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01/02/2020 | 16:59 | Otra vez se gastarán fortunas en simular que se extrae un carbón que hace décadas nadie necesita, mientras se caen las energías limpias, todo bajo el comando de Aníbal F. ¿Qué puede salir mal?
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La designación de Aníbal Fernández en Yacimientos Carboníferos Río Turbio expone de muchas formas la frivolidad con que la alianza gobernante resucita un pasado oscuro e irracional.
Por un lado, que se haya elegido a alguien al que el kirchnerismo valora por su prepotencia, por su capacidad para “poner huevo”, exhibe un plan. La empresa Río Turbio es la querellante en una de las causas por corrupción que llevaron a la cárcel al exministro Julio de Vido. Y el kirchnerismo necesita a alguien con pocos pruritos para negar la evidencia y sumar a la empresa a la defensa de De Vido.
Otro pasado que regresa es el del fracaso. Río Turbio se originó cuando la segunda guerra mundial dejó sin carbón a la Argentina. YPF comenzó a explotar un carbón de baja calidad, en una mina que siempre fue muy ineficiente y con problemas logísticos jamás superados. Su mejor momento comercial fue en 1972 y fue mediocre.
Pero Argentina se niega a soltar cualquier error del pasado. En lugar de cerrarla, la mina se privatizó recién en los 90 para que agonizara. Un accidente con 14 muertos en 2004 hizo que Néstor Kirchner prometiera revivirla. Total le sobraba la plata.
Se gastaron 26 mil millones de pesos de aquella época. Los empleados, con sueldos altísimos, casi se cuatriplicaron. Para darle algún uso a un carbón que nadie usa desde hace décadas se forzó la construcción de una central eléctrica. Que nunca se terminó. En primer lugar, porque nunca se llegó a extraer suficiente carbón para la usina.
Hubo un festival de despilfarro y corrupción: un tren turístico que no va a ningún lado, una avenida que nunca se hizo, sobreprecios del 20% usando a la Universidad Tecnológica Nacional de intermediaria.
Finalmente, hay otra forma más lacerante aún de resistirse al futuro: el mismo gobierno que se dispone a dilapidar otra vez fortunas para sacar un carbón contaminante que hace décadas nadie necesita es el mismo que está abortando, con el congelamiento tarifario y el control de capitales, las multimillonarias inversiones que habían empezado a instalar parques eólicos y solares en los últimos años.
La Argentina se obstina en recrear un pasado mítico turbio, corrupto e ineficiente. Es un país que desea permanecer en la era del carbón. En más de un sentido.