Política esquina Economía
21/05/2020 | 09:04 | La vicepresidenta nunca se refirió a la negociación de la deuda. Pudo haber sido la voz más esperada por los acreedores. No se sabe qué piensa ni por qué calló.
Llegó el día. Según algunos entendidos en los detalles operativos de las finanzas globales, antes de que termine el día de hoy, jueves, el Estado argentino tendría que depositar 503 millones de dólares en intereses de su deuda externa que había dejó sin pagar hace un mes.
Si no lo hace, los dólares no estarán depositados mañana viernes en las cuentas de los acreedores y el único default técnico que le queda sin cometer al país en esta temporada (más allá de los pagos a organismos internacionales) habrá acontecido.
Los acreedores quedarán en condiciones formales de pedir que les paguen los seguros de default que contraron para cubrirse y las compañías de seguro activarán cláusulas “cross default” para que todos los bonos bajo legislación de Nueva York -y no sólo estos títulos cuyo pago se incumple- sean considerados impagos.
Será el noveno default de la Argentina, el tercero desde 2001. Otro récord para el país paria, que ya tiene en su haber la cesación de pagos más voluminosa de la historia financiera.
¿Puede que ese mecanismo no se active? Puede ser. El gobierno dice que tiene el compromiso de los mayores fondos de inversión para seguir negociando de buena fe al menos hasta fin de mes. El ministro de Economía, Martín Guzmán, dijo que el plazo que se vence mañana (o a la medianoche de hoy, según quienes están en los detalles nimios) es “anecdótico” precisamente porque continúan las “conversaciones positivas” con los acreedores.
Su antecesor inmediato, Hernán Lacunza, valoró positivamente que las negociaciones continúen pero remarcó que el viernes será “un día de incumplimiento y hay que tomarlo con seriedad”. Veremos.
El gobierno llega a esta instancia con varias experiencias a cuestas. Una, es que el proceso se demoró agónicamente. Guzmán nunca cumplió los cronogramas que él mismo había establecido, aún antes del coronavirus que desbarató todo no había dado a conocer un plan que brinde un horizonte sobre la futura capacidad de pago de Argentina, no escuchó ofertas de acreedores sino que se limitó a presentar una propuesta sobre la hora, que fue masivamente rechazada. Ahora el tiempo se acabó.
En lo que sí fue muy exitoso fue en reunir un impresionante coro de voces de respaldo. Empezó con el apoyo público y amplio del FMI, con cuya directora, Kristalina Georgieva, pareció haber amor a primera vista, desde antes de la designación de Guzmán.
Luego consiguió un artículo de opinión de alcance mundial -que operó a modo de solicitada- escrito por tres economistas de renombre y firmada por más de un centenar de especialistas, entre ellos varios premios Nobel. Lo mismo sucedió con economistas del mercado interno.
A ellos se sumaron la totalidad de los gobernadores argentinos, las cámaras empresarias argentinas (algunas aclararon que respaldaban que se hiciera todo lo posible por evitar el default) y los sindicatos de todo color.
No faltó nadie. Bah, sí. Faltó alguien muy importante. Tal vez la persona más importante de todas. Faltó ella: Cristina Fernández, la regente del trono.
Para ser precisos: la ex presidenta estuvo como autoridad del Senado junto a su par de Diputados, Sergio Massa, en el acto en el que Alberto F presentó a propuesta argentina. Y todos suponemos que, siendo la vicepresidenta, respalda lo actuado por su presidente, máxime cuando se dice que a Guzmán lo sentó ella en su puesto.
Pero nunca hubo una sola palabra de ella mencionando la negociación o el default. Desde el 10 de diciembre, en su historial de Twitter, por ejemplo, sólo está la tradicional crítica al “endeudamiento macrista” y la crítica que formuló el 13 de febrero al FMI por haber, según ella, financiado la “fuga” de capitales del país. Nada más.
No hay una sola palabra suya que diga lo que dice su gobierno: que Argentina negocia de buena fe, que quiere evitar el default, que hay que negociar, etc.
Tampoco es cuestión de salir a reclamarle ahora que hable, cuando media Argentina se la pasó cuestionándole que hablaba demasiado. Eso es cierto.
Pero es raro que no haya dicho nada sobre la negociación más crucial que encara su gobierno y que definirá mucho del futuro de la Argentina. Los acreedores de Argentina no tienen interés en escuchar a nadie tanto como a ella sobre este tema.
Saben que la llave más importante para poner en caja a los sectores que pujan por un default -porque rechazan las políticas de mediano y largo plazo que derivarán de cualquier acuerdo- está en la cartera de la vicepresidenta. Que no ha dicho “esta boca es mía”. Nadie sabe qué piensa en realidad ni por qué optó por el silencio.
Hubiera sido un enorme espaldarazo para Alberto Fernández, su presidente, que necesita no sólo acordar un plan de pagos con los acreedores para zafar del default, sino convencerlos de que, en esta ocasión sí, Argentina sabrá, podrá y querrá cumplir, de una buena vez, lo que sea que vaya a firmar.
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