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21/07/2020 | 07:32 | Importar billetes es la paradoja del país cerrado y sin competitividad, que quiere tapar su pobreza poniendo "dinero en el bolsillo de la gente".
A mediados de 2018, en Venezuela, la hiperinflación dio lugar a varias paradojas. Una fue que, pese a que en cualquier hiper los ciudadanos repudian su moneda nacional, en Caracas todos estaban desesperados por obtener billetes. Es que la enorme cantidad de fajos que hacían falta para comprar cualquier cosa era tan difícil de conseguir que los billetes físicos se llegaban a comprar al doble de su valor con transferencias bancarias. Como si aquí transfirieras 180 pesos con CBU a cambio de que el destinatario te diera un billete físico de 100.
Era mediados de año y el FMI pronosticaba una inflación cercana al millón por ciento para fin de año. La razón era que la emisión de dinero era ya tan descabellada que lo que se emitía era sólo dinero virtual. La autocracia venezolana ya había agotado las impresoras internas y la posibilidad de importar insumos o billetes terminados.
Se dijo entonces que Maduro era tan “fraca” que había fracasado incluso en provocar la hiperinflación: los precios volaban, pero los caraqueños buscaban bolívares como si fueran de oro, por la sencilla razón de que se necesitaban miles de billetes para pagar cualquier cosa.
El Gobierno argentino está lejos de estas excentricidades caribeñas. Pero está dando pasos en ese sentido. “Poner dinero en el bolsillo de la gente” es cada vez más difícil. Y en un sentido ya material.
La trayectoria queda expuesta con la decisión de llamar a una licitación para importar 250 millones de billetes de 500 pesos porque la imprenta nac&pop Ciccone Calcográfica -con la que casi se queda Amado Boudou y que luego se estatizó para tratar de abortar la acción judicial- no da más abasto.
Cristina Fernández le vetó a Alberto Fernández lo que ya era una decisión tomada: largar el billete de 5.000 pesos para darles un respiro a la maquinita y a los cajeros automáticos.
La vicepresidenta siempre exigió que, si había inflación, no se notara. La prohibición hace que las imprentas den menos abasto aún. Por ende, no queda otra que importar billetes.
Es una paradoja odiosa para el gobierno nacional y popular y sus industriales y sindicalistas prebendarios que agitan la bandera de cerrar el país al resto del mundo.
Propagandizan la postal sepia de la segunda guerra mundial y la posguerra inmediata al grito de “vivir con lo nuestro”. Pero lo cierto es que no conseguimos ni siquiera “imprimir con lo nuestro”.
Y eso que pocos imprimen tanto como nosotros: deberíamos ser los mejores en eso, al menos por una cuestión de escala. Importar billetes en Argentina es como si importáramos soja.
La necesidad de importar billetes para evitar el riesgo de un descalabro logístico monetario prueba tres cosas a la vez:
1- No se puede ocultar el sol con las manos. La emisión descontrolada en la que estamos no se puede tapar prohibiendo billetes de mayor denominación.
Hay banqueros que dicen que, para fin de año, extraer los sueldos en efectivos de los cajeros va a ser un problema. Si no creen, pueden ver lo que pasaba en Venezuela: el tope diario de extracción que determinaban los bancos alcanzaba para pagar dos boletos de colectivos.
2- La producción mundial está tan integrada que uno ni siquiera puede producir tranquilo la hiperinflación, al menos los billetes que son necesarios para acompañarla.
También para eso se necesita a los demás. Las tintas, los papeles, las máquinas, todo está internacionalizado. Hay partes de los procesos de un billete que se hacen en un país y partes que se hacen en otro. Como las autopartes.
3- Las políticas fiscales -y por ende monetarias y por ende cambiarias- que ejecuta la Argentina al menos desde 2007 (con el breve, parcial y sin esperanzas interregno de los dos últimos años de Macri) son inviables. Sólo pueden derivar en inflación, desinversión, atraso, pobreza y desempleo pleno y encubierto.
Todo eso es grave y el futuro cercano es de altísimo riesgo. No es gracioso como la grotesca postal en la que los que arengaban a “vivir con lo nuestro” no consiguen ni siquiera “imprimir con lo nuestro”.