Política esquina Economía
23/11/2021 | 18:04 | El Ministerio de Turismo y la industria turística están embalados y quieren que su privilegio fiscal sea para siempre. Pero... ¿por qué ya que es tan lindo para el turismo no lo hacemos para todos?
Audios
El gobierno kirchnerista puede ser liberal cuando quiere. Ahora descubrió, con el Previaje, que bajando impuestos -o regalando un crédito fiscal en este caso- se activa la economía y hay efecto derrame. Ni que fueran Ronald Reagan o Margaret Thatcher.
Según el ministro de Turismo, Matías Lammens, el esquema ha sido tan exitoso que el monto facturado a través del Previaje se triplicó en términos reales de un año a otro.
Y los empresarios turísticos están embaladísimos. Es más: ya están pidiendo que se extienda, si es posible a perpetuidad. El ministro tiene ganas de colgarse una cucarda. Ya avisó que quiere que el previaje se convierta en "política de estado".
No es para menos. Al turista que contrata hoteles o transportes por previaje por 100 mil pesos el Estado le deposita, el día de su partida, 50 mil pesos para gastar también gastos turísticos. Es más, si el turista contrató al inicio del plan puede hacer un rulo: a los 50 mil pesos que reciba también los puede usar para contratar un hotel para una escapada al principio del verano y también será reembolsado con 50%. Es decir que él gasta 100 mil y el Estado le regala 75 mil.
Cuánta algarabía. Ahora, hagamos la pregunta maldita: ¿por qué si esto es tan fantástico con el turismo no lo hacemos con todos los demás sectores? ¿Por qué no bajamos impuestos a todo el mundo? ¿Por qué no bajamos el IVA a todo el mundo y que cada quien decida si con lo que ahorra se va a las sierras, amplía su casa o paga la cuota de la escuela?
En principio, parece imposible. No hay un cálculo que se conozca sobre el costo fiscal que esto tiene para el Estado. Pero, en principio, hacerlo así, de golpe, para todo el mundo, desfinanciaría al Estado.
Así que el previaje es un privilegio. Es un subsidio múltiple que beneficia a la industria turística y a las familias más ricas que salen de viaje. Este privilegio se suma a la saga creciente de feriados que se inventaron para el turismo y que, si bien benefician a ese sector, perjudican enormemente al resto de las empresas de la economía, que pagan cada vez más por días laborales que nadie trabaja y que en cada feriado pierden tantas ventas como las que gana un hotel en Humahuaca o un bar en Mar del Plata.
Antes que inflarle una burbuja al turismo habría que volver a aplicar una regla olvidada hace demasiado tiempo en la Argentina: las normas y las políticas deben ser generales, aplicables a todo el mundo. Andar eligiendo a quién le doy un privilegio hoy y a quién se lo doy mañana sólo lleva a fabricar distorsiones insostenibles e inequitativas en el mediano plazo.