho tiempo antes, alrededor de 1931, fue Agustina Tillard transformó las tierras que heredó de su padre, Carlos Tillard, en su hogar de residencia junto a su esposo Alfredo Larrosa.
Una familia influyente
Carlos Tillard, oriundo de Caen (Normandía), llegó a Córdoba siendo un acaudalado industrial. Se hizo propietario de un terreno delimitado al sur por calle Santa Rosa, al norte por Av. Japón, al este por Juan B. Justo y al oeste por Monseñor Pablo Cabrera.
Carlos Tillard se casó con Enriqueta Gómez y tuvieron 4 hijos: Enrique, Eduardo, Ernesto y Agustina. En 1915, tras su fallecimiento, se dividen los terrenos y Agustina se quedó con el predio que, en ese momento, abarcaba unas 300 hectáreas.
Un castillo de lujo
Agustina y su esposo Alfredo Larrosa -quien fue presidente del Banco de Córdoba- construyeron este castillo que, uno de sus distintivos, era la cantidad de obras de arte que resguardaba.
La construcción fue realizada en un año por el ingeniero García Boglino. Muchas de los muebles y objetos decorativos fueron traídos directamente de Italia y Francia.
El ingreso estaba bordeado por cipreses y la puerta principal era de madera maciza. Estaba custodiada por dos leones de bronce.
En el jardín, había una estatua elaborada en mármol de carara de la Venus de Capua. En el porsche de acceso había una estufa a leña con revestimiento de bronce traída de Florencia.
Otro objeto único era una estatua de mármol que estaba en el centro del castillo y que rotaba sobre su base.
Una escalera conducía a la torre y un piano de cola decoraba la zona central del piso inferior. Su dueña, Agustina, siempre se ocupaba que todos los centros de mesa de la casa se mantuvieran con flores frescas que recolectaba de su jardín.
A esto, se sumaba un jardín de invierno con muebles de la india y una planta alta a donde estaba el oratorio. Allí se celebraban misas para la familia y el personal de la casa.
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Un ícono de Instituto
Luego que sus dueños fallecieran, el castillo y el predio fueron vendidos al Club de Caza y Pesca de Córdoba. En 1973, La Agustina se pone en venta y un grupo de socios del Club Instituto Atlético Central Córdoba comenzó las tratativas para lograr comprar la propiedad para usarla como espacio de entrenamiento para las inferiores del club.
Luego de varios meses de negociación, 11 socios de Instituto lograron llegar a un acuerdo: comprarían todo el predio en un plazo de 30 meses. Para poder hacerlo, tuvieron que firmar 180 documentos, ya que el predio estaba en manos de 60 accionistas.
Del loteo final, unas 8 hectáreas iban a ser donadas al club y las otras iban a ser loteadas para poder pagar la deuda. Sin embargo, el club recibió una oferta para comprar 4 hectáreas en Guiñazú por 25 mil dólares. Si bien los 11 socios insistieron en concretar esa donación, el club no aceptó.
Hasta que, finalmente, la comisión directiva visitó el predio y decidió comprar esas hectáreas con los 25 mil dólares. Ese dinero era parte de lo que había recibido el club por la venta de Mario Alberto Kempes. La primera compra implicó las dos hectáreas a donde está el castillo y otra parte del predio a donde está la cancha Ardiles.
Con el paso del tiempo, el resto de los loteos se fueron donando y comprando entre los mismos socios. Hoy el recuerdo de esa odisea está en las memorias de los únicos socios que aún siguen vivos: Atilio Pedraglio, Cacho Suárez, Héctor P. Ferrero y Jack Smulovich.
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